Christian Horner vivió dos décadas en la cima de la Fórmula 1 al frente de Red Bull Racing. Fue el arquitecto de uno de los proyectos más exitosos de la historia moderna del automovilismo, pero también acabó víctima de su ambición.
Las tensiones internas que él mismo ayudó a generar y una guerra de poder que lo enfrentó a su gran estrella, Max Verstappen, han acabado con su reinado al perder el apoyo de Chalerm Yoovidhya, el dueño tailandés de la firma de bebidas energéticas que era su gran respaldo.
Nacido el 16 de noviembre de 1973 en Leamington Spa, Inglaterra, Christian Horner creció en una familia vinculada al motor.
Inició su andadura competitiva en el karting a los 18 años, y pese a un arranque prometedor -con una victoria y un título de novato del año en la Fórmula Renault-, su talento nunca alcanzó el nivel necesario para llegar a la élite como piloto.
El punto de inflexión llegó en 1998, en un test en Estoril. Allí, Juan Pablo Montoya lo adelantó de forma agresiva y Horner lo entendió todo.
"Mi corazón y mi cerebro no están en armonía aquí. No puedo hacerlo así". Se retiró con apenas 25 años, reconociendo que carecía del instinto asesino que exige la competición.
Christian Horner, en el muro de Red Bull Racing
Estrategia hasta el poder
Ya en 1996 había fundado Arden International junto a su padre, pero fue tras colgar el casco cuando su carrera realmente despegó.
Transformó Arden en una potencia en la Fórmula 3000, ganando tres títulos consecutivos entre 2002 y 2004. Su capacidad de gestión, visión de futuro y olfato para detectar talento no pasaron desapercibidos.
En 2004, cuando Red Bull compró Jaguar Racing por un dólar simbólico, Horner se convirtió en el elegido para dirigir el nuevo proyecto. A los 31 años, se convirtió en el director de equipo más joven de la Fórmula 1.
Red Bull heredó un equipo roto. Instalaciones obsoletas, un monoplaza fallido y una cultura interna desmoralizada.
Horner tuvo que construirlo todo desde cero: fichó a Adrian Newey, el mejor diseñador de la F1, estructuró un equipo técnico ambicioso y lideró una renovación sin precedentes.
Los frutos llegaron con Sebastian Vettel: entre 2010 y 2013, Red Bull ganó cuatro campeonatos consecutivos de pilotos y constructores. Vettel se convirtió en el campeón más joven de la historia y Horner en el jefe de equipo más exitoso de la época.
Verstappen, la joya envenenada
Tras un periodo de sequía, Red Bull volvió a dominar gracias a la irrupción de Max Verstappen. El neerlandés se convirtió en el eje del proyecto desde 2016 y lideró la segunda era dorada del equipo: cuatro títulos consecutivos entre 2021 y 2024 con cifras apabullantes.
Pero mientras Max ascendía a los altares de la F1, la estructura interna comenzaba a resquebrajarse.
La muerte de Dietrich Mateschitz en 2022 dejó un vacío de liderazgo. Las luchas internas se intensificaron. Horner, antes amo y señor, comenzó a perder apoyos.
Christian Horner y Max Verstappen dialogan en el box de Red Bull
Escándalo de reputación
En febrero de 2024, una empleada acusó a Horner de conducta inapropiada. Aunque fue exonerado en la investigación interna, la filtración de conversaciones comprometedoras lo dejó expuesto.
Jos Verstappen, padre de Max, no dudó en lanzar el ataque: "El equipo corre riesgo de desintegrarse. Explotará si Horner sigue".
Pese a los títulos de Verstappen, la tensión se volvió insoportable. El ambiente era irrespirable en Milton Keynes.
Las figuras clave comenzaron a marcharse: Adrian Newey, Jonathan Wheatley, Will Courtenay… La credibilidad de Horner se evaporaba.
La temporada 2024 marcó el comienzo del retroceso. Aunque Max ganó su cuarto título, el equipo perdió el campeonato de constructores.
Y en 2025, la caída fue aún más pronunciada: cuarto lugar en el campeonato, múltiples fallos técnicos y un RB20 que no respondía.
Las decisiones erráticas en el segundo asiento -con la destitución de Sergio Pérez, el uso fugaz de Liam Lawson y la promoción de Yuki Tsunoda- dejaron entrever una gestión caótica.
El vínculo con los Verstappen se rompió definitivamente. Jos lo combatía abiertamente, y Max dejó entrever que su permanencia en Red Bull exigía cambios profundos.
Según medios especializados, el neerlandés habría condicionado su futuro a la salida de Horner o al recorte de su poder.
El 9 de julio de 2025, tras semanas de presiones internas, Red Bull anunció oficialmente el despido de Christian Horner.
La decisión fue ejecutada por Chalerm Yoovidhya y Mark Mateschitz, propietarios de la marca, con Oliver Mintzlaff como principal impulsor.
La caída del arquitecto
Horner fue señalado como el principal responsable del declive: una sola victoria en doce Grandes Premios, pérdidas técnicas irreversibles, fugas de talento y una gestión interna que había dejado de funcionar.
Gerhard Berger, ex socio de Red Bull, lo sentenció: "Esto podría ser el principio del fin". La ausencia de liderazgo tras la muerte de Mateschitz y la incapacidad de Horner para contener el fuego interno terminaron con su reinado.
Durante 20 años, Horner fue el alma de Red Bull Racing. Bajo su dirección, el equipo logró:
- 8 campeonatos de pilotos
- 6 campeonatos de constructores
- Más de 100 victorias
- Más de 200 podios
Esos números lo convierten en uno de los directores de equipo más exitosos de todos los tiempos. Su huella es profunda.
Pero el final amargo empaña el relato. Su despido representa el colapso de una figura que ya no encajaba en el nuevo equilibrio de poder.
Christian Horner transformó una escudería sin rumbo en una dinastía. Elevó a Red Bull al Olimpo del automovilismo.
Sin embargo, el mismo talento que lo encumbró acabó chocando con el carácter indomable de Max Verstappen, el heredero que no toleraba compartir el trono.