El futuro del neerlandés Max Verstappen y de Red Bull atraviesa una fase crítica que podría marcar un antes y un después en la historia reciente de la Fórmula 1.
El tricampeón mundial no solo se encuentra en medio de una temporada decepcionante, sino que también vuelve a ejercer presión desde dentro para provocar cambios estructurales que afectan directamente a Christian Horner.
La tensión es creciente y los rumores se han convertido en una conversación recurrente en los pasillos del paddock. Los problemas de hace dos temporadas han vuelto a aparecer en la marca de bebidas energéticas.
Tras un desastroso Gran Premio de Austria, donde Verstappen abandonó en la primera vuelta y Yuki Tsunoda acabó último, la crisis deportiva ha dado paso a una crisis política dentro de la escudería de Milton Keynes.
Y esa combinación, con un piloto con poder y cláusulas a su favor, puede dinamitar la estabilidad del equipo más dominante de los últimos años.
Max Verstappen, tras conseguir la 'pole' en el GP de Arabia Saudí 2025
La amenaza interna
Desde Alemania, medios como Auto Motor und Sport aseguran que el clan Verstappen exige reestructuraciones internas para continuar ligado a Red Bull.
El nombre señalado es el de siempre: Christian Horner, director del equipo desde hace más de dos décadas, y figura clave en todos los éxitos recientes del equipo.
Verstappen, que lleva once años vinculado a la estructura energética, no quiere dar un paso atrás en rendimiento.
Aunque su contrato se extiende hasta 2028, existen cláusulas de salida activables si no figura entre los tres primeros del Mundial al llegar la pausa veraniega.
Actualmente, el piloto de McLaren Oscar Piastri lidera el campeonato, y George Russell amenaza con dejar a Max fuera del podio virtual del campeonato: le separan apenas nueve puntos.
Ese mínimo margen alimenta una posibilidad hasta hace poco impensable: la salida de Verstappen rumbo a Mercedes.
Wolff y Mercedes
Toto Wolff, jefe de Mercedes, no esconde su interés. Aunque públicamente mantiene la compostura, todo el paddock da por hecho que existen conversaciones entre ambas partes.
El propio George Russell, actual piloto de Mercedes y piedra angular del futuro del equipo, ha reconocido que esos rumores están afectando la renovación de su contrato, que termina esta temporada.
Mercedes no solo busca fichar al mejor piloto del mundo, también pretende inestabilizar al rival directo. La enemistad entre Wolff y Horner ha hecho que la batalla cruzada entre ambos haya alimentado más esta guerra.
Toto Wolff celebra el título de Mercedes
"No queremos ser sádicos y hacer esperar a nuestros pilotos más de lo necesario", declaró Wolff tras la carrera en Austria, en una frase que fue interpretada como un misil diplomático dirigido a Red Bull.
La situación es delicada. Wolff ha apostado por Russell y el joven Andrea Kimi Antonelli como su dupla de presente y futuro.
Pero la posibilidad de fichar a Verstappen -aunque suponga sacrificar el crecimiento del italiano- podría cambiar los planes estratégicos de Brackley en cuestión de semanas.
Sin alternativas
El bajón de rendimiento del monoplaza, el RB21, ha puesto en evidencia otro problema: la dependencia absoluta de Verstappen.
De los 162 puntos que suma Red Bull, 155 han sido obra exclusiva del tricampeón, mientras que Liam Lawson y Tsunoda han fracasado en sus intentos por acercarse a su nivel.
Sin Verstappen, la escudería parece otra. Las opciones pasan por confiar en jóvenes como Arvid Lindblad, quien debutará en los entrenamientos libres del GP de Gran Bretaña con solo 17 años.
Pero la incertidumbre es máxima, y sin una figura dominante al volante, Red Bull se enfrenta a un futuro de reconstrucción.
Desde dentro, Horner intenta resistir. "No nos volvimos idiotas de la noche a la mañana", sentenció tras la debacle en Spielberg, apelando al dominio absoluto de 2023 como prueba de la capacidad técnica del equipo.
Pero ni siquiera su historial le asegura el control total. La familia Yoovidhya, accionista mayoritaria tailandesa, ya no se opone abiertamente a una reestructuración.
Incluso en Salzburgo, la facción austriaca de Red Bull, empieza a ver a Horner como un problema de imagen y rendimiento.
Posibles salidas
La posible marcha de Horner o la pérdida de poder efectivo se estudia con seriedad. Entre los nombres que suenan para liderar una nueva etapa se encuentran figuras como Peter Bayer (CEO de Toro Rosso), Andreas Seidl (exjefe de McLaren y vinculado ahora a Audi) y Oliver Oakes.
Una opción intermedia sería dividir las funciones actuales de Horner entre varios ejecutivos, siguiendo el modelo de gestión que ha aplicado con éxito McLaren.
Sea como sea, la presión no viene solo desde fuera. Verstappen tiene el control. Si activa la cláusula de salida o fuerza cambios, Red Bull deberá elegir entre ceder ante su estrella o reconstruirse sin él.
El plazo se agota
El momento decisivo será antes del parón veraniego. Wolff no puede retener indefinidamente a Russell ni a Antonelli sin cerrar su alineación para 2026.
Y en Red Bull, cada carrera que aleja a Verstappen del top 3 aumenta la tensión interna y alimenta la opción Mercedes.
Paradójicamente, si Russell mantiene su buen rendimiento y deja a Verstappen fuera del podio de pilotos, será él mismo quien abra la puerta a la llegada del neerlandés, poniendo en riesgo su propio asiento.
Red Bull, mientras tanto, se enfrenta a un dilema sin solución perfecta. Si retiene a Horner, puede perder a Verstappen.
Si cede a las presiones del piloto, tendrá que reconfigurar toda su estructura operativa. Y si Max se va, el valor competitivo del equipo se desploma, algo que ya se empieza a notar en pista.
Si finalmente Verstappen abandona Red Bull, la escudería deberá adaptarse a una nueva era. Una sin el piloto que les ha llevado a tres títulos consecutivos.
La buena noticia es que, sin la necesidad de construir un coche exclusivamente adaptado a su estilo, podrían diseñar un monoplaza más equilibrado y menos dependiente.
Con George Russell disponible y otras piezas del mercado potencialmente móviles, Red Bull tendría la oportunidad de formar una pareja más cohesionada y relanzar su proyecto hacia el campeonato de constructores, que ahora parece un sueño lejano.
Sin embargo, ninguna de esas opciones tendrá sentido si antes no solucionan su crisis de liderazgo. Verstappen no solo pide un coche competitivo.
Exige un entorno de trabajo que le convenza para seguir siendo el pilar del proyecto. Y ese entorno, hoy, está más en Brackley que en Milton Keynes.