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El paddock de la Fórmula 1 vivió este fin de semana en Montmeló algo más que un Gran Premio. Lo que se escenificó en el box de Aston Martin en el GP de España fue una fractura visible en la estructura de poder del equipo.

El protagonista fue Lance Stroll, cuyo errático rendimiento y comportamiento explosivo están empujando a su padre, Lawrence Stroll, a una situación límite que podría desembocar en su salida definitiva del universo Aston Martin.

Lance Stroll se retiró del Gran Premio de España alegando una recaída en su lesión de muñeca producida en la pretemporada de 2023. Oficialmente, el equipo aseguró que el canadiense sufría fuertes dolores y que debía someterse a una nueva intervención quirúrgica.

Sin embargo, las cámaras y los testimonios recogidos en el circuito de Barcelona desmintieron esa versión edulcorada.

Testigos presenciales aseguran que Lance protagonizó una escena de tensión desmedida en el box tras ser eliminado en la Q2.

Golpes a equipamiento, insultos a ingenieros y un comportamiento "fuera de control", según calificaron algunos medios como BBC o ESPN.

La rabia del canadiense, que terminó decimocuarto en la clasificación y acumulaba ya otro fin de semana decepcionante, desató un caos en el garaje que terminó con su baja para la carrera.

La decisión fue tan precipitada que Aston Martin ni siquiera pudo inscribir al piloto reserva, Felipe Drugovich, ya que el reglamento exige que participe al menos en una sesión libre para poder correr.

El resultado fue una imagen desoladora: un solo coche en pista, el de Fernando Alonso, mientras el asiento de Stroll quedaba vacío.

Un relevo inevitable

Este último episodio no es un caso aislado. La relación entre Lance y el equipo ha ido deteriorándose a medida que los resultados han brillado por su ausencia.

En 2024 solo ha sumado 14 puntos, una cifra ridícula en comparación con los 132 de Alonso en la temporada anterior.

La paciencia de los ingenieros, los técnicos y parte de la directiva está al límite. La llegada de Adrian Newey en marzo, fichado como jefe técnico estrella, ha elevado las exigencias internas y ha puesto el foco en la competitividad real.

Adrian Newey y Lawrence Stroll, en la presentación del ingeniero como nuevo miembro de Aston Martin F1 Aston Martin

Honda, que se convertirá en el proveedor exclusivo de motores de Aston Martin en esa temporada, también ha dejado claro que quiere un piloto puntero.

La presencia de Lance, cuestionada desde hace años por su pobre rendimiento, ahora también incomoda a los nuevos socios técnicos.

Koji Watanabe, presidente de Honda Racing, incluso ha deslizado el nombre de Max Verstappen como objetivo de futuro. Y con el neerlandés solo se puede soñar eliminando cualquier lastre dentro del garaje.

Una familia contra las cuerdas

Todo esto deja al clan Stroll en una situación contradictoria. Lawrence sigue siendo el presidente ejecutivo y máximo accionista de Aston Martin Lagonda y Aston Martin F1. Pero su poder ya no es absoluto.

La escudería de Fórmula 1, operada bajo AMR Holdings, está cada vez más influenciada por intereses externos: el fondo Arctos Partners, Arabia Saudí a través de Aramco, y potencialmente Honda en lo deportivo.

En este nuevo escenario, Lawrence empieza a parecer un actor residual.

Aunque ha invertido más de 600 millones de libras desde 2020 y ha liderado la transformación de Aston Martin desde su etapa en crisis, las dinámicas internas se han tornado desfavorables.

Arabia Saudí, especialmente, aspira a controlar toda la estructura. El fondo soberano del país ya posee un 18% de la automotriz y es socio principal de la escudería a través de Aramco.

Su objetivo, tener un equipo campeón propio y liderado desde Riad.

Salida forzada o transición

Los rumores de venta llevan tiempo sobrevolando la figura de Lawrence Stroll. Aunque él los ha negado reiteradamente, el movimiento es casi inevitable.

Arabia Saudí está lista para tomar el relevo y construir un proyecto ganador con Honda, Newey y posiblemente Verstappen como estandartes. La única pieza que estorba en ese puzzle es Lance, y con él, su padre.

La separación legal entre la escudería de Fórmula 1 y Aston Martin Lagonda -ratificada con la venta de la participación de la automotriz en el equipo por 74 millones de libras- fue el primer paso hacia una desconexión progresiva.

El nombre de la marca permanecerá como patrocinador hasta 2030, pero la gestión y la toma de decisiones han empezado a alejarse de las manos del empresario canadiense.

La temporada 2026 será clave para la nueva Fórmula 1. Cambia el reglamento técnico, entran nuevos motores y se abre una oportunidad de oro para un nuevo dominador.

Aston Martin quiere ser ese equipo. Y para lograrlo necesita limpieza total: dejar atrás los errores del pasado, los conflictos internos y la protección familiar que ha limitado su crecimiento.

Los fichajes de Newey y Honda, la nueva fábrica, los fondos ilimitados de Arabia Saudí y la ambición de atraer a una estrella como Max Verstappen que tome el relevo de Fernando Alonso son los pilares de esa revolución.

En ese escenario, Lance Stroll ya no tiene cabida. Su rendimiento no le respalda, su comportamiento en Barcelona ha sido una gota más en un vaso colmado, y la presión externa es abrumadora.

Toshihiro Mibe, CEO Honda Motor, Koji Watanabe, Presidente Honda Racing, Lawrence Stroll, presidente de Aston Martin, y Martin Whitmarsh, CEO Aston Martin Performance Technologies Reuters

El papel de Lawrence Stroll

Incluso con su 33% de acciones, el canadiense parece cada vez más aislado. Su control depende del apoyo de socios como Geely o Arctos, pero ambos están más interesados en la rentabilidad que en la fidelidad.

Arabia Saudí quiere el control total del proyecto y, con los millones por delante, difícilmente encontrará obstáculos insalvables.

Stroll ha dejado claro que su compromiso con Aston Martin es a largo plazo, pero también lo dijo en Michael Kors antes de vender.

Si la presión crece, si los resultados no llegan y si su hijo es apartado, Lawrence podría tomar la decisión más difícil: marcharse por la puerta de atrás del proyecto que él mismo rescató del abismo.

Lo que comenzó como una historia de éxito, con un magnate rescatando una marca centenaria y llevándola a la élite del automovilismo, podría terminar como un caso de manual sobre los límites del nepotismo y la resistencia a la evolución.

La familia Stroll transformó Aston Martin, sí. Pero ahora es el momento de dejar que otros terminen el trabajo.

Y si los rumores se confirman, 2025 podría ser el último año del apellido Stroll en el paddock. No por falta de inversión, sino por exceso de ambición sin resultados. Una fórmula que en la F1 siempre acaba pasando factura.