"No me sorprendería ver un equipo saudí en la Fórmula 1". La frase, pronunciada hace solo unos días por Khalid bin Sultan Al-Faisal, presidente de la Federación Saudí de Automovilismo y Motociclismo, no fue una ocurrencia ni una especulación gratuita.
Fue una declaración de intenciones. Arabia Saudí, que ya ha colonizado varios frentes del automovilismo mundial, se prepara para dar el paso definitivo: comprar una escudería y asumir el control total de un equipo del Gran Circo.
Y todas las señales apuntan a un nombre: Aston Martin.
Mike Krack, con el monoplaza con el '14' de Fernando Alonso de Aston Martin y los patrocinadores de Arabia Saudí
Un camino ya construido
La afirmación del príncipe Khalid no surge de la nada. Arabia Saudí lleva años insertándose en el ecosistema de la Fórmula 1 con una estrategia milimétrica y ambiciosa.
Comenzaron en 2021 con la organización del Gran Premio en Jeddah, firmaron un contrato hasta 2027 y ya tienen previsto llevar a cabo un nuevo Gran Premio en el futurista circuito de Qiddiya a partir de 2028.
Un trazado urbano con una curva que superará los 70 metros de altura y que ha dejado boquiabiertos incluso a pilotos como Fernando Alonso.
Además, el país ha extendido sus intereses más allá de los circuitos. Aramco, la petrolera estatal, no solo es patrocinador global de la F1, sino también nombre principal del equipo Aston Martin.
Y el poderoso fondo soberano saudí (PIF) ya posee participaciones relevantes tanto en el fabricante de coches Aston Martin Lagonda como en otros proyectos deportivos como McLaren o el Newcastle United.
Arabia Saudí no ha llegado a la Fórmula 1 como un simple socio comercial. Ha llegado para quedarse y para mandar. Y lo hace con una de sus armas más eficaces: el dinero.