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La Fórmula 1 se enfrenta a una de las mayores encrucijadas técnicas y políticas de las últimas décadas.

A poco menos de un año de la implementación del nuevo reglamento de unidades de potencia previsto para 2026, la categoría reina del automovilismo está sumida en una tormenta de dudas, enfrentamientos y maniobras estratégicas que amenazan con desestabilizar la hoja de ruta diseñada durante años.

La idea inicial era clara: apostar por motores híbridos más simples, eficientes y sostenibles, con una distribución de potencia 55% térmica y 45% eléctrica. Pero esa promesa se está desmoronando.

Los fabricantes, enfrentados por sus capacidades tecnológicas y por los intereses económicos, se dividen entre quienes exigen mantener el rumbo y quienes presionan por un cambio radical.

El sueño del V10

Todo comenzó cuando Stefano Domenicali, CEO de la F1, reabrió el melón de los motores V10 en plena pausa invernal. Su propuesta: recuperar los legendarios propulsores de diez cilindros, aunque esta vez con carburantes sintéticos de cero emisiones.

La idea prendió rápido en el paddock, avivada por el presidente de la FIA, Mohammed Ben Sulayem, quien sugirió incluso anticipar su retorno antes del plazo originalmente previsto, que era 2031.

Fernando Alonso con el R25 en Abu Dhabi Twitter (@alo_oficial)

Esta posibilidad generó un frenesí entre algunos fabricantes, como Ferrari o Red Bull Powertrains, que ven en el V10 una vía de escape ante sus posibles dificultades para alcanzar los exigentes niveles de electrificación que exige el reglamento de 2026.

Pero otros, como Mercedes, Audi y Honda, lo rechazan frontalmente.

La realidad técnica

Más allá del romanticismo, las implicaciones técnicas del regreso del V10 son enormes. En primer lugar, habría que desechar todo el desarrollo de los nuevos V6 híbridos, en los que los fabricantes llevan invertidos más de 300 millones de dólares.

Además, algunos motoristas como Audi o Red Bull/Ford se quedarían sin motor disponible para 2026 si se mantuvieran las unidades actuales, al no haber completado su desarrollo.

En segundo lugar, los problemas prácticos se multiplican. Los chasis de 2026 han sido diseñados con otras proporciones y peso, y no está garantizado que los motores actuales quepan en los nuevos monoplazas.

Además, el suministro de baterías no alcanzaría para cubrir a todos los equipos si se decide seguir dos años más con las unidades actuales.