El avance de la inteligencia artificial reabrió el debate sobre qué profesiones podrían desaparecer en los próximos años, incluso en sectores donde la tecnología ya está muy presente. El transporte ferroviario de alta velocidad no es una excepción, y la figura del maquinista volvió al centro de la conversación tras una entrevista en la que un profesional del AVE habló sin rodeos sobre su salario, su formación y los límites reales de la automatización.
Cuánto gana un maquinista de AVE y qué estudios necesita
Durante la conversación, el maquinista explicó que su camino profesional no comenzó con una carrera universitaria, sino con una formación específica. Según comentó, estudió bachillerato y después accedió al curso oficial de maquinistas, una formación privada que ronda los 23.000 euros. “Es como sacarse la autoescuela: haces el curso, te sales y optas a trabajar con una empresa”, explicó.
En cuanto a las condiciones económicas, el dato no pasó desapercibido. El propio maquinista reconoció que su sueldo se sitúa en una franja elevada dentro del sector. “En la horquilla donde estoy yo son 60.000 euros al año más o menos”, declaró, dejando claro que se trata de una profesión altamente cualificada y con una gran responsabilidad asociada.
La vocación también tuvo un peso importante en su relato. Aseguró que siempre quiso dedicarse a este trabajo y que logró cumplir ese objetivo. “Desde pequeño quería ser maquinista, así que lo he conseguido”, añadió, destacando el componente personal que todavía define a este tipo de empleos.
La inteligencia artificial y el futuro del puesto de maquinista
La entrevista, publicada en el canal de YouTube Talent Match, abordó de forma directa el impacto de la inteligencia artificial en el transporte. Ante la comparación con autobuses y metros que ya funcionan de forma autónoma, el maquinista fue claro sobre las limitaciones actuales de esa tecnología en la alta velocidad ferroviaria.
Según explicó, un trayecto como el Barcelona-Madrid presenta demasiadas variables como para prescindir por completo de una persona al mando. “Dudo mucho que sea solo, solo, sin nadie, por todo lo que puede pasar”, comentó, mencionando posibles obstáculos como animales en la vía o personas que acceden de forma indebida a las instalaciones.
El argumento final apeló directamente a la confianza del usuario. “Yo no dejaría un tren solo. Es como si… ¿alguien se montaría en un tren donde no conduzca nadie?”, se preguntó, poniendo sobre la mesa una cuestión clave que va más allá de la tecnología: la percepción de seguridad por parte de los pasajeros.
