Río de Janeiro

Necesitó más de cuatro horas para conseguirlo, pero logró aquello que Novak Djokovic y Rafa Nadal no pudieron. Andy Murray desfondó al argentino Juan Martín del Potro en la final olímpica para firmar un triunfo (7-5, 4-6, 6-3 y 7-5) que le vale para revalidar el título conquistado en Londres y convertirse en el primer tenista de la historia con dos oros olímpicos consecutivos.

Murray se abrazó largamente en la red con el argentino. Se sentó. Rompió a llorar. Un desahogo necesario a la presión cada vez mayor que soportó en la pista. El escocés mantuvo el tipo a pesar de los arranques de furia y el afán de su rival, que sale reforzado también de Río. Devuelto a la elite y con un futuro que le advierte entrometido entre los aspirantes a la cima. De hecho, el tenista de Tandil también abandonó la cancha emocionado. En cualquier caso había sido el animador del torneo. El agitador de una competición para la que no contaba.

Murray terminó por lograr lo que nadie. Dos medallas de oro en unos Juegos tras un partido con todo el dramatismo que a veces retrata a los Juegos Olímpicos. La lucha por el oro terminó por ser una lucha por la supervivencia. Dio la sensación de que ambos sufrían para mantenerse en pie y que el primer premio de Río 2016 sería para quien fuera capaz de mantenerse menos castigado físicamente. Así, en el tramo final, hubo más roturas de saque que servicios ganados. Intercambios más largos, tiros profundos y dejadas eternas para el adversario. 

A la escena contribuyó el público. Agitado y generoso, cada vez más metido en el partido y solidario con su favorito.

Del Potro y Murray, abrazados en la red tras la final. Reuters

El cuarto set -después de la dos remontadas de Del Potro- fue prueba de todo ello. Acaparó todo el dramatismo sobrepasadas, de largo, las tres horas de partido. Rostros desencajados, andares pausados y tiempo, mucho tiempo entre un punto y otro en busca de respiro. Fue el tramo final de un choque jugado a tirones. Del Potro, que afrontó el compromiso con una desventaja de cinco derrotas en siete partidos, no jugaba contra el segundo jugador del mundo desde que le batió en Indian Wells.

Andy Murray rompió pronto y abrió una brecha hasta el 4-1. Pero quedaba mucho partido. Del Potro hacía tiempo que había sentido que este era su momento y poco a poco dio alcance al británico. El escocés, no obstante, volvió a romper y cerró el set al resto. Del Potro reaccionó. El argentino tomó carrerilla y su ventaja fue significativa. Aún fresco, estaba protegido por un servicio poderoso. Y la derecha le funcionaba a la perfección. No llegó el campeón a tiempo de equilibrar la situación y el set fue del sudamericano por 6-4.

El tenista de Tandil, ahora instalado en el puesto 141 del ránking, consecuencia de su larga ausencia por la lesión de muñeca, se dio un respiro. Y Murray lo aprovechó. Perdió efectividad y puntería Del Potro y sus errores facilitaron una victoria solvente de su adversario. La duración empezó entonces a hacer estragos en ambos. Con menor precisión en el cuarto set cada uno cedía su saque de forma consecutiva. Los cuatro primeros juegos cayeron del lado del restador. Murray aguantó el tipo. Del Potro se situó con 5-3 y el saque de su lado. Pudo cerrar el set y alargar el juego.

Las fuerzas eran ya escasas. El escocés, que ha madurado en esto, mantuvo el tipo. No solo se defendió, sino que ganó cuatro parciales de carrerilla para dar un giro a la situación y cerrar el triunfo de oro, que le mete de lleno en la historia.

El argentino Del Potro, agotado. Reuters

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