Por primera vez desde 2004, España no tendrá representación en la prueba de equipo de natación sincronizada de los Juegos de Río. Un fracaso estrepitoso de una de las pruebas fetiche del medallero español, que en los últimos dos Juegos –Pekín 2008 y Londres 2012- ha dado dos preseas en cada ocasión, pero que en Río sólo tendrá representación en dúo. ¿Por qué? Analizamos los motivos del jarro de agua fría que acaba de bañar a las nadadoras españolas, y a sus técnicos.



La lesión accidental de Ona Carbonell

En un entrenamiento el viernes, la líder del equipo se dio un fuerte golpe en la cabeza al chocar en un salto con otra compañera. Un susto que le produjo un corte y unos mareos que, aunque le permitieron competir en el equipo el sábado en la rutina técnica, le impidieron tirarse a la piscina el domingo para la final por “mareos y desorientación cada vez que se coloca boca abajo en el agua”. Una nadadora experta y con tablas, como lo es Ona, aporta serenidad y empuje al resto justo en el momento en que más lo necesitan. Sin Carbonell liderando, España perdió una referencia vital para intentar alcanzar los dos puestos que separaban al equipo de conseguir la plaza para Río.



Relevo generacional en el equipo

Lo reconocía la propia Ona tras el Mundial de Kazán de 2015, cuando el equipo terminó en quinta posición. “El equipo no sólo es joven, es inexperto”. Las ocho nadadoras que buscaban billete para Río fueron Paula Ramírez (que sustituyó a Ona), Alba Cabello, Clara Basiana, Paula Klamburg, Sara Levy, Meritxell Mas, Cristina Salvador y Cecilia Jiménez, un equipo joven y que salvo Alba y Paula, no ha estado nunca en unos Juegos.

Casi el 70% de las nadadoras que lograron el bronce en Londres 2012 y la plata en el Mundial de Barcelona se retiraron justo después de esta cita. A partir de ahí, los resultados de este joven combinado han ido cayendo. Quintas en el Mundial de Kazán 2015, ya entonces se dieron las voces de alarma ante la posibilidad de bajar del podio en Río.

La técnica del equipo, Esther Jaumá, reconocía que el hecho de tener un equipo tan joven no ayudaba demasiado. “Hemos perdido (porque se han retirado) a las mejores nadadoras, a las más expertas, las que saben afrontar el estrés de la competición. Tenemos ahora un equipo similar al que España tenía en 2003, cuando luchábamos por entrar en el podio. Pero con una diferencia: aquellas chicas querían subir a un podio por primera vez, las de ahora tienen miedo de bajarse”, explicaba.



Un relevo generacional que siempre es necesario, pero que siempre trae, también, bajones en el rendimiento. Un equipo joven, que tiene de media 24 años, y que tiene mucho por crecer, pero que compite con países como Japón o Ucrania, que ya han pasado por ese relevo generacional y que son ahora claras favoritas para acompañar en el podio de Río a Rusia y China.



Rutinas que no convencen a los jueces

La natación sincronizada es, como todos los deportes en los que puntúan jueces, muy subjetiva, y en esta modalidad tienden a marcarse referencias en competiciones previas. Hasta el Mundial de Barcelona 2013, España era percibida por técnicos y jueces como un equipo que tenía que estar en el podio, y los resultados acompañaban, acabando siempre en segunda o tercera posición. Desde entonces, los jueces parecen haber colocado a España en la quinta plaza (Kazán 2015, Preolímpico de Río), otorgando a Japón y Ucrania esa condición de “aspirante al podio” de la que antes gozaba España, un escalón por debajo de las potencias, como ya le pasó a nuestro país hasta 2003.



Cambio de rutinas y de técnicos

Tras los Juegos de Londres 2012, donde España obtuvo la plata en dúo –Ona Carbonell y Andrea Fuentes- y el bronce en equipo, el presidente de la Federación española de Natación destituyó a Anna Tarrés, entrenadora de la selección de sincronizada, argumentando que “no todo vale para conseguir el oro”.

Tras la traumática marcha de la fundadora del equipo español, la sincro española quedó al mando de Esther Jaumá y Ana Montero como seleccionadora una y directora técnica la otra, ayudadas por un equipo técnico internacional, expertos en coreografías… y, sin embargo, los resultados no han acompañado del todo.

La sensación es agridulce. Por un lado, el éxito de Ona Carbonell y Gemma Mengual en el dúo augura una posible medalla para España en Río. Por otra, el fracaso del equipo supone un tremendo jarro de agua fría que en la Federación verán ahora cómo afrontar. Las nuevas coreografías, el nuevo estilo y las nuevas planificaciones puestas en marcha por la sincro española en los últimos dos años han funcionado sólo en parte. Conseguir el oro olímpico que auguraba Carpena, presidente de la Federación, tras el Mundial de Kazán, parece ahora más lejos que nunca.

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