John Daly no solo ha sido uno de los golfistas más carismáticos del circuito, también se ha convertido en un símbolo de cómo una fortuna deportiva puede desvanecerse entre el ruido de los casinos y las luces de Las Vegas.
Entre 1991 y 2007, calcula que perdió alrededor de 55 millones de dólares en apuestas, una cifra que él mismo define con una sola palabra: "estupidez".
El estadounidense irrumpió en la élite con su triunfo en el PGA Championship de 1991 y el Open Championship de 1995, dos majors que lo catapultaron a la fama y a los grandes cheques de premios y patrocinios.
Mientras el mundo del golf celebraba a aquel pegador rubio y desinhibido, el dinero comenzó a fluir con la misma facilidad con la que él despachaba drives de más de 300 metros.
En su autobiografía, Daly admite que, cuando dejó el alcohol, encontró algo que lo enganchó igual o más: el juego. "Lo que encontré fue el gambling", escribe, recordando incluso el aviso que recibió en un centro de rehabilitación en 1993: encontraría algo que amaría tanto como beber, y tendría que tener cuidado.
Tras el alcohol, el juego
Durante años, Daly fue un habitual de las salas de high rollers, capaz de jugar hasta siete manos de blackjack a la vez, con apuestas de entre 5.000 y 15.000 dólares cada una.
También se obsesionó con máquinas tragaperras de 5.000 dólares por tirada, convencido de que podría recuperar en minutos lo que había perdido en horas.
John Daly jugando al golf.
En una ocasión, tras ganar 750.000 dólares en un torneo en el que perdió un playoff ante Tiger Woods, condujo directamente a Las Vegas y dilapidó 1,65 millones de dólares en apenas cinco horas, principalmente en slots de alto límite.
"Si no controlo mi juego, va a destruirme por completo", reconoce en su libro, donde cifra sus pérdidas en un rango de 50 a 60 millones de dólares solo por apuestas.
Años después, sentado ante sus declaraciones de impuestos, Daly decidió hacer cuentas con su pasado y descubrió que el agujero era aún mayor.
Según explicó, al revisar sus registros fiscales llegó a la conclusión de que, en realidad, había perdido alrededor de 90 millones de dólares en juego, frente a unos 35-45 millones ganados, lo que dejaba un saldo negativo cercano a los 50 millones.
"Fuimos línea por línea en mis impuestos porque realmente no sabía cuánto era", recuerda el golfista, que en una entrevista resumió el balance con crudeza: "Perdí unos 98 millones y gané unos 45; así que, sí, perdí alrededor de 50 millones".
Ante la pregunta de si se arrepiente, en otra ocasión se limitó a responder: "Man, lo pasé genial", una frase que ilustra el tono desafiante con el que mira esa etapa.
Daly admitió que pasó una década entera pagando deudas de casinos con dinero de patrocinios, apariciones y eventos corporativos, "reventándose" a viajes y compromisos comerciales en lugar de invertir horas en su juego o su familia.
Hubo momentos en los que, estando arriba millones en la mesa, se negaba a levantarse y terminaba devolviendo gran parte de las ganancias al casino, un patrón que él mismo ejemplifica con otra confesión: "En una ocasión estaba 5 millones arriba, pero perdí 2 millones porque no quería levantarme".
