Mientras Michele Wie aprovecha sus días de vacaciones para jugar al golf vistiendo una minifalda y un top que dejaba su ombligo al aire, en algunos de los clubes más antiguos del mundo siguen votando entre sus socios si deben admitir a las mujeres o no. Es el lado oscuro de un deporte maravilloso que se perjudica a sí mismo tanto como los estereotipos que no se cansa de alimentar, empezando por la absurda polémica que el estadounidense Rickie Fowler ha comenzado sin intención de ello en el primer torneo de 2018 en el PGA Tour.

El estadounidense, ahora con el cartel honorífico de mejor jugador del mundo sin un grande tras la victoria de Sergio García en el Masters de Augusta del pasado año, se presentó en el tee del hoyo 1 de Kapalua Golf, donde se disputa el Torneo de Campeones, con un camisa hawaiana, desabrochados los botones superiores, la camisa por fuera del pantalón y... ¡Se armó la gorda!

Probablemente el golf es el único deporte donde existen las 'reglas de etiqueta'. Es cierto que todos los deportes tienen ciertos códigos a respetar y que quienes no lo hacen son calificados, según el deporte, como violentos, sucios o maleducados. Bien, esas normas de cortesía sí están escritas en el mundo del golf, son válidas para profesionales y amateurs y hacen referencia al sentido común y a una educación básica. Responden a cuestiones tan peliagudas como ceder el paso cuando tu partido se retrasa, a la mejor forma de marcar la bola en el green para no molestar a los compañeros de partido y también hacen referencia a la vestimenta.

Esas normas suelen establecer -al menos de forma mayoritaria en España- la obligación de utilizar prendas con cuello -polos o camisas deportivas- y la prohibición de utilizar jeans y pantalones vaqueros por una cuestión de comodidad. Sin embargo, en el todo el mundo, cada club tiene la posibilidad de establecer sus propias 'reglas locales'. En algunos sitios hacen referencia a obstáculos que entran en juego, a marcas en el campo diferentes a las habituales para señalar dónde se puede jugar y dónde no y, en algunos sitios, también hacen referencia a la vestimenta fijando sus propias normas.

La etiqueta o la cortesía en el golf no debería sin embargo ser motivo de polémica por una imagen tan inocente -en realidad forma parte de la campaña promocional de Puma de su nueva línea hawaiana- como la de un jugador profesional con dos botones desabrochados y la camisa por fuera. En realidad, Rickie Fowler, el hombre al que Puma vistió de naranja fluorescente durante la mitad de su vida profesional, debería ser considerado el mejor ejemplo del mundo del golf, el hombre al que habría que promocionar más que criticar.

Fowler es joven, muestra un comportamiento más que ejemplar en el campo incluso en competiciones tan calientes como la Ryder Cup -de la que es un fijo en los últimos años- y es un absoluto referente para los jóvenes estadounidenses y del resto del mundo -precisamente por su juego y su forma de vestir- con los que emplea miles de horas al año firmando autógrafos en los lugares más insospechados. Y sin embargo se ha escrito tanto de su ropa naranja o sus botas altas diseñadas por Puma como de los éxitos que ha tenido en su vida.

Por desgracia hoy se hablará más de su camisa hawaiana que de sus dos birdies y un eagle en los últimos cinco hoyos para terminar con menos cuatro y liderato a tiro. Por desgracia, lo absurdo, lo estúpido y lo rancio que hay en el golf hoy ha ganado el partido.

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