Que el partido Barcelona - Las Palmas se jugaba el 1 de octubre, día en el que se celebraba el referéndum independentista, declarado ilegal por el Tribunal Constitucional, se sabía desde el 4 de septiembre. Fue ese día en el que la Liga oficializó la fecha del encuentro (16:15 horas). Entonces no se sabían los términos de la consulta, ya que faltaban dos días para que se aprobara la ley, también suspendida por el TC, en el Parlament en un polémico debate, pero si se sabía que sería un día 'caliente' en Cataluña.

Ni un mes antes ni el mismo 1-O la Liga de Fútbol Profesional (LFP) no vio relación entre el partido de fútbol en el Camp Nou y los posibles altercados que se producirían en Barcelona y dio el visto bueno a la celebración del encuentro en un estadio que últimamente es otro escenario del independentismo catalán, quizá el más potente de todos los que haya por la repercusión internacional del Barça.

Ese fue el gran argumento de Josep María Bartomeu, presidente culé, para explicar el esperpento que el Barcelona protagonizó este domingo, prohibiendo a los aficionados entrar al Camp Nou y dejando helado su duelo ante Las Palmas, en el que no hubo público. "Jugamos a puerta cerrada no por problemas de seguridad, que está garantizada, sino para mostrar nuestra disconformidad", explicó Bartomeu, que aseguró que querían mostrar que Cataluña vive un momento "excepcional" y que el Barcelona estaba "dando nuestro apoyo a todos los que están padeciendo esta falta de libertad de expresión".

El Camp Nou vacío durante el Barcelona - Las Palmas. REUTERS

Esa medida tan controvertida llevó a dos directivos del Barcelona a dimitir. Carles Vilarrubí, vicepresidente, y Jordi Monés renunciaron a sus puestos al estar en contra de la decisión de jugar sin público ante Las Palmas. Querían que directamente se suspendiera el encuentro, primera idea del club azulgrana. El deseo de los culés, tal y como confirmó Bartomeu, siempre fue el de suspender el encuentro. Pero se enfrentó ante dos negativas contra las que el máximo dirigente no pudo: la Liga, que bajo ningún concepto aceptó aplazar a otro día (constató que la seguridad se cumplía por lo que no había motivo), y sus propios jugadores, que en su gran mayoría querían disputar este domingo el partido por lo apretado que está el calendario.

Apoyo a la independencia... pero sin perder los puntos

También se enfrentó el Barça a la realidad: suspender unilateralmente el partido (es decir, no presentarse ellos, ya que LFP, RFEF y Las Palmas si querían jugar) suponía una sanción deportiva muy potente: seis puntos menos en la clasificación además de la multa económica. Y ahí entró el conflicto: apoyo a la independencia mucho, condena de lo ocurrido en su ciudad, también, pero en el momento en el que había una sanción lo único que quedaba era recular y aceptar jugar. ¿Por qué a puerta cerrada? Para mostrar la situación que vivía Cataluña, aseguraron. Y sin pensar, claro, en aquellos que habían comprado su entrada y que llegaron de todas las partes del mundo. La decisión la tomó el Barça de forma unilateral. Para eso no llegó la democracia.

Entre los que exigieron a la directiva jugar fueron los jugadores. "Se barajó no jugar pero a nivel deportivo nos perjudicaba mucho", reconoció Busquets. En el esperpento general, ese deseo de los jugadores colisionó con los aficionados más radicales del Barcelona, aquellos que se sitúan en el fondo norte, detrás de una portería. Estos hinchas querían que el partido no se disputaron y aseguraron, a través de un comunicado, que si se hacía con público invadirían el Camp Nou en el minuto 1. Según ha podido saber EL ESPAÑOL, estos ultras han amenazado a los jugadores del Barcelona que querían jugar. Los próximos días serán calientes.

A pesar de que se sabía desde hace un mes que el partido coincidía con la consulta ilegal y que en los últimos días ya se avanzó los incidentes que habría en Barcelona, la Liga no cambió el día del partido entre culés y canarios. Se podía haber disputado el sábado, ya que a partir de la próxima semana no hay ningún compromiso (es semana de selecciones).  

Los aficionados del Barcelona no pudieron entrar al Camp Nou. REUTERS

Toda la polémica llegó horas antes del encuentro, cuando la Junta Directiva del Barcelona convocó una reunión de urgencia a las 12:30 horas. De ahí salió la decisión de no disputar el partido, pero la Liga y Federación les dejó claro, tras conocer el informe de los Mossos en el que garantizaban la seguridad, que el encuentro debía jugarse. Fue cuando el Barça volvió a retar, otra vez más, al fútbol español.

Otros casos en los que el Barça retó al fútbol español

No es la primera vez que el club azulgrana quiere crear una normativa paralela con el ánimo de estar por el bien y el mal. Ya en el año 2000, y con Guardiola de capitán, el Barça se plantó en el partido de vuelta de las semifinales de Copa y se negó a jugar al esgrimir que no tenía jugadores suficientes. Había perdido 3-0 en la ida en el Calderón. El Comité de Disciplina Deportiva excluyó al Barça de la siguiente edición de la Copa, pero Ángel María Villar, como medida de gracia tras ser reelegido, les indultó.

También en 2010 el Barça protagonizó otro esperpento llegando tarde a un partido en Pamplona y después, ya con Guardiola de entrenador, utilizando el victimismo catalán: "Nosotros somos de un sitio, de un país llamado Cataluña ahí arriba y estamos ahí, pintamos poco", dijo Pep.

El Barcelona había planeado su viaje en el día, a pesar de que ya sabían que España estaba en una gran huelga de controladores aéreos. A pesar de ello, Guardiola no cambió su plan y quiso viajar en avión. Ante la imposibilidad, acabó yendo a la capital navarra en tren y bus. Llegaron a El Sadar a las 20:02 horas, cuando el partido debía comenzar a las 20:00. Al final, comenzó con 45 minutos de retraso. Tampoco hubo sanción.

Este domingo, cuando Cataluña vivía una de las jornadas más polémicas de su historia reciente, el Barcelona quiso volver a encabezar al movimiento independentista. Cerró el Camp Nou al público sin ningún argumento deportivo o de seguridad y puso a su estadio como un lugar más de la jornada que vivió la sociedad catalana.

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