Las grandes competiciones europeas se están convirtiendo en cotos cerrados. No solo es que el Real Madrid y la Juventus hayan sido finalistas en los dos últimos años, sino que la Fase Final de la Euroliga que comenzará el viernes en Estambul, repite los mismos equipos y las mismas semifinales -ya veremos si los mismo finalistas- que la de 2105 en Madrid. Una tendencia que parece acentuarse cada vez más.



Y es que las apariciones de equipos que no pertenecen a las grandes ligas ha desaparecido por completo en la competición futbolística. Ni siquiera uno de los grandes de Europa, el Ajax está cerca de asomarse. Atrás quedaron los tiempos en los que equipos rumanos, yugoslavos y franceses ganaban la Copa de Europa. El último equipo modesto en conseguirlo fue el Oporto hace ya trece años. Desde entonces y cada vez con más frecuencia, los dos españoles, el Bayern, y el campeón italiano de turno se reparten el título. ¿Quién domina hoy en Europa? El dinero. Solo los ingleses son incapaces de rentabilizar los grandes ingresos.



Y otro tanto podríamos decir del baloncesto. Cambiemos al Bayern por el CSKA de Moscú, a los italianos por los griegos y a los turcos por los ingleses. Con el verso suelto del Maccabi (como el Atlético de Madrid), el esquema se repite de forma asombrosamente idéntica.



O quizá no es tan asombrosa. La sentencia Bosman trajo un gran cambio al modelo de las ligas europeas: la libertad de mercado. Todos los clubes saludaron con agrado una normativa que les regalaba un mayor mercado de jugadores y, por lo tanto, una mayor posibilidad de ser competitivos. La hegemonía de los grandes estaba en entredicho.



Por desgracia para ellos, el efecto fue el lógico, el contrario. Claro que los clubes tenían un mercado más abierto, pero los grandes tenían acceso, no solo a fichar a los mejores jugadores, sino a deshacer a los equipos que estaban creciendo. De esta forma, los equipos cuya presencia en el palmarés europea se debía a su trabajo con los jóvenes -como el citado Ajax en fútbol o los equipos yugoslavos (Jugoplastika, Cibona y Partizán) en baloncesto- dejaron de convertirse en enemigos.



En definitiva, el dinero suplió el trabajo con la cantera, que ha quedado como un complemento en el planteamiento de los clubes. El Barcelona hizo de ella su bandera y el Madrid parece que le va a sacar un rendimiento con esta nueva generación, pero también en esta faceta los poderosos tienen la ventaja, ya que son los únicos que pueden retener a sus estrellas emergentes.



No parece que esta dinámica vaya a cambiar. Al contrario, sus tendencias amenazan con hacerse casi definitivas y cercenar las posibilidades que no cumplan las condiciones. Aparecen siempre los mismos, y no aparecen más porque, en ocasiones, como el Madrid y el Bayern esta temporada, se cruzan antes de tiempo. Al contrario que a las ligas profesionales estadounidenses que buscan sistemas compensatorios para equilibrar la competición y que los mercados grandes no la acaparen, a las ligas europeas no parece preocuparle el asunto. Es más, parecen estar encantadas con lo que sucede. El tiempo dictará si su posición es la más adecuada para el desarrollo de sus campeonatos o si el resto de los aficionados europeos terminarán hartándose de que sus equipos no tengan ninguna posibilidad de cumplir un sueño: levantar la Copa de Europa.