El 28 de noviembre de 2016, 71 personas fallecieron en el vuelo Lamia2933 que llevaba al Chapecoense a jugar la Copa Sudamericana. Seis sobrevivieron. Tiempo después, Rafael Henzel, con las heridas externas cerradas pero las interiores aún por cicatrizar, se sienta a hablar con EL ESPAÑOL para hablar de su libro ('Vive como si estuvieses de partida') y, de paso, de aquel día trágico. Sus palabras no tienen desperdicio. Son eternas, como lo vivido dentro de aquel avión.  

La primera pregunta es obligada ¿cómo está?

Estoy muy bien, he vuelto a jugar al fútbol, lo que quiere decir que ya no tengo miedo a llevarme un balonazo en las costillas, que me partí siete; y los pies ya los tengo bien. Psicológicamente estoy tranquilo. A veces vienen recuerdos, me emociono, la situación duele por los otros, pero personalmente estoy muy bien. Antes soñaba, tenía pesadillas, pero ya lo tengo controlado, cada uno de estos 201 días he hablado del accidente, eso ayuda también. Estoy muy feliz de contar un poco de mi nueva vida.



¿Usted ha visto las imágenes de cómo quedó el avión después del accidente? Verdaderamente resulta increíble que alguien haya sobrevivido.

Estuve allí, recorrí todo el trayecto el día 9 de mayo (el accidente fue el 28 de noviembre de 2016). Lo que pasó es que la fila en la que yo estaba se quedó suelta tras el impacto, separada del avión que continuó otros 200 metros. Pero simplemente estando allí, viendo esos árboles entrelazados, lo difícil del terreno, el fuselaje destruido del avión, cómo el avión se estrelló contra el barranco…, teóricamente era imposible que nadie sobreviviera, por eso estoy agradecido de haber ido. Cada paso que di por el lugar del accidente fue un agradecimiento por estar vivo.



¿En qué momento fue consciente de la situación?

El vuelo iba aparentemente bien hasta que se apagaron las luces y las turbinas. Se encendieron las luces de emergencia. Me alarmé y me abroché el cinturón. Cinco minutos después del accidente me desperté y ya me di cuenta de todo lo que pasaba. Ya vi que estaba en un lugar alto y que no podría ser rescatado por delante sino por detrás. Aún no conocía el tamaño de la tragedia.

Avión siniestrado.



¿Ya supo que había bastantes muertos? (En el avión había jugadores y directivos del Chapecoense, periodistas y personal de vuelo. Murieron 71 personas. Rafael fue el único periodista que se salvó).



No de que había bastantes, pero los que estaban cerca, estaban muertos. Yo tenía una persona a cada lado muerta, brazo con brazo. Era como si nos hubieran colocado allí en un escenario, atados a los asientos en medio de la nada y lejos del resto del avión, que había continuado la trayectoria del impacto. Eran personas queridas. Es indescriptible; tú estás vivo y los que están a tu lado no. Pero tenía confianza en que iba a ser rescatado. Tardaron 5 horas, pero me rescataron.



¿Tuvo miedo?



No, el único momento de miedo fue antes del impacto cuando se apagaron la turbina y las luces, después confié mucho. Nunca se me pasó por la cabeza morir. Estaba vivo, era lo único que pensaba, en eso y en el rescate, y el rescate llegó.



Y ahora ¿tiene miedo a volar?

No, enfrenté mis miedos. Volví a volar 15 días después durante 9 horas para volver a Brasil. 50 días después del accidente ya estaba volando en vuelo comercial. Y no he dejado de hablar ni un día sobre el accidente. Eso me ha ayudado mucho.

Los jugadores que sobrevivieron (o que no viajaron) lloran durante el homenaje.

Todos tenemos mucha fuerza, pero a veces no enfrentamos los problemas, y los problemas no son graves. Yo lo he conseguido y lo explico en el libro, las personas no podemos dejar nuestros miedos escondidos en un cajón. Todos tenemos pequeñas tragedias en nuestro día a día, personal y profesionalmente, con desengaños amorosos, pero no son problemas. Todo tiene solución.

Pero usted está comparando problemas banales con su experiencia de vida o muerte…

Sí pero es que muchas veces convertimos ese pequeño problema en gravísimo, lo sobrevaloramos, gastamos mucha energía, y el problema es mínimo. Contar la experiencia, conversar, respirar a fondo, va a resolver el problema. En el trabajo, en casa, en la calla se pide poca ayuda. En mi nueva vida, por así decirlo, me he vuelto más intolerante a la intolerancia, con la gente que discute por religión, por cuestiones políticas, por tensiones futbolísticas… Es absurdo.



Ya se ha preguntado ¿por qué yo y no los otros? Usted y otras cinco personas sobrevivieron y 71 murieron…

No me lo he preguntado, estoy seguro de que no voy a obtener la respuesta. Sólo puedo agradecer. No soy ni más ni menos que cada uno de los que estaban allí, por eso no puedo intentar entender lo que ocurrió, sólo puedo agradecer. lo hago todos los días.



¿Cómo está siendo la respuesta a su libro?

Muy calurosa. En el momento del accidente y la recuperación mucha gente rezó por nosotros, nos mandó buenas energías. Por donde vaya voy a dar un abrazo a la gente que se acerque, en España, Brasil, Colombia, donde sea. Sé que lo que pasó es un milagro de Dios, pero hubo intercesión de muchas personas. Cuando abrí mis redes sociales 7 días después del accidente, percibí una fuerza muy grande con los mensajes de apoyo, vi que la gente estaba conmigo. Si mi familia quería que me recuperase, si los médicos querían, si el público del mundo quería que yo me recuperase, ¿por qué no voy a querer yo? Una semana después ya estaba convencido. Gracias a Dios estoy aquí.



Al final lo que pasó con el accidente fue un fallo humano por avaricia. Podría haberse evitado. ¿Siente rabia?

Fue una secuencia de errores, de quien aprobó el programa de vuelo, de quien no contó que anteriormente había aterrizado con poco combustible, del propio piloto… Quiero que esas personas paguen criminal o financieramente para las víctimas que están con dificultades. Para los que perdieron sus padres, sus hijos o sus amigos. Pero no puedo tener rabia, y quedarme con heridas en el corazón. Todo el mundo en este plano o en otro van a pagar por lo que hicieron, estoy seguro.



¿Cómo va a ser su vida ahora?



Normal. Físicamente, estoy bien, la espalda ya me dolía antes…(ríe). Pero cualquier lesión que pueda haber quedado, como la cicatriz en la cara es nada comparado con el hecho de estar vivo. Sigo con mis intervenciones en radio, en televisión… Este libro está siendo un gran estímulo para intentar consolar a los demás. La vida es leve para que la hagamos pesada. La vida es un soplo y la transformamos en pesadilla sin ninguna necesidad. Yo estoy feliz de la vida por estar aquí.

Homenaje a los jugadores del Chapecoense.

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