No es la Champions. No, no lo es. Pero sabe muy bien. Quién lo va a negar. Esta Europa League, por lo que significa y por cómo ha transcurrido la temporada, es como encontrar agua en el desierto. Porque el Atlético, tras caer en la primera fase de la máxima competición europea, se pudo venir abajo. Por qué no. Sin embargo, llegó a la Europa League –perdón, “a la mierda de Europa League”– y se conjuró para ganarla. Compareció ante rivales rutinarios, coleccionó victorias, acumuló goles y, tras ganar al Arsenal, se vio campeón. Esperaba el Marsella en la final. Y se vio favorito, para qué vamos a negarlo. Y lo corroboró sobre el césped con dos goles de Griezmann y otro de Gabi [narración y estadísticas: 0-3].

Simeone: “Volver a ganar es mucho más que la Europa League”

Esta Europa League, además, era necesaria para el Atlético por muchos motivos. En primera instancia, porque la temporada lo merecía –“la más complicada desde que llegué”, reconoció Simeone–. Sin fichajes en verano, con más jugadores saliendo que entrando… el conjunto rojiblanco se sobrepuso a todo lo que vino. Mantuvo la segunda plaza en Liga y se plantó en esta final  para brindarle un título a Torres, darle argumentos a Griezmann para quedarse y a la afición que esto no es más que una parte del camino. Que lo mejor, obviamente, está por venir.

Esta vez, el sufrimiento se redujo a los primeros 15 minutos. “Van a salir a presionar e intentar hacer un gol pronto”, anticipó Simeone en la rueda de prensa previa. Y eso es lo que hizo el Olympique, que tocó, creó ocasiones (un disparo de Payet, varias incursiones de Thauvin…) y mantuvo al Atlético metido en su campo. Pero esas buenas sensaciones se diluyeron pronto. En el minuto 20, un fallo de la defensa acabó con cualquier plan de los franceses. Griezmann recibió la pelota y le ganó un mano a mano a Mandanda para hacer el primero. El equipo de Simeone golpeó en cuanto pudo. Y, claro, con el marcador a favor, empezó a crecer poco a poco hasta controlar por completo el partido antes del descanso.

Pero esa no fue la única mala noticia de la primera mitad para los franceses. Payet, que quiso romper la maldición, tocó la copa antes de saltar al césped. Pues bien, se lesionó en el minuto 30. Pidió el cambio y fue sustituido por Maxime López. Griezmann, que había marcado previamente, fue a abrazarlo. Dio igual. Sin su estrella, el conjunto de Rudi García se vino abajo. De pronto, el Atlético empezó a llegar a todos los balones divididos y los franceses erraron a la hora de dar el balón. El partido tornó del lado colchonero en el mejor momento posible: antes de terminar la primera mitad.



Y el tercer golpe llegó nada más comenzar la segunda mitad. Esta vez, Koke la puso y Griezmann, de nuevo, en el mano a mano con Mandanda, definió a la perfección para poner el segundo. Y, a partir de entonces, el Atlético ya no encontró rival. Con Payet en el banquillo y el Atleti controlando, el Marsella ni encontró reacción ni aliento para seguir y acabó capitulando ante un Atlético inmensamente superior, que puso la guinda con un último tanto de Gabi. En fin, un campeón de Europa League con nivel de Champions.