No hay (todavía) revolución en el fútbol europeo. Una aburrida pero eficiente Portugal devolvió a la realidad este miércoles a Gales en Lyon tras un enfrentamiento que alcanzó cotas interesantes en la primera parte pero fue destrozado en el segundo por la pegada de Ronaldo y Nani. Fueron apenas tres minutos: la selección de Bale nunca pudo recuperarse del impacto.

El encuentro comenzó con buen ritmo y un ambiente impresionante en la grada. Ambas selecciones escogían la vía más directa al área (centros largos, con poco toque centrocampista). La baja de Pepe era una invitación al asedio galés, aunque Bruno Alves, su sustituto, terminaría cuajando un digno partido. La ausencia de Ramsey, mientras tanto, no se notaba mucho en la selección británica, en la que Andy King asumía junto a Bale la responsabilidad en la generación de fútbol.

Los ‘Dragones’ fueron superiores en la primera mitad. Joe Allen había visto una tarjeta amarilla en el minuto 7, pero fue el jugador con más peso en la mitad de campo. Bale bajaba al centro para entrar en contacto con la pelota permanentemente: con libertad absoluta para desplazarse por el campo, pletórico en su liderazgo del equipo, era sin duda el futbolista más determinante del encuentro.

La suplencia de Gomes fue bien aprovechada por Joao Mario, que asumió el mando en la creación y gozó de la primera ocasión con un disparo en el minuto 15. Cristiano parecía fuera de sitio: empezó partiendo desde la izquierda, como es su costumbre, pero terminó en posición de delantero centro solo frente a tres centrales. Aunque Collins le cometió un penalti no pitado en el minuto 10, su participación hasta el descanso fue casi testimonial.

Iniciativa galesa

La profusión de balones largos fue cayendo con los minutos. Gales, poco a poco, se hacía con la iniciativa del juego. Bale estaba por todas partes, en ataque y defensa: su primera cabalgada terminó con un disparo atajado por Rui Patricio en el minuto 22. Los británicos interpretaban un inteligente manual de la posesión, pese  a la presión rival, y el encuentro era interesante: un intercambio de golpes en el que Gales era más directo y más afilado. Por momentos, Robson-Kanu (todavía jugador del Reading) lucía maneras de ‘crack’. Disciplinada y dinámica, vertical pero no tosca, Gales mostraba autoridad pero apenas tenía ocasiones: el discreto encanto portugués. Condecorado por una oportunidad postrera de su líder, Ronaldo, en el 43 que anunciaría el desenlace final.

Zarpazo de Ronaldo

Tras el descanso, el partido se decantó con una celeridad impensada. La estrategia lusa surtió efecto muy pronto: en el minuto 50, un córner propició un gol canónico de Ronaldo, que se elevó por encima de los mortales para cabecear a la red de forma inapelable. La piña portuguesa describió el estado de ánimo de una selección acostumbrada a sacar oro de la nada. Cristiano, además, igualaba a Platini como máximo anotador de la historia del torneo. La efervescencia no se apagó: instantes después, Nani decidió desviar con olfato un remate de su capitán y arrastró a la debutante Gales al fango que otras selecciones con más currículum han pisado tantas veces: una derrota inmerecida en un torneo de alta competición por detalles, en apenas tres minutos de desconcentración.

2-0, minuto 53. Quedaba tiempo suficiente para la remontada, pero Portugal no sufriría demasiado. Comenzó a tocar entre cánticos eufóricos de su afición y supo mantener la calma: para una selección que no había ganado un solo partido en tiempo reglamentario, verse con 2-0 era el Edén. Coleman no cayó en la abulia: prescindió inmediatamente del mediocentro Ledley por el pánzer Vokes, pero el equipo estaba todavía atontado, así que diez minutos después había hecho ya los tres cambios (salió incluso Robson-Kanu). Su selección se reanimó, aunque el planteamiento era suicida: Joao Mario perdonó el tercero en un mal rehace de Hennessey.

El final del sueño

La armada galesa había tocado a rebato: aún quedaban 25 minutos para el milagro. Sin embargo, no llegó a conectarse de vuelta con el partido. El doble golpe había sido demasiado duro: estuvo más cerca Portugal del 3-0 que los Dragones del tanto esperanzador. El partido era un correcalles, pero la afición debutante seguía cantando como si fuesen ganando. Fernando Santos reemplazó a Renato Sanches – más apagado que de costumbre – por Moutinho para conservar el balón y Portugal disfrutó los diez minutos anteriores a la euforia pese al único susto de un tremendo disparo de Bale al filo del 80 (desviado por Rui Patricio).

No estaba Pepe, pero Fonte y Alves se bastaron para resguardar a su portero. El mérito de Gales había sido enorme, pero no lo suficiente para ser uno de los dos mejores equipos del continente. Bale, probablemente el jugador más completo del torneo, veía como su compañero Ronaldo (pese a todas las críticas) se mantenía incólume en el pedestal del fútbol continental, un año más.

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