No hubo ‘biscotto’ en Burdeos, aunque si alguien lo añora será la ‘Roja’. La selección española, que tan bien había jugado durante 180 minutos, fue superada en Burdeos por una Croacia repleta de suplentes cuyo rendimiento colectivo e intensidad individual rebasó el de un equipo poco fresco, afectado desde el principio por la inseguridad de De Gea y el impresionante partido de Kalinic, el suplente de Manzukic, en la delantera. [Narración y estadísticas: 2-1]

Croacia puso a prueba desde el inicio la salida del balón española. Muy agresiva y adelantada, notablemente descarada en ausencia de dos de sus grandes estrellas, los primeros compases ofrecieron ya una noticia: un equipo le discutía por fin la posesión a España (con algún pequeño susto defensivo incluido). La reacción de España, confundida durante seis minutos, fue ejemplar: Silva se inventó desde la derecha un pase al hueco en diagonal para Cesc, que en posición de falso `9’ tocó por encima del portero para que Morata remachase en boca de gol. 1-0, minuto 7. La grada española estallaba.

Un minuto después Silva (el mejor en la primera parte) se fue a la banda contraria y se inventó un centro con rosca que Nolito no logró precisar en su remate. A algunos tuiteros, y a numerosos españoles del graderío, les parecía que la ‘Roja’ podía tener un partido relativamente sencillo; se equivocaban. En el minuto 10 se escucharon unos ‘oles’ que no regresarían jamás a la cálida noche bordelesa.

Morata remata el único gol de España en el encuentro. Michael Dalder Reuters

Dos cosas hay que conceder a los balcánicos: la afición no dejó de animar en ningún momento y el equipo no alteró su planteamiento. Kalinic, enrabietado por esos primeros ‘oles’, probó a De Gea desde fuera del área y Perisic cabeceó alto en el córner subsiguiente. Croacia perdía, pero en diez minutos se había ganado el respeto continental por jugar de tú a tú frente al campeón sin Modric. Inmediatamente después de esa doble ocasión, el portero español falló en un control ante la presión de Kalinic, que tocó el balón para que Rakitic rozase el gol del torneo con una vaselina de libro que pegó en la cruceta y botó después sobre la línea. El rumor del estadio confirmó que, en efecto, nada estaba ganado.

A rachas

España, tan elogiada por su seguridad defensiva (diez partidos oficiales sin encajar goles), tuvo tramos de excelente juego ofensivo, con mención especial para Fábregas y Silva, más libres que en partidos anteriores ante la posición más retrasada de Iniesta y la competencia de Juanfran para apropiarse solo de toda una banda (por lo menos durante 85 minutos). La incidencia del canario, que se movió por todo el frente del ataque, fue mucho mayor que contra Turquía: de su talento y del hambre de Nolito, aderezados por el criterio de Fábregas, salió lo mejor del equipo en la primera mitad.

No se percibía, sin embargo, la continuidad de otros partidos: no había una idea que dominase de principio a fin, con mayor o menor acierto ante la portería. Croacia, aún sin Modric ni Mandzukic, daba miedo. El gol había llegado antes que nunca, pero España no estaba cómoda. Sólo la salida de balón rival, donde España robaba a veces con facilidad (notable el despliegue de Silva), recordaba la ausencia del cerebro madridista en la selección balcánica.

Pareció a la media hora de partido que Rakitic se desesperaba en ausencia de su socio y que el peso específico de España desnivelaría el partido definitivamente, pero el encuentro siguió siendo igualado, intenso, con fases de dominio alterno, perjudicada España por la inseguridad de su portero en dos o tres balones. Cuando España perdía la pelota no era feliz. Busquets se incrustaba en ocasiones entre Ramos y Piqué, como tercer central, dando cobertura a cualquier alegría ofensiva de un zaguero.

No era un partido para hacer pruebas

Una desatención de Morata privó del segundo gol a España al filo del desanso (tras un pase perfecto de Fabregas al hueco). E instantes después, en un momento bastante desafortunado y como culminación de una jugada aparentemente menor por la derecha, Kalinic se zafó de Ramos y remató de tacón en el área pequeña, con insultante facilidad, un centro de Perisic prolongado por Rakitic (que estaba en todas partes). España se iba al vestuario intranquila. Funcionaba en ataque, pero la seguridad defensiva se había disipado. Menos mal que no estaba Luka Modric. Del Bosque había acertado en una previsión: no era un partido para hacer pruebas. Una derrota metería a España en un campeonato completamente diferente.

Kalinic, en la jugada del primer gol. Efe

Croacia mantuvo su insolencia tras el descanso y tuvo a España en el área varios minutos, acongojada por la precisión de Rakitic eb cualquier centro y las dudas de un guardameta que sabía lo que le reservarían las redes sociales si España no ganaba. Del Bosque olió el miedo. Los españoles corrían detrás de los croatas y el seleccionador incluyó a Bruno por Nolito para equilibrar un equipo que llevaba minutos desnortado: el torero convertido de repente en toro.

El cambio serenó a España. Del Bosque reemplazó enseguida a un Morata comprensiblemente alterado tras la noticia de su vuelta al Real Madrid. Y el equipo, con una paciencia infiltrada por la prudencia, se dedicó a tocar en zonas poco peligrosas. Al fin y al cabo, el empate les valía a los croatas para alcanzar su sueño de batir a Italia en octavos de final.

Ramos estuvo a centímetros de anotar el segundo en un córner, mediada la segunda parte, cuando el ritmo del partido se había enlentecido lo suficiente como para evitar sorpresas en cualquiera de las áreas. La pujanza de los croatas en cada duelo individual era propia de equipo grande y su rendimiento una validación no sólo de su banquillo, sino de la generación que sigue a la de Modric y Rakitic.

Penalti fallado por Ramos

El árbitro holandés Kuipers se inventó entonces, en el minuto 70, un penalti inexistente a Silva que Subasic detuvo en un paradón con tintes de justicia divina. España tocaba, pero sufría para recuperar la pelota. Kalinic daba un curso de cómo juega un delantero centro y los contragolpes croatas tenían precisión suiza. No había aficionado de la ‘Roja’ que no firmase el empate en el minuto 75. Imprecisiones menores y rostros graves delataban el apuro del campeón ante la posibilidad de perder un encuentro crucial para el futuro del torneo: le condenaba a cruzarse con Italia, Alemania y Francia.

Sergio Ramos, tras errar el penalti. Efe

Croacia terminó el partido presionando la salida de balón en área española mientras a Antonio Conte probablemente se le torcía el gesto en el cuartel general de Italia ante la entidad de su rival de octavos (sumados Modric y Mandzukic). Juanfran y Fábregas buscaron a Adúriz varias veces por alto. Corluka se resintió de sus mareos y Del Bosque aprovechó para dar instrucciones y agua a sus hombres. Había que aguantar el resultado como fuese.

Sin Modric, Croacia había completado un espléndido partido ante una selección que había olvidado lo que es que le discutan la iniciativa en un partido. Perisic, minutos después, le dio un susto mayor todavía al técnico italiano finalizando una jugada en un balón que debió tapar De Gea. Los jugadores se acordaron en ese momento del Maracaná y de Chile. Pudo empatar Silva un segundo antes del pitido final, pero no sucedió. Croacia, merecidamente, había condenado al campeón a un vía crucis.

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