Después de que Islandia jugara su primer partido en su primera Eurocopa, Cristiano Ronaldo, que no pudo ganarles, les reprochó hacerlo con "una mentalidad muy pequeña". Al principio parecieron querer revolverse: qué quería que hiciéramos. Pero se enmendaron enseguida: el partido siguiente lo tiraron cuando estaban a punto de sumar tres puntos y de plantarse así en la siguiente fase. Lo hicieron a lo grande: a tres minutos del final marcaron en propia puerta el empate del que los húngaros no eran capaces. Saevarsson prendió fuego a la barcaza del pase a octavos cuando casi había llegado a la otra orilla. Un alarde formidable.

En realidad la grandeza se mide a través del tamaño de lo que cada uno está en disposición de quemar. Cuando comenzaron a levantarse las alfombras del saqueo de los ERE, la madre de Juan Lanzas, el conseguidor, proporcionó a la Guardia Civil las dimensiones de la extracción de su hijo con cierto orgullo materno: "Dinero para asar una vaca". Cuando terminó su partido contra Islandia, Cristiano había tirado diez veces a puerta sin haber conseguido nada. Sabía de lo que hablaba con su reproche a Islandia. Y sabía lo que se le venía encima desde Portugal. El penúltimo postureo consiste en la exhibición de un fastidio derivado de un lujo: "Lo mal que se aparca en Loewe", bromeaban ya hace años los amigos de un amigo.

Cristiano Ronaldo, después del partido contra Austria. Darren Staples Reuters

En esta Eurocopa de momento resultan insuperables los turcos, que han ido a Francia a exhibir que pueden asar la vaca con las astillas de Arda. Y ellos van hasta el final con la fiesta. Tanto, que en el partido contra España cundió la alarma por las pitadas al futbolista, pero en la grada rival. "Arda, Arda", coreaban los españoles, angustiados por que fuera demasiado tarde para detener el fuego. Después de meses pitando a Piqué, ellos se habían reconciliado ya en el partido anterior. Pero a Turquía le quedan apenas cenizas.

No todos pueden quemar lo mismo. Después del empate con Islandia, Cristiano aún tenía margen. Cuando el sábado contra Austria se encontró la pelota en el punto de penalti para ganar el partido, replicó el lanzamiento al poste de Juanfran en la final de Milán. Unos minutos más tarde sí marcó, pero se arregló para hacerlo en fuera de juego, mantener el empate, y dejar todo para el último día, quizá para el último instante. Hay tiempo (ya lo ha escrito Tallón). De camino al vestuario se encontró con un tipo que se había colado para hacerse un selfie con él. Tranquilizó a los de seguridad, tranquilizó al tipo, aturullado con el móvil, y se sacaron la foto. No he calcinado ni la mitad de lo que podría, parece estar diciéndonos. Otra cosa es cómo acabe Islandia, y lo que terminen diciendo sobre ellos las brasas.