“No estoy preocupado”, “podemos levantar esto”, “sólo necesitamos una victoria”, “voy a demostrar que puedo resolver estos problemas en situaciones difíciles”… Zidane lo tenía (tiene) claro. El Real Madrid iba (va) a reaccionar. Su experiencia le avala. Llegó al banquillo tras la destitución de Benítez, en un momento complicado, y acabó la temporada levantando los brazos para ganar su primera Champions como entrenador. Y el pasado curso, más de lo mismo. Tras los dimes y diretes y las dudas iniciales, su equipo acabó en el Bernabéu celebrando Liga y Copa de Europa (la segunda consecutiva). De nuevo, el amago de ‘hacer un Ancelotti’ quedó en simulacro. Fue el preludio del mejor año de la entidad, con cinco títulos en las vitrinas del museo..



Quizás todo esto sea cosa de Zidane o del club. Da igual. Lo cierto es que el conjunto blanco, en las dos temporadas que preceden a la actual, comenzó mal y terminó por todo lo alto. ¿Y este curso? Parece que puede ocurrir lo mismo, aunque con algunos matices. El Real Madrid comenzó la campaña con autoridad ganando la Supercopa de España y la de Europa ante Barcelona y Manchester United respectivamente. Brilló en un primer momento, pero fue cayendo lentamente en Liga. Casi sin querer, se fue dejando puntos y –a pesar de su triunfo en el Mundialito de Clubes–, volvió a la competición doméstica hasta quedarse a 19 puntos del Barcelona (con un partido menos).



Pero la primera vuelta ha pasado, y en esta segunda parece que todo ha cambiado. Tras ese fatídico partido contra el Villarreal (0-1), el Real Madrid ha reaccionado. Lo hizo contra el Leganés, sin hacer su mejor partido, pero cumpliendo con una victoria en los últimos minutos, como antaño (0-1). Y, de nuevo, el pasado fin de semana, contra el Deportivo, el conjunto de Zidane se alzó para espantar todos los fantasmas de un plumazo: marcó siete goles (7-1) y dio un golpe encima de la mesa.

Bale celebra su gol contra el Deportivo.

Ante el Deportivo, con la BBC en el campo 273 días después, el Real Madrid volvió a funcionar. Cristiano Ronaldo y Bale, ambos con un doblete, se auparon entre aplausos –y eludieron los pitos–; la defensa, herida en los últimos encuentros, se rehízo para conceder solo un gol y contribuyó al ataque con dos tantos de Nacho; y Modric, quizás uno de los señalados este curso, anotó y generó juego desde el centro del campo. El equipo, por fin, se pareció a aquel que arrolló al Barcelona en la Supercopa de España o al que se hizo con siete títulos en un año, el mejor de la historia de la entidad.

Ahora, el Madrid tiene que confirmar todo eso contra el Leganés. Ganó en la ida (0-1, tanto de Asensio) y tratará de hacer lo propio en la vuelta (miércoles, 21:30 horas). No le queda otra. La clasificación para las semifinales de la Copa del Rey significaría mucho para el club en este momento. En primera instancia, porque dejaría al conjunto blanco a tan solo tres partidos de levantar un título. Y, en segundo lugar, en caso de acceder a la final, la clasificación daría un importante impulso de moral de cara al encuentro contra el PSG.

Eso sí, el Bernabéu no verá sobre el césped a los jugadores que aplastaron al Deportivo el fin de semana. Zidane volverá a contar con la segunda unidad –la que ha llevado al Madrid hasta cuartos de final– de cara a clasificarse para las semifinales. Bale y Cristiano Ronaldo, por tanto, quedan descartados. En su lugar jugarán Borja Mayoral y Asensio. Marcos Llorente, como en Butarque, dirigirá al equipo en el centro del campo, y en defensa, Achraf, Sergio Ramos, Theo y Nacho o Varane completarán el equipo.

La segunda vuelta ha comenzado… ¿Y si termina con dos títulos: Copa del Rey y Champions?

Los jugadores del Real Madrid celebran el gol de Nacho. Reuters

Noticias relacionadas