Amelia del Castillo, pionera absoluta del fútbol español y referencia silenciosa para varias generaciones, murió este sábado en Barcelona.
Madre de Gemma Santos, periodista deportiva de la Cadena COPE, fue una figura rompedora y atrevida en el mundo del fútbol, y se convirtió en la primera mujer en presidir un club. Lo hizo en plena dictadura, ya que el 15 de octubre de 1963 fundó el Club Atlético de Pinto, un club que nació modesto y terminó convertido en símbolo.
No sólo lo presidió. También ejerció de entrenadora y delegada, y encadenó funciones porque nadie más iba a hacerlo por ella. Sostuvo al equipo a base de rifas, peticiones de ayuda y llamadas a puertas que entonces costaba imaginar que se abrieran a una mujer.
Una de ellas fue la del presidente del Atlético de Madrid, Vicente Calderón, que terminó apadrinando a aquel equipo de barrio con material, asistencia médica y apoyo para cerrar el campo y poder competir en regla.
Durante muchos años, la normativa federativa vetó a las mujeres como jugadoras, como entrenadoras y como árbitras. Amelia encontró la única rendija posible: la presidencia. Si no podía estar en el césped ni en la banda con un título oficial, se sentó en la silla desde la que se tomaban decisiones.
Lo hizo rodeada de comentarios despectivos, de etiquetas hirientes y de una condescendencia institucional que, sin embargo, nunca logró apartarla del foco principal: que el club sobreviviera. Mientras algunos discutían si era "normal" ver a una mujer en el banquillo de un equipo masculino, ella se ocupaba de que hubiera equipaciones, de cerrar amistosos, de resolver desplazamientos.
En 1973 primero, y finalmente en 1975, la presión política local se hizo insostenible. El alcalde de Pinto le planteó un ultimátum: o se marchaba o impulsaría la creación de otro club que condenaría al Atlético a la desaparición. Amelia eligió proteger la entidad que había levantado desde cero y presentó su dimisión. Renunció a su cargo para que el escudo sobreviviera a quien lo había inventado.
El tiempo, que tantas veces llega tarde, terminó reconociendo lo que la época le negó. En el año 2000 fue nombrada presidenta de honor del Atlético de Pinto y el estadio pasó a llevar su nombre, una reparación simbólica que ella vivió como el premio más grande de su vida.
Ese reconocimiento se amplió también desde su propia ciudad. El Ayuntamiento de Pinto aprobó por unanimidad concederle el título de Hija Predilecta, con palabras que la situaban en el lugar exacto: una mujer que cambió la historia del municipio y del fútbol, un ejemplo de que el esfuerzo y la pasión pueden abrir puertas que parecían blindadas.
Tras conocerse su fallecimiento, el consistorio ha decretado tres días de luto oficial, con las banderas a media asta.
