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Santi Cañizares se ha convertido en una referencia inesperada en educación financiera.

A través de podcasts especializados, el exportero del Real Madrid ha revelado cómo la burbuja inmobiliaria de principios de los 2000 arrasó el patrimonio de muchos futbolistas, y cómo él mismo estuvo al borde del desastre antes de aprender a gestionar su dinero.

Cañizares llegó a Valencia en 1998, en una época en la que el mercado inmobiliario ofrecía oportunidades que parecían garantizadas. Durante casi una década, cualquier inversión en ladrillo generaba rentabilidades espectaculares.

Las propiedades se vendían en tiempos récord, y los precios subían sin aparente justificación económica más allá del efecto burbuja. El contexto era tan favorable que, según su testimonio, bastaba con no cometer errores evidentes para multiplicar el capital.

"Cualquier persona que llegara a Valencia y viera un piso en la Gran Vía de 150 metros cuadrados -estaríamos hablando de lo que ahora son 180.000 euros-, pues esto lo puedo pagar y este piso nunca va a hacer daño aquí. Luego se vendió por cerca del millón de euros. Era bastante sencillo", recordaba hace unos meses en el podcast ¿Dónde invierten los futbolistas de élite?

Santi Cañizares, en su época en el Valencia

Pero en 2005 el escenario cambió radicalmente. Cañizares fue testigo de cómo sus compañeros en el vestuario fueron arrastrados por la debacle. Muchos de ellos, intoxicados por la facilidad del dinero, habían sobreendeudado sus patrimonios. Las parcelas que poseían, valoradas optimistamente en millones de euros durante el boom, se convirtieron en activos tóxicos.

"He visto a compañeros con parcelas que decían 'esto vale 3 millones de euros' y luego no valía nada. Mucha gente se arruinó porque estaba apalancada por encima de sus posibilidades", señala con dureza en el mismo podcast.

La propia trayectoria de Cañizares como inversor no fue inmune a esta vorágine. Aunque no especifica exactamente en qué diversificó su dinero, admite haber sufrido las consecuencias. Lo más traumático llegó temprano en su carrera: con apenas 22 años, recién llegado a Primera División con su primer sueldo importante, se vio obligado a luchar por no perder su propia vivienda en una subasta.

"Yo con 22 años, con mi primer dinero ganado en Primera, tuve que sacar mi única casa de la subasta. Aquello fue una magnífica experiencia porque ahí empecé a darme cuenta de que había que guardar el dinero", comenta.

Este episodio, lejos de ser un fracaso definitivo, se convirtió en su mejor lección. Mientras que muchos de sus colegas continuaron en la lógica del gasto compulsivo y la inversión ciega, Cañizares aprendió desde joven la importancia de la disciplina patrimonial.

A partir de entonces, su estrategia cambió radicalmente: comenzó a operar con mayor cuidado y a respetar márgenes de seguridad que otros futbolistas ignoraban.

Hoy, desde su posición como analista y conferenciante, Cañizares subraya un patrón que se repite generación tras generación. Los futbolistas jóvenes reciben sumas que la mayoría de la población nunca verá en toda su vida, lo que genera una desconexión peligrosa con la realidad económica.

"Muchos futbolistas jóvenes piensan: 'El dinero está entrando constantemente, así que me lo puedo gastar sin ningún problema porque no va a dejar de entrar'. Pero eso es un error fundamental", subraya en sus intervenciones públicas.

Su testimonio funciona como advertencia para una industria que sigue reproduciendo los mismos errores: dinero fácil, mentalidad de abundancia infinita, y gestores que no cuestionan decisiones financieras claramente temerarias.

La diferencia es que Cañizares pagó su lección temprano y la convirtió en sabiduría.