Hoy es uno de los capitanes del Rayo Vallecano, ha llevado a su equipo a Europa y es uno de los jugadores más reconocibles de La Liga.
Pero antes de los focos, de Vallecas y de la Conference League, Isi Palazón tuvo que atravesar una etapa que él mismo define como uno de los momentos más duros de su vida deportiva: volver a casa, cobrar 300 euros al mes y trabajar en el campo para poder seguir adelante.
Tras su salida del Villarreal, donde cobraba entre 1.800 y 2.000 euros mensuales, el golpe fue seco. "Esa torta de realidad llegó rapidísimo. De cobrar, imagínate con esa edad, 1.800 - 2.000 euros, a cobrar 0 euros y tener un cheque para cobrarlo el mes siguiente y decías tú: ahora, ¿qué hago?", recuerda en el podcast Offsiders.
La sensación de caída fue inmediata y profunda. "Ahí ya fue mi pensamiento de decir: 'Hostia, yo para esto no sé si realmente voy a valer'. Y encima yo me sentía defraudado conmigo mismo".
Su agencia de representación tampoco ayudó a amortiguar el impacto. Isi lo cuenta sin rencor, pero con claridad. "En esa época tenía una agencia de representación. 'Hablamos la semana que viene' y... yo no recibí ninguna llamada a partir de que me echaron. No me llamaron. No he vuelto a saber nada desde entonces de esa agencia".
La imagen es elocuente: un futbolista joven, pendiente del teléfono, esperando una oportunidad que no llega. "Tú imagínate la incertidumbre de estar mirando el móvil cada dos por tres. Y no te llama nadie. Eso fue lo que más me jodió".
Sin ofertas, decidió volver a su Cieza natal. Empezó a entrenar con el primer equipo, en Tercera División, mientras apuraba la esperanza de que surgiera algo en Navidad. Pero el tiempo pasaba y no llegaban llamadas. "Digo: mira, vamos a terminar la temporada con el Cieza. A ver si intentamos ahí meternos en playoff".
El regreso no fue sencillo. "Estaba acostumbrado a vivir fuera de mi casa y me tengo que volver con mis padres. No es que tuviera mala relación, pero al final estás acostumbrado a otras cosas. Estás en la casa de tus padres, tienes que cumplir una serie de horarios... y no lo asimilé".
El contraste con la estructura profesional del Villarreal era brutal. "Defraudado conmigo mismo, frustrado de ver lo que tenía… Allí llegaba al vestuario y tenía mis chanclas, mis botas, mi toalla, los calzoncillos, todo preparado".
"En Cieza tenía que llevarme mi mochila con todo, llevármela, traerla. El Cieza entrenaba a las 8, 8:30 de la tarde, con gente que terminaba de trabajar. En invierno, madre mía... yo llegaba y decía: no sé si me he dejado las manos en casa, pero no las siento".
A eso se sumaba una rutina vacía. "Por la mañana me levantaba a la una del mediodía, a las dos. Digo: esto no es plan, esto no es plan".
Entonces llegó la realidad económica: "Ganaba 300 euros en el Cieza. Me los daba un amigo de mi padre, de su bolsillo. A mí no me pagaba el Cieza, me pagaba esa persona, porque el club ya no podía hacer más esfuerzo. En esa época no había dinero en Tercera División".
Para poder salir con los amigos y tener algo más que esos 300 euros mensuales, empezó a trabajar en el campo con un amigo. "Estuve trabajando en el campo, pero nada... no hacía nada. Iba a trabajar pero no hacía nada", dice entre risas.
El objetivo era claro: "Era para ganarme 200 o 300 euros a la semana y, con eso, más los 300 que me daban al mes, pues algo para salir con mis amigos, para ir a Murcia, los jueves universitarios...".
Hoy, mirando atrás desde la élite, Isi lanza un mensaje a los que están en esa misma encrucijada: "Seguro que habrá gente que se sienta identificada, pero sobre todo es para los que están en ese momento, que tomen cartas en el asunto antes de que les pase. La herramienta suficiente es tu cabeza, eres tú. Estudia, ten la mente distraída, aprovecha las oportunidades. Cuando tus padres te dicen algo, en el 99% de los casos es por tu bien."
