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La noche del miércoles en el estadio Jan Breydel de Bélgica dejó una escena que define perfectamente el momento vital de Lamine Yamal.

Con el Barcelona empatando a tres goles ante el Brujas, el árbitro Anthony Taylor anuló en el descuento un tanto que habría significado la derrota culé. En ese instante, el extremo de 18 años se giró hacia la grada local y lanzó un beso provocador a los aficionados belgas que lo habían silbado durante los noventa minutos.

El gesto, cargado de ironía y desafío, simbolizó algo más que una respuesta futbolística: era la explosión de un joven futbolista harto de que se hable de todo menos de su fútbol.

Porque Lamine Yamal había sido, una vez más, el protagonista principal de un Barcelona que nuevamente mostró fragilidades defensivas alarmantes. En una noche de caos y errores estructurales, el extremo fue prácticamente el único que intentó atenuar los daños de un equipo descompuesto.

Marcó un golazo al minuto 61, ese tipo de gol que solo él sabe hacer en momentos de desesperación: control orientado, regate imposible, pared con Fermín López y disparo ajustado desde dentro del área. Antes había participado en la construcción del primer tanto azulgrana.

Después provocó el autogol definitivo de Tzolis que sentenció el empate a tres. Sin sus intervenciones ofensivas, el Barcelona habría naufragado sin remedio en tierras flamencas.

Pique con la grada

La grada del Brujas conocía bien estas debilidades y también el peligro que representaba Lamine. Desde que pisó el césped, cada vez que tocaba la pelota se desataba una silbatina ensordecedora.

Los aficionados belgas intentaron desestabilizar emocionalmente al jugador más determinante del Barcelona, conscientes de que anularlo psicológicamente podría ser tan efectivo como marcarlo tácticamente. Pero aunque la presión externa fue constante, no logró doblegarlo en los momentos clave.

Tras el partido, Lamine se mostró contundente y sin fisuras. Preguntado por los silbidos, respondió con una seguridad impropia de su edad: "Creo que no es casualidad si te pitan. Si me pitan es porque saben que hago bien mi trabajo en el campo. No me preocupo por eso".

Añadió que si fuera otro jugador no lo pitarían, y que los silbidos fueron desapareciendo a medida que él dominaba el partido, lo cual demostraba que había cumplido con su cometido.

Pero el jugador tenía más que decir. En sus declaraciones aprovechó para desmentir categóricamente los rumores que habían circulado durante semanas sobre su estado físico y anímico.

"Yo estoy muy bien, muy tranquilo. Intento no leer, se ha hablado mucho de mi pubalgia, de que estaba triste... Y eran todo mentiras. Yo estaba igual que siempre, muy feliz y centrado en lo mío, poder trabajar y volver a este nivel, que es cuando mejor me lo paso", afirmó con rotundidad.

Era la rebelión definitiva contra las especulaciones que habían acompañado sus últimas semanas menos brillantes, molestias que él mismo minimizó para dejar claro que nunca había dejado de estar concentrado en su rendimiento.

Sin Nicki no hay corona

Lo que Lamine no mencionó en sus declaraciones, pero que resulta imposible ignorar, es el cambio simbólico en sus celebraciones. En sus dos últimos goles, tanto ante el Elche como ante el Brujas, el extremo ha dejado de hacerse la corona, aquel gesto que se había convertido en su seña de identidad esta temporada.

Según explicó el periodista de SER Cataluña Sique Rodríguez esta semana, aquella celebración comenzó cuando Lamine era pareja de la cantante argentina Nicki Nicole, y ahora que la relación ha terminado, el jugador ha decidido prescindir de ella.

Lamine Yamal celebrando un gol con la corona ficticia a comienzos de temporada Europa Press

Ahora, tras marcar contra el Elche y ante el Brujas, Lamine ha optado por besar el escudo del Barcelona o mostrar su dorsal número diez a las cámaras, eliminando de su repertorio cualquier rastro de aquella corona. Es un cambio menor en apariencia, pero revelador de un momento de transición.

El futbolista que brilla en una Champions donde su equipo sigue sin encontrar solidez defensiva, está también atravesando el proceso natural de madurar en lo personal, de separar su vida privada de la pública, de blindarse ante el ruido mediático que inevitablemente acompaña a las grandes estrellas.

Su actuación en Brujas quedará en la memoria por sus intervenciones ofensivas, sin embargo, el partido en su conjunto fue un reflejo de los problemas profundos que enfrenta el Barcelona esta temporada. No basta con que un jugador joven intente heroicamente contrarrestar los errores colectivos.

Hansi Flick debe encontrar respuestas defensivas que por ahora se le escurren entre los dedos. Lamine Yamal puede ser el faro en las noches oscuras, pero no puede ser el equipo completo.

El empate a tres en Bélgica fue, en realidad, un punto que sabe a poco para un Barcelona que sigue sin despegar en Europa, incluso con su mejor jugador esforzándose al máximo para salvarlo.