El icónico exfutbolista del Manchester United, Paul Scholes, ha tomado una decisión que refleja sus prioridades como padre: dejar su carrera como comentarista deportivo en televisión para dedicarse al cuidado de su hijo Aiden, de 20 años, quien vive con autismo severo y es no verbal.
Durante una reciente aparición en el podcast Stick to Football, Scholes explicó que su vida profesional ahora gira completamente en torno a las necesidades de su hijo:
"Tomé una decisión este año por Aiden, particularmente considerando sus necesidades especiales. Mi trabajo actual gira en torno a sus rutinas, ya que sigue un horario muy estricto cada día, así que decidí que todo lo que haga estará centrado en Aiden".
El exmediocampista comparte la custodia de Aiden con Claire, su expareja, encargándose de él tres noches por semana mientras la abuela materna asume el cuidado los viernes.
Esta responsabilidad compartida ha obligado a Scholes a rechazar trabajos de comentarista en vivo, ya que las alteraciones en la rutina diaria provocan angustia significativa en Aiden.
La vida de ambos sigue patrones meticulosamente estructurados. Los martes van a nadar y compran pizza, los jueves comparten comidas juntos, y los domingos hacen las compras en el supermercado donde Aiden "llena su carrito con chocolate".
Aunque el joven no comprende los conceptos de días o tiempo, identifica cada jornada por las actividades que realizan, necesitando saber anticipadamente qué ocurrirá al día siguiente para sentirse seguro.
Paul Scholes, junto a su hijo Aiden en una imagen compartida en redes sociales
El camino no ha sido sencillo. Scholes recibió el diagnóstico de autismo de su hijo mientras aún jugaba profesionalmente, lo que afectó profundamente su rendimiento en el campo.
Recordó un partido particularmente difícil contra el Derby, tras el cual Sir Alex Ferguson lo dejó fuera de la alineación siguiente. Durante un tiempo, el futbolista ocultó la situación: "Simplemente lo guardé todo para mí", llegando a cubrir sus brazos para esconder las marcas de mordidas y arañazos que Aiden le hacía en momentos de frustración.
Los años más complicados transcurrieron cuando Aiden tenía entre tres y quince años. Scholes describió episodios diarios de agresividad y autolesión: "Hubo un momento en que pensé que podría tener que ir a una residencia de cuidado. No sabía cómo manejarlo", reconoció.
Actividades básicas como cortarle el pelo se convertían en batallas físicas que dejaban a ambos padres cubiertos de rasguños.
Paul Scholes, a la derecha, junto a Sir Alex Ferguson durante su etapa como futbolista del Manchester United
Sin embargo, los últimos cinco años han traído cambios notables. Aiden se ha vuelto "tan relajado, tan tranquilo, tan feliz", expandiendo incluso sus preferencias alimentarias, algo que Scholes celebra con fotografías que comparte en sus redes sociales.
Esta apertura pública ha sido deliberada, buscando normalizar la conversación sobre el autismo en el mundo del fútbol, tradicionalmente reacio a mostrar vulnerabilidad.
La transparencia de Scholes ha resonado con miles de familias que enfrentan situaciones similares. A través de su 1,1 millón de seguidores en Instagram, el exjugador recibe mensajes constantes de padres que encuentran esperanza al ver el progreso de Aiden.
Su mensaje fundamental es de aceptación incondicional: "Nunca va a ser neurotípico, pero es genial y tienes que aceptarlo. Tuvimos momentos terribles, terribles, pero como está ahora, es increíble. Es un niño feliz".
Y sobre las miradas ajenas, fue directo: "La gente te mira de una manera totalmente diferente, pero solo tienes que pensar 'que les den, no me importa lo que piensen'"
Esta decisión de priorizar la paternidad sobre el prestigio profesional posiciona a Scholes como un ejemplo de que el éxito no se mide únicamente en trofeos o reconocimientos públicos, sino en el compromiso inquebrantable con quienes más lo necesitan.
