En Cotonou, la afición envuelve cada calle con camisetas amarillas. Vendedores, motos-taxi y bares retransmiten la gesta beninesa. Por primera vez, el país aspira a debutar en un Mundial, desafiando su realidad socioeconómica y deportiva con la ilusión de un hecho histórico. Están a 90 minutos.
Benín, un país de 14 millones de habitantes y sumergido en una pobreza extrema, está a tan solo un paso de obtener el billete a la Copa del Mundo. Necesita empatar el martes contra Nigeria. Un reto complicado, pero nunca tan goloso.
Las camisetas amarillas se han convertido en símbolo de identidad y esperanza. Para millones de benineses que luchan contra la pobreza diaria, el fútbol representa una ventana de ilusión. La selección trasciende lo deportivo para convertirse en motivo de orgullo colectivo.
Gernot Rohr, técnico alemán de 71 años, ha construido un equipo sólido y disciplinado. La selección ha mostrado una notable solidez defensiva, recibiendo apenas siete goles en nueve partidos. Su trabajo ha maximizado recursos limitados con un presupuesto mínimo.
La generación actual combina jugadores en ligas europeas con talentos locales. Steve Mounié,del Huddersfield, es el líder del ataque. Cédric Hountondji,del Sankt Pauli, aporta experiencia desde la defensa, mientras que Hassane Imourane se ha convertido en el motor del mediocampo.
Con esto y más, Benín se ha consolidado como líder del Grupo C de las eliminatorias africanas para el Mundial por delante de Sudáfrica y Nigeria. Suman 17 puntos, dos más que los 'Bafana bafana', quienes fueron suspendidos con tres unidades menos hace unos meses por alineación indebida.
Les queda el reto nigeriano. Ya les ganaron 2-1 hace algo más de un año y ahora buscarán hacer la machada lejos de su país. Un combinado nigeriano que en 2023 fue subcampeón africano y que quiere regresar a una cita mundialista tras perderse el de Qatar.
El más pobre del Mundial
Benín ocupa el puesto 173 de 193 países en el Índice de Desarrollo Humano con 0,515 puntos, clasificándose en la categoría de "desarrollo humano bajo".
Sería el país con menor IDH en participar en una Copa del Mundo desde que se creó este indicador en 1990, superando incluso a Senegal en Qatar 2022, que tenía 0,530 puntos. El 38,5% de la población beninesa vive en pobreza extrema, cifra que se eleva al 44,2% en zonas rurales según el Banco Mundial.
Niños vendedores en Benín.
La malnutrición infantil afecta a uno de cada tres niños menores de cinco años, con una prevalencia del 20,2%. La esperanza de vida apenas alcanza los 60 años, muy por debajo de los estándares mundiales.
La economía nacional depende fundamentalmente del algodón, que representa el 40% del PIB y el 80% de las exportaciones. Con un PIB per cápita de apenas 3.806 dólares internacionales, Benín enfrenta enormes desafíos estructurales. Solo el 66% de la población tiene acceso a fuentes mejoradas de agua potable, evidenciando las carencias básicas.
El subdesarrollo de Benín se evidencia además en su alta tasa de natalidad (más de 4,9 hijos por mujer), una mortalidad infantil elevada (55,2 por cada 1000 nacidos vivos).
Hijos del vudú
El vudú en Benín es mucho más que una religión; constituye uno de los grandes pilares culturales e identitarios del país. Es practicado por cerca del 40% de la población, especialmente en el sur, donde convive con el cristianismo y el islam, y fue declarado oficialmente religión en Benín en 1996.
Esta fe nació hace al menos 4.000 años en la zona selvática entre Togo y Benín y se asoció a las etnias fon y yoruba, así como al Reino de Dahomey, un estado histórico cuya corte, ejércitos y vida cotidiana estaban marcados por rituales vudús y la creencia en la conexión directa con los antepasados y fuerzas de la naturaleza.
La ciudad de Ouidah es el epicentro espiritual del vudú. Allí cada 10 de enero tiene lugar el Festival Internacional del Vudú, la celebración pública más relevante donde miles de benineses y creyentes de todo el mundo se reúnen para rendir homenaje a los espíritus, realizar sacrificios, danzas, cánticos y ofrendas bajo la dirección de sacerdotes y sacerdotisas.
En Benín, el vudú no es visto como magia negra ni brujería, sino como una religión animista ligada a los elementos (agua, tierra, aire, fuego), a la comunidad y al equilibrio espiritual.
El culto se transmite oralmente y los rituales buscan protección, salud, fertilidad y cohesión social. Los iniciados pasan por ritos de aprendizaje, y el papel de los ancianos es clave en la enseñanza y en la resolución de conflictos comunitarios.
