Un conflicto bélico es igual de duro para todo el mundo, pero a un niño le convierte en hijo de la guerra inmediatamente. Son muchos los pequeños ucranianos que viven el terror ruso. Algunos de ellos lo hacen lejos de su casa y separados de sus familias, pero seguros. Es por eso por lo que sus padres les han dejado ir, así como para que puedan cumplir sus sueños en el fútbol. El Shakhtar Donetsk sacó a los miembros de su academia juvenil del país y estos han conseguido su primera gran victoria en Split.

Desde Croacia llegan noticias de aliento para todos esos padres que están en el frente de combate con este éxito. También lo son el hecho de que cazatalentos de equipos como el FC Barcelona o el Bayern Múnich les estén viendo y se interesen por ellos. Aunque eso pueda suponer que sigan sin ver a sus hijos durante más tiempo. El éxito del club del Donbás es otra victoria moral para una Ucrania que sigue resistiendo las embestidas de Rusia.

Algunas madres sí han podido viajar con estos niños de edades que van desde los 12 a los 17 años. Los padres están en alguno de los frentes, ya que las leyes ucranianas obligan a todos los hombres en edad operativa (de los 18 a los 60) a quedarse en el país y luchar contra los rusos. Hay otros jóvenes que están solos y para ellos son fundamentales las figuras del club: el entrenador Edgar Cardoso y varios miembros del personal del Shakhtar.

Juveniles del Shakhtar Donetsk exiliados por la guerra de Ucrania Shakhtar Donetsk

La guerra surgió de una manera tan rápida que todo el equipo del Shakhtar buscó un refugio y una huida a salvo. Parte del primer equipo terminó en Turquía y en Eslovenia, donde hicieron varios partidos amistosos para recaudar fondos, así como se entrenaban para la repesca del Mundial en la que Ucrania no consiguió el objetivo. Los extranjeros, la mayoría brasileños, regresaron a Sudamérica. Los jóvenes de la academia pasaron de forma más discreta, pero también huyeron.

El Hadjuk Split les abrió las puertas de su ciudad deportiva, así como Croacia, país que sabe lo que es una guerra recientemente, les puso todo tipo de facilidades. El Shakhtar llegaba al país báltico con varios trabajadores y muchos niños que no sabían si volverían a ver a sus familias. Ninguna decisión era buena, pero esos padres solo miraban por la seguridad de sus hijos. A su vez, quizá podrían asegurarles un porvenir que seguramente la guerra les ha robado en su país.

Fichados

Muchos de ellos, en estos cuatro meses de exilio, se han marchado atraídos por grandes clubes. Entidades como el FC Barcelona o el Bayern Múnich se han llevado a los más talentosos para hacerles evolucionar. La FIFA además ha ampliado las exenciones que les permiten a los jugadores en clubes ucranianos fichar por cualquier otro equipo del mundo sin dejar de pertenecer a la entidad en la que estaban. Los que se han quedado, son los que han cosechado éxitos en Split.

El equipo de 13 y 14 años ganó un torneo en Croacia, siendo el momento de mayor felicidad que han vivido estos jóvenes en los últimos meses. Los han conseguido con medios bastante rudimentarios. Si en Ucrania cada categoría tiene dos entrenadores, equipo médico, fisios y analistas individuales, en Split un solo técnico se ocupa del entrenamiento físico de todos los niños, otro exjugador hace las veces de míster para ayudar a Cardoso y las madres son utilleras improvisadas.

Los jóvenes de la Academia del Shakhtar Donetsk, a su llegada a Croacia. Shakhtar Donetsk

"Es una pesadilla, es una pesadilla", relata Edgar Cardoso en un reportaje del New York Times. El técnico también tiene que hacer las labores de padre de muchos de esos jóvenes, que intentan mantenerse en contacto con sus familias por medio de los teléfonos móviles, pero que pasan días duros en Croacia lejos de esas personas importantes en sus vidas. Su figura es muy importante para tranquilizarles y que el fútbol sea esa vía de escape que necesitan. 

Eso sí, Cardoso cree que la mejor vía para que estos jóvenes salgan adelante es que sean conscientes de lo que sucede en Ucrania. "No soy un tipo que mienta y muestre demasiado optimismo y diga cosas como: no se preocupen, volveremos pronto. Trato de ser realista", sentencia el entrenador. El Hotel Zagreb ha reunido a una gran familia, donde todos tratan de levantar la moral de Ucrania mandando buenas noticias desde allí.

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Cardoso no está solo. Ekateryna Afanasenko trabajaba en el departamento de recursos humanos y ya ha vivido dos exilios. Primero fue el de Donetsk a Kiev en 2014, cuando estalló el conflicto en el Donbás por primera vez. Ahora ha tenido la responsabilidad de guiar a 100 miembros de la academia juvenil del club a un lugar seguro. Su trabajo también es el de supervisar la educación y las instalaciones en las que se encuentran estos niños.

"Somos como madre y padre", explica Afanasenko en referencia al trabajo que hacen ella y Cardoso. Esta trabajadora, como los niños, tiene un ritual diario: "Comienzo el día llamando a mi familia y termino el día llamando a mi familia". Por mucho que se diviertan y estén invirtiendo en su futuro con el fútbol, nadie se quita de la cabeza lo que sucede en Ucrania. Todos sueñan con volver un día y que no haya más conflictos que arruinen los sueños que ellos luchan por cumplir lejos de sus casas.