El Barcelona tuvo un partido para olvidar ante el Bayern. Las apuestas no les daban como favoritos en las horas previas al encuentro, pero en ningún caso se barajaba una goleada de la importancia que sufrió el cuadro de Setién. Los catalanes fueron muy inferiores desde el inicio y sus esperanzas de remontada apenas duraron.

No se habían disputado ni diez minutos de partido y ya brillaba un 1-1 en el marcador. Sin embargo, el tanto del Barça había llegado en propia meta, por lo que la delantera culé seguía sin estrenarse en estos cuartos de final. Rápidamente, el Bayern se hizo con las riendas del partido y abrió distancias en el luminoso con un 1-3 en la primera mitad.

El Barcelona no encontraba su juego y estrellas como Leo Messi seguían completamente desaparecidas. La segunda mitad estaba complicada, pero era el momento perfecto para darle un giro de 180 grados al partido y presionar a los alemanes de cara al tramo final.

Llegó entonces el gol de Luis Suárez, que en el minuto 57 conseguía anotar el segundo tanto del partido para los culés y el 2-4 en el marcador global. Había diferencias, pero tenían minutos por delante para meter otra diana y presionar al cuadro alemán algo más.

Justo ahí, cuando el Barcelona soñaba con una posible remontada, el conjunto catalán se derrumbó por completo ante un jugadón protagonizado por Davies. El delantero del Bayern, que además llegaba como uno de los tocados en la plantilla bávara, recibió un balón inofensivo en la banda y generó toda una jugada para enmarcar.

Nada pudo hacer Nelson Semedo, que ni en velocidad ni en posicionamiento fue capaz de robarle el balón a Davies. El extremo castigó por la banda y consiguió colarse en el área. Decenas de metros recorridos sin que ningún zaguero del Barcelona fuera capaz de robarle el balón. Finalmente, en la línea de fondo, sacó un pase que terminó en el 2-5 tras el golpeo de Kimmich.

El gol, aunque ampliaba algo más un marcador ya difícil de solucionar, supuso el punto y final del Barcelona. Desde este momento, los de Setién estuvieron completamente desaparecidos y sin ninguna reacción ofensiva. Las mismas sensaciones de la primera mitad y que había disipado mínimamente Suárez, hacían acto de presencia.

Eder Sarabia y Quique Setién, en el partido frente al Nápoles EFE

Un nuevo desastre

El Barcelona ya dejó una pésima imagen cuando se cerró La Liga. En la penúltima jornada, los de Setién perdieron en el Camp Nou contra Osasuna. Una derrota que además supuso su punto y final en la competición doméstica pero que, además, desató toda una crisis institucional y deportiva.

La plantilla culé hizo autocrítica e, indirectamente, señaló a Quique Setién y a la directiva. Desde entonces, se colocó como objetivo primordial ganar la Champions o, al menos, recuperar la imagen de potencia europea del Barcelona. Todo lo contrario que sucedió en Lisboa, donde el Barça se despidió de la peor manera posible.

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