La salida de prisión de Ángel María Villar a comienzos de este mes tuvo un episodio inesperadamente amargo: el rechazo a su figura mostrado por los dirigentes territoriales, a quienes arropó durante tres décadas, y la petición (convertida ya en exigencia) de que presente su dimisión como presidente bajo la amenaza de verse sometido a una moción de censura.

Tras el cráter abierto por la Operación Soule, la Federación Española de Fútbol tenía básicamente tres caminos abiertos. El primero, reclamado por la Liga de Fútbol Profesional, era el más expeditivo: inhabilitar a Villar y retrasar el reloj al pasado mes de febrero, convocando unas elecciones para una Asamblea nueva con nuevos candidatos a presidente. 

El segundo escenario estribaba en la resistencia numantina de Villar (que sólo fue suspendido un año por el Consejo Superior de Deportes) y su conducción 'en la sombra' de la Federación, nominalmente dirigida por alguno de sus colaboradores más estrechos (como Juan Larrea), hasta que una evolución hipotéticamente favorable de sus causas judiciales le permitiesen volver al cargo libre de cargos y condenas.

La tercera posibilidad, a medio camino, pasaba por una dimisión del caído Villar que permitiese la convocatoria de elecciones pero impidiese una revolución, dado que la Asamblea constituida legalmente en mayo (y por tanto de amplia mayoría villarista) tendría facultades para elegir al nuevo presidente. 

Rubiales, el elegido

En los primeros días de cárcel del dirigente bilbaíno, de su hijo Gorka y del vicepresidente Juan Padrón, tomó fuerza la creencia de que Villar daría un paso al costado, abatido por el contundente auto de prisión del juez Pedraz. Esta impresión fue disipándose con el paso de los días: el rocoso presidente confía en su inocencia y pensaba resistir a toda costa.

El gran golpe para Villar al salir de la cárcel fue comprobar que la pleitesía y amistad de tres décadas había mutado en rechazo del árbol talado. Los dirigentes territoriales le solicitaron una dimisión temprana para desbloquear una situación complicadísima, con alguna amenaza velada si se oponía (en concreto, una moción de censura nada fácil de cuadrar). Para aplacar el disgusto del presidente suspendido, le propusieron como reemplazante a Luis Rubiales, presidente de la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE): el delfín elegido por el propio Villar.

El problema es que, durante sus días de cárcel, Rubiales cambió. Votó a favor de la suspensión de Villar en la Comisión Directiva del Consejo Superior de Deportes (CSD) y nunca puso la mano en el fuego por el presidente (como sí hicieron otros). Su antiguo mentor no se lo perdona. Y aquí se cierra el círculo del esperpento: este lunes Villar puso precio a la dimisión solicitada. "Si queréis que dimita, mi sucesor no puede ser Rubiales".

El brete federativo es muy espinoso. Villar quiere que su fiel aliado Larrea continúe como presidente interino, pero los dirigentes territoriales le han visto las orejas al lobo y no quieren 'un hombre del pasado'. El CSD ve con muy buenos ojos la alternativa de Rubiales, joven dirigente con buenos contactos y cuya enemistad con Javier Tebas (un prerrequisito para ser aliado de Villar) no ha nublado su capacidad de negociación cuando es preciso. Pero Villar se atrinchera: sólo dimitirá si continúa Larrea al frente.

Más dirigentes suspendidos

La hipótesis del villarismo sin 'villarato' ha quedado, pues, muy debilitada por la revuelta de importantes dirigentes territoriales en medio del pánico creado por las implicaciones de la Operación Soule y el entramado revelado de favores, tráfico de influencias y presunta administración desleal. Se espera que cinco de los 19 presidentes autonómicos del fútbol sean próximamente suspendidos por el Consejo Superior de Deportes (previa aquiescencia del Tribunal Administrativo del Deporte), a la manera de Villar.

Los 16 'barones' de Villar (sin los presidentes de Andalucía, Aragón ni Galicia, disidentes tradicionales), se han aferrado a un mensaje unánime para doblar la legendaria resistencia de un hombre que siempre supo salir a flote, pero cuyas palabras el día de su detención, al entrar escoltado por la Guardia Civil en la Ciudad del Fútbol de Las Rozas ante decenas de cámaras de televisión, parecen cada día más proféticas: "El daño ya está hecho". En la Asamblea del jueves, presumiblemente, se conocerá la resolución del conflicto.

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