Un padre invade un campo de fútbol donde están jugando niños de diez a doce años. Va directo al árbitro. “¡Eres un desgraciado, te voy a matar!”, le grita. El padre logra huir cuando llega la policía. En el partido siguiente otro árbitro hace constar en el acta los insultos recibidos: “Burro, sinvergüenza, eres un ‘fill’ de p…, vamos a quedarnos a veros y vais a flipar, que vas de amarillo, maricón de mierda”. Otro partido: “Árbitro, sudaca de mierda (…) Puto ‘panchito’, vete a pitar y a cantar rancheras a tu país”. Uno más. Un padre salta al terreno de juego en un partido de infantil con gritos de “te voy a pegar, cabrón de mierda”. El colegiado salió corriendo pero el público retuvo al hombre y fue identificado por la policía y denunciado por el árbitro.

Todos estos casos han sido registrados en pocas semanas en las actas de árbitros que han pitado partidos en el fútbol base (hasta los 18 años) en la provincia de Castellón y que la web ‘Sindicato de Árbitros’ ha reproducido. Son un colectivo que lleva denunciando este tipo de agresiones verbales y físicas desde 2014. No son un sindicato en sí porque el colectivo no puede sindicarse. “Somos clandestinos”, explica un portavoz. La web se alimenta con las informaciones de una docena de árbitros de toda España, más de cien colaboradores directos y más de mil seguidores que también les hacen llegar los casos. “Todas nuestras publicaciones las hacemos con el acta oficial en mano”, dicen. Aseguran que han recibido muchas amenazas desde que iniciaron su trabajo de denuncia. Y los últimos acontecimientos ocurridos en la provincia de Castellón les han hecho tomar más medidas.

Hablan de “semana negra” con cuatro casos de “violencia extrema”. “Sí, de nuevo violencia en Castellón”, recalcan. “Solo nos queda la huelga contra esta violencia en Castellón”, insisten en otro post. Este lunes, los árbitros de Castellón se habían citado a una reunión extraordinaria en la que se iba a hablar de la violencia en los partidos y en a que se iba a plantear incluso la posibilidad de ir a la huelga, aunque el consenso es difícil.

El mayor acto de violencia de estos episodios registrados en la provincia en poco tiempo se vivió el 4 de febrero en las instalaciones deportivas Chencho de Castellón. “Es lo más violento que hemos publicado nunca”, dicen en su web el Sindicato de Árbitros. El episodio logró tener reflejo en los medios. Un joven de 17 años del club Rafalafena de Castellón fue expulsado por una entrada a pocos minutos de acabar el partido, iban ganando 0 a 6. Poco después se inició toda una batalla campal en la que dos jugadores del equipo rival (el Esportiu Primer Molí) y aficionados saltan a la grada y agreden al chico expulsado. El propio árbitro, que tuvo que huir porque otro grupo iba hacia él, le vio caer al suelo sangrando. Tuvo que ser trasladado al hospital y recibir unos cuatro puntos en la boca.

Fernando, el entrenador del Rafalafena, cuenta que fue todo muy rápido. “Le dije que se fuera, que esto se iba a calentar y al poco me volví y ya le estaban agrediendo”. Tiene 24 años, lleva cinco entrenando y asegura que es el primer año en el que se está planteando dejarlo. “Este año estoy bastante quemado, esta ha sido la primera agresión pero en otros hemos vivido insultos y hasta ha tenido que venir la policía porque iban a agredir al árbitro (…) Estoy en shock, no lo había vivido nunca”, dice. Fernando asegura que todos los fines de semana hay casos de violencia verbal (a veces también física) en los campos. Es el día a día.

“Esto era la guerra”, cuenta dos semanas después otra testigo de la agresión. No quiere decir su nombre ni ningún dato con el que se pueda identificar, pero está todos los fines de semana en los campos del Chencho, una ciudad deportiva con cinco campos de fútbol. “Me puse tan sumamente nerviosa que no me acuerdo de lo que decían”, dice. Los jugadores de Rafalafena salieron corriendo a buscar refugio en el bar. “Mi hijo acudió a ayudarle y casi le agreden también. La gente estaba como loca”, explica la madre de un jugador del Rafalafena también presente.

Es sábado por la mañana y el equipo espera para ir a jugar a Vinaròs, al norte de la provincia. Han pasado dos semanas desde la agresión pero los jugadores apenas comentan nada del tema. Toni, el jugador agredido, no va con ellos, va a jugar por la tarde en otra categoría de mismo club. La madre que se ha acercado hasta el autobús tampoco quiere entrar en el tema. “Pasó lo que pasa en los partidos”, dice. ¿En todos los partidos? “Bueno, en nuestro equipo hay normas, pero sí es cierto que te encuentras casos en los que se exaltan”. Habla de los padres.

VIOLENCIA NORMALIZADA

EL ESPAÑOL pasa una mañana en la ciudad deportiva Chencho donde se produjo la agresión. Desde el Sindicato de Árbitros denuncian que la violencia ha llegado a normalizarse y que los casos son más habituales en la Comunidad Valenciana y Andalucía. En principio, la jornada transcurre tranquila pero los asistentes admiten que los casos de violencia, principalmente verbal, es lo habitual. “Esto es siempre así, con que estés diez minutos lo verás. Yo he oído a padres gritando ‘¡rómpele una pierna!’ y cosas similares. Y son niños pequeños”, dice la persona habitual a estos campos que no quiere dar su nombre.

“Yo también he sufrido insultos y amenazas”, dice un árbitro que tampoco quiere dar nombre (se exponen a ser sancionados) y que se expresa con cierta resignación ante estos casos. Lleva cinco años pitando. “Normal no es, pero es que no hay concienciación”, dice. Aunque apunta que en el partido anterior un padre ha llamado la atención a otro que estaba insultando. Más tarde le ha tocado arbitrar otro partido. Varios espectadores le gritan “¡árbitro, burro!” en varias ocasiones.

No son los únicos que piden anonimato. Tere, una vecina de Castellón, está sentada con su hijo viendo un partido. Tras un rato hablando, solo consiente a dar su nombre de pila, no su apellido. “No, que luego me ‘canean’ a mí”, dice.

Tere está harta de este tipo de agresiones verbales. “Si hubieras estado en este campo diez minutos antes lo habrías visto, había un hombre en aquella esquina (apunta al lado contrario) que se ha pasado todo el partido insultando. Yo me he venido aquí porque no quería oírle”, afirma y asegura que no le ha dicho nada porque ya una vez se quejó a una persona y al final fue ella la que tuvo que irse. “Te dicen que el mundo es libre y que hacen lo que quieren, confunden lo que es la libertad de expresión (…) Ya no digo nada, no quiero que me den una ‘galleta’ cuando lo que quiero es pasarlo bien con mi hijo”, continúa.

Tere lamenta que, al final, lo que están aprendiendo los pequeños es que el insulto vale. Aunque la cosa también va por clubs. En el que juega su hijo, el CD Moreres, les enseñan que son lo importante son los valores, recalca Tere. Esta vecina asegura haber visto una vez a un árbitro salir corriendo. Y no es la única, todos los asiduos a los partidos del fútbol base con los que ha hablado EL ESPAÑOL (más de una docena) cuentan haber vivido situaciones iguales.

“Alguien tiene que poner medios. Y aquí entra la federación (la Federación de Fútbol de la Comunidad Valenciana, FFCV), los árbitros, los entrenadores, los equipos… todos. Hay que tomar medidas, los niños no tienen por qué escuchar esto”, insiste. Tere pone como ejemplo un caso reciente de Madrid en el que un colegio, el Santa María del Pilar, en el que el director decidió retirar al equipo de baloncesto de la competición (con expectativas de ganarla) porque alumnos y jugadores insultaron por redes sociales a sus contrincantes.

“INSULTAR ES DE COBARDES. AGREDIR ES UN DELITO”

Es el mismo caso que pone como ejemplo Juan Rafael Santiago, entrenador del cadete A San Pedro, un equipo del Grau de Castellón. “Las sanciones son flojas (…) Esto se resuelve con medidas más duras y con todos los clubs implicados”, dice. Juan acaba de dirigir una acción contra este tipo de violencia. Minutos antes de un partido se ha sacado una pancarta donde los espectadores han podido leer: “Insultar es de cobardes. Agredir es un delito”. El club ha tomado esta iniciativa después de “los últimos acontecimientos tan desagradables acaecidos en los campos de fútbol”.

Clemente Miró, jefe de comunicación del club, apunta que cada vez se conocen más casos porque ahora la gente lo graba y se pasan los casos por las redes: “Ahora la gente se está enterando de lo que pasa en los campos”. También él desliza la idea de que la FFCV debería adaptar el reglamento para aumentar las sanciones en estos casos. Mientras, en el bar de este campo contestan con un resoplido a la pregunta de si hay violencia en el fútbol base. Y relatan más casos: un árbitro saliendo corriendo en Benicàssim hace dos semanas, un padre que saca un destornillador en otro partido en Benicarló, etc.

DISCONFORMIDAD CON LAS SANCIONES

La web del Sindicato de Árbitros recoge que a uno de los agresores de Toni, que acabó en el hospital y con puntos en la boca, se le ha sancionado con cuatro partidos sin jugar en base al artículo 109.1. El código disciplinario publicado por la FFCV dice en este artículo: “Agredir a otro sin causar lesión…”. Desde el mismo club confirman esta sanción a cuatro partidos. Sin embargo, la web de la federación –apuntan- ha rectificado después de pedir el parte de lesiones. Finalmente, dos de los jugadores que participaron en la agresión han sido suspendidos por diez y catorce partidos, y un tercero durante cuatro jornadas.

El delegado del club, José Vicente Nadal, que ha sido sancionado dos meses, alega que “no es real” lo que se plasmó en el acta arbitral y que no fue una "agresión brutal". Sin embargo, asegura que desde el día siguiente a este partido el club, el Esportiu Primer Molí, dio de baja a los dos jugadores. “Con nosotros ya no juegan ni van a jugar”, asegura. Desde el Rafalafena dicen que les llamaron para pedir perdón y decirles que habían expulsado a los involucrados.

Es lo que reclaman los padres y algunos clubs, sanciones ejemplares en casos extremos de violencia. Desde la FFCV explican que ellos aplican el reglamento a rajatabla y que en este caso se tuvo en cuenta que no hay reincidencia del jugador. “Todo está tipificado, y si no hay reincidencia las sanciones son menores ¿Puede parecer poco? Sí, pero si hay reincidencia, se dispara”, dicen. Este argumento lo esgrimieron cuando la sanción se había fijado en cuatro partidos. “Lo que pasó es una absoluta barbaridad, pero el reglamento dice lo que dice”, insisten. Horas después, y con el parte de lesiones, las sanciones aumentaron.

“QUIEN LA LIÉ, QUE NO JUEGUE”

Son las cuatro de la tarde del sábado. En Borriol juega el juvenil A del Rafalafena. Hoy Toni, el chico agredido, juega con ellos. Es el portero. En la grada un padre le cuenta a otro lo ocurrido en el Chencho. Su interlocutor pone cara de estupefacción. Los padres del jugador no quieren hablar más del tema. Dicen que han puesto una denuncia y que han dejado a la justicia que actúe. Ellos no están en el partido, pero los dos que estaban hablando de este caso cuentan que cuando Toni volvió a jugar tras los golpes se fue con la denuncia al campo por miedo a encontrarse con su agresor.

“Lo peor son los padres, aquí ahora uno acaba de decir: Pégale una patada y se acaba. Al campo que vayas pasa siempre”, dice uno de los espectadores. También él relata varios casos de los que ha sido testigo. “Vamos cada día a peor, la federación debería sancionar a rajatabla. Quien la líe, que no juegue. La violencia hay que cortarla pero ya”, dice.

Acaba esta jornada y el llamado Sindicato de Árbitros asegura haber recibido cinco agresiones físicas “confirmadas” en Albacete, Huelva, Jaén, Alicante y Barcelona. Este lunes, los árbitros de Castellón se habían citado a una reunión para abordar posibles acciones ante los últimos casos de violencia en la provincia. Desde la FFCV insisten en que son casos puntuales. “Es un partido de los 4.000 que se celebran cada fin de semana en la Comunidad Valenciana”, dicen.

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