Tamara Sanz, 27 años, la capitana del Juventud Rondilla, le dijo un par de veces al árbitro que el partido se le estaba yendo de las manos, pero éste ni le respondía. “Hasta el minuto 35 o así era un partido normal”, cuenta Sanz, “pero ahí se empezó a torcer todo. Estaba todo muy tenso, el árbitro se estaba descontrolando. Y en la segunda parte nos metieron el 2-1, después de una falta que no era falta. Fuimos a protestar y el línea nos respondió varias veces que 'a mamarla', con una sonrisita,  mientras se dirigía al centro del campo".

La cosa no paro allí. "En realidad el árbitro se puede equivocar", prosigue Tamara, "eso no es importante, pero después del 'a mamarla' empezamos a comentarlo entre nosotras. Y después de eso el árbitro principal empezó a pitar faltas constantemente. De cuando en cuando venía y nos decía: "Joderos, guarras" [sic]. "No nos lo creíamos... Al final le voy a contestar, me decía, me van a echar. Una situación muy incómoda... Estábamos a todo menos a jugar. Cómo sería, que el otro juez de línea se acercó a pedirnos disculpas al final del partido".

El encuentro se jugaba en el campo del Sporting Arribas (Salamanca). Las chicas se volvieron a Valladolid acongojadas: “A nosotras nos insultan los espectadores, y a veces con las jugadoras contrarias hay sus más y sus menos (aunque luego se queda todo en el campo). Podemos estar más acostumbradas a eso, pero que un árbitro haga eso es inaudito. Nunca me había pasado algo así... Puede pitar bien o mal, eso no tiene importancia, pero que nos haga esto…”

"El árbitro es la máxima autoridad"

Perdieron 4-1, pero les importó poco; “desde entonces no hemos hablado del partido ni del resultado, o de los errores arbitrales. Lo importante es cómo se dirigió a nosotras”. Los hechos están denunciados ante la Federación de Castilla y León, que han abierto expediente de seguimiento a los colegiados acusados (Raúl Sánchez Delgado y Josué Israel Cárdenas Gómez). No hay pruebas (no había cámaras), pero dos espectadores sin relación con el equipo lo escucharon varias veces. “Lo importante es que si este chaval vuelve a hacerlo, lo van a denunciar. Por lo menos, que sepa que no se puede hacer”, tercia el técnico del equipo, Yeray Andrés. “Lo que no puede ser es que esto suceda y nadie diga nada. El árbitro es la máxima autoridad y no puede hacer lo que quiera, no puede maltratar a jugadoras, no tiene por qué faltar el respeto a la gente”.

El Juventud Rondilla es un equipo amateur. Pagan por jugar al fútbol (una cuota individual de 300 euros por temporada), dado que los patrocinios para equipamiento no llega para cubrir viajes, etc. Entrenan tres veces por semana, “bastante en serio”: martes, jueves y viernes, una hora y 45 minutos, haciendo malabares para compatibilizar con trabajos y estudios. “Nadie nos ve, pero empleamos mucho tiempo”, reflexiona Tamara. “Los domingos 20 personas se levantan a las 8, se preparan los bocadillos, cogen un autobús y llegan allí para que después te pase esto y te llamen guarra...?”

"Estamos hartas ya"

En Castilla y León a veces arbitran mujeres los partidos, pero normalmente los jueces son hombres. Y en las ligas sin cámaras ni prensa que se juegan todos los domingos en España estas cosas pasan. “Esto se ha dado, aunque no a nosotras”, continúa Tamara. “Y tampoco insultos tan directos como estos: sencillamente faltas de respeto, menosprecios por el hecho de ser mujer. En el fútbol masculino pasa mucho menos. Estamos hartas ya... El deporte femenino tiene una visión diferente. Jugamos a lo mismo, entrenamos lo mismo, pagamos las mismas cuotas, ¿Por qué un trato diferente? Y si no le gusta, que no se meta a árbitro… Nadie le obliga”.

La clave, continúa, “es que no se nos toma en serio. Llevo diez años jugando y nunca he salido en un sitio por ganar el partido o por hacer algo bueno. Es la primera vez, y porque ha pasado esto. Cualquier equipo de hombres regional, juvenil o cadete aparece en la prensa constantemente. Nosotras solo salimos cuando un árbitro nos llama guarras. Cuando pasa algo negativo... Le pasa incluso a la gente de otro nivel; no es fácil leer un artículo sobre la Superliga femenina. Está mejorando un poco, pero muy lentamente […] Siempre el trato es diferente. No lo ven como fútbol... A veces ni nosotras mismas. Los hombres son físicamente fuertes, el juego es muy diferente, claro, pero luchamos y entrenamos igual, hacemos exactamente lo mismo... Y sin embargo no se ve como fútbol, parece que lo que pasa es que nos aburrimos y queremos parecernos a ellos”.

"Nadie habla de nosotras"

La delantero centro del Juventud Rondilla, hincha del Valladolid y FC Barcelona, trabaja en una empresa de telemarketing y ni siquiera imaginó alguna vez ser profesional. “¿Llegar a ser algo? No lo he pensado nunca... Yo he jugado con gente muy buena y no piensan ‘yo podría’... ¿Quién las va a ver? Si nos van a ver nuestros padres, y a veces ni eso. No nos ve nadie, no habla nadie de nosotras. ¿Quién sabe quién somos, quién juega? Bueno, ahora sí... Pero a mí me gustaría estar haciendo esto, aparecer en prensa, porque una compañera va a la selección, hemos ascendido, he metido 5 goles o le han dado el premio al mejor entrenador. Hay gente que podría llegar a algo. No van a ser nunca como Messi o Cristiano, pero podrían jugar en Estados Unidos, el Bayern, el PSG... ¿Y por qué no? Porque la propia sociedad no le da importancia. Hay chicas, por ejemplo, que juegan al fútbol-sala... ¿Quién sabe eso?”

La evolución del fútbol femenino es lenta, pero ahora por lo menos ya no está mal visto que una niña juegue al fútbol. Cuando Tamara era pequeña no había equipos infantiles en su ciudad. “Ahora conozco a mucha gente que juega, hay cuatro equipos en la provincia, se ha hecho más habitual y hay muchas más niñas […] A mí me gustó desde siempre, pero empecé con natación o balonmano… El fútbol era más de chicos, encontrar un equipo era muy difícil. Un día con 17 me propusieron y probé aunque me diese mucha vergüenza, porque era algo raro... Hasta hoy”.

"Unos incompetentes"

La diferencia física con los varones es inmensa, admite: “A ninguna nos molesta que se diga, es obvio, si jugamos un partido contra un equipo juvenil masculino de 13 años nos pasan por encima”. Y sin embargo, según su entrenador, hay un aspecto del fútbol femenino que es muy superior al masculino: la entrega. “Lo que hacen mejor las mujeres es que no hay mentiras. Nunca vas a ver una jugadora que vaya a medias, no existe... Y un jugador sí: puede encontrarse mal ese día o que le duela un pie, que no vaya a entrenar. Una jugadora, si no le pasa algo de verdad, no falla. A veces vienen después de trabajar, aunque solo quede media hora. Ese esfuerzo es diferente, no hay mentira en el fútbol femenino”.

El domingo Juventud Rondilla vuelve a la carretera (otra vez Salamanca, aunque con otro equipo) después de haber encontrado cinco minutos de fama muy desagradable. Es de esperar que este fin de semana, en lugar de insultarlas, les aplaudan desde la grada. “Ni siquiera me lo tomé como algo machista”, expresa Tamara al cierre de la entrevista. “Yo creo que es que eran así... Sinceramente, creo que podrían haber llamado ‘cabrón’ o ‘hijo de puta’ a un hombre. Pero no lo hacen, porque un tío te pega un tortazo, y nosotras no. Simplemente unos incompetentes”. 

Noticias relacionadas