“La esperanza es algo bueno, quizá lo mejor de todo, y las cosas buenas no mueren”. El estado de la cuenta de Twitter de Fran Carles parece concebido para consolar a una ciudad que este viernes, días antes de que el Linares comience su pretemporada, entró en estado de ‘shock’: justo un día después de que se retirase su capitán (Francisco Pérez Pérez, ‘Chico’, el jugador más longevo del fútbol español) vio cómo su segundo capitán, el hijo de la mayor leyenda en la historia del equipo, desaparecía de forma inconcebible: una pesa que le cayó sobre el muslo en el gimnasio de un hotel le acabó produciendo un trombo no diagnosticado que tres días terminó en un fallo multiorgánico.

Carles estaba de vacaciones con su novia en Málaga y había bajado al gimnasio para empezar a activar el cuerpo con vistas a los primeros entrenamientos del verano. Cuando se le cayó la pesa fue al hospital, pero apenas le recetaron unos calmantes: no le exploraron ni le hicieron las pruebas que hubiesen detectado a tiempo el trombo, única forma de evitar males mayores. Volvieron al hotel. Y allí comenzó su calvario: los dolores aumentaban sin remedio. Regresó al hospital. Más calmantes. “Se sentía muy mal”, como cuentan desde una peña linarense. Volvió a la ciudad la noche del jueves, y esa misma madrugada a las 5.00 se fue a Urgencias. En la ciudad dicen que entró quejándose de que algo iba “muy mal” en su cuerpo y que no soportaba los dolores. Le operaron de urgencia, pero ya era tarde: el hígado y el riñón ya no funcionaban bien, era imposible salvar su vida. Entró en coma y fue derivado a la UCI. El tiempo había jugado en su contra.

La maldición del Linares

El padre de Fran, Ignacio Pardo Venteo, más conocido como ‘Carles’, es un mito para el Linares: “Como Raúl para el Madrid o Torres para el Atlético”, en palabras del periodista jiennense Javier Esturillo. A ‘Carles’ le descubrieron un tumor en junio de 2008, con 49 años, y murió dos meses después, el 27 de agosto, dos días antes de la gran efeméride linarense: la muerte de Manolete. Le despidieron como a un ídolo. La muerte del hijo por un accidente inverosímil ha reabierto la herida de la maldición que persigue a las grandes estrellas del Linares: Mariano Pulido, ex internacional, posteriormente secretario técnico del club, murió en 2013 a los 56 años, víctima de un Parkinson; Manolo Preciado, que acabó siendo un conocido entrenador de Primera División, falleció un año antes de un infarto a los 55.

En una ciudad de 60.000 habitantes con un 42% de paro, ya sin minas y sin grandes fábricas, el Linares Deportivo es “un símbolo de pertenencia”, como dice a EL ESPAÑOL Esturillo: “El Cádiz del norte de Andalucía”. La fatalidad persigue a un equipo que milita en la Segunda División B y que en una ciudad económicamente deprimida lleva más de 5.000 personas al campo todos los domingos (más que el Getafe o el Mirandés, por ejemplo). Hace dos años su afición obligó al Rayo Vallecano a abrir el estadio de Vallecas para el filial del equipo en la liguilla de ascenso de Tercera a Segunda B: el equipo andaluz había desplazado a 1.500 personas a Madrid y en la ciudad deportiva de Vallecas no cabían.

"Los valores del padre"

Fran Carles tenía más técnica que su padre (clásico ejemplo de futbolista con garra y carisma). Era un mediocentro técnico al que había dado confianza Manolo Tomé y que acabaría dando numerosas alegrías a la afición: marcó en Écija el último tanto de la historia del CD Linares, el equipo del que había sido capitán su padre, antes de convertirse en el Linares Deportivo. También metió (contra el Castellón) el gol del ascenso a Segunda B hace un año. “Era un chico que se cuidaba mucho”, recuerdan en la consternada redacción del Diario de Jaén. “Representaba los valores del padre”. Llevaba siete años en el equipo.

Carles deja novia, madre y un hermano también futbolista, Ignacio. El club cerró su oficina de prensa este viernes y acertó a publicar un comunicado en Twitter: "Nos deja un amigo, nos deja un azulillo, un compañero, un hijo, un hermano". Linares entera se encomendará ahora a la cuenta del deportista caído: “La esperanza es algo bueno, quizá lo mejor de todo, y las cosas buenas no mueren”.