Hay jugadores como Iniesta: calladitos, tímidos y ejemplares. Chicos de esos que no han roto un plato en su vida, beben agua en los bares y gustan de peinarse con Nenuco como cuando eran pequeños. Esos son unos; los otros son aquellos que acuden a rueda de prensa vestidos de Halloween, bailan a lo Kevin Roldán siempre que pueden, acuden a la peluquería cada tres semanas y encuentran problemas sin buscarlos. Ocurre que para jugar al fútbol da igual a qué tipología pertenezca el susodicho. Lo realmente importante es, obviamente, que se le dé bien su profesión. Más o menos como a Deulofeu, incluido entre los segundos desde hace tiempo, quizás defenestrado por su condición de rebelde. Incluso, a veces, acusado de prestar demasiada atención a lo accesorio por encima de lo indispensable. Sin embargo, ¿qué más da cuando alguien como Gerard es capaz de jugar como él lo hizo contra Georgia, con un hat-trick incluido?

Deulofeu tiene apenas 21 años, pero ya ha sido niño prodigio, futuro crack del Barcelona, el heredero de Messi y hasta jugador maldito. Ha sido todo y nada. Por momentos, incluso, tras volver de alguna cesión, llegó a aparecer como fichaje estrella. Sin embargo, sólo ahora, propulsado por la sub-21, se intuye cuál puede ser su futuro. Porque lo que está claro es que el talento no lo ha perdido, como dejó entrever contra Georgia, con un recital y tres goles de esos que suenan a sinfonía inicial. Y, por supuesto, a posible clasificación, porque si el martes el conjunto dirigido por Celades consigue la victoria ante Croacia, podría comandar la clasificación de su grupo para la Eurocopa de Polonia de 2017.

Su figura, indiscutible en la sub-21, no lo ha sido siempre. En Barcelona, donde fue idolatrado durante sus años en las categorías inferiores, se le resistió el salto al primer equipo. Primero, por falta de oportunidades; y después, por la voluntad de Luis Enrique, que optó por el trabajo de Munir y Sandro antes que por intentar domar su talento. ¿Resultado? Salió cedido a Sevilla y allí también se volvió a chocar con otro muro: Emery. El técnico vasco, en una entrevista con The Guardian, no dudó en atacar a su pupilo: “No se sacrifica y aún no tiene madurez”.

Descartado por el Barcelona y el Sevilla, encontró acomodo en el Everton, equipo en el que ya había militado durante la temporada 2013/14, y allí ha vuelto a encontrarse a sí mismo, en parte, gracias a su gran valedor: Roberto Martínez. Esta temporada, acumula ocho asistencias y dos goles en 13 partidos. Pelea, lucha, da pases de gol y disfruta en el ataque junto a Lukaku, su “animal”, como confesó tras la victoria con la selección ante Georgia. ¿Y qué ocurre ahora? Que el Barcelona, de nuevo, se ha vuelto a interesar en él después de venderlo en verano por seis millones de euros, y la realidad es que el contrato del extremo incluye una cláusula de rescisión por la que el Barça puede repescarlo por determinada cantidad de dinero (no desvelada por el club). Eso si el jugador quiere. Y eso, de momento, no parece probable. Ya lo cantan los seguidores del Everton en Goodison Park: “He is the magic, you know”.

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