El Madrid completó el jueves una delicada operación de rescate al extraer a Benzema de un lugar terrible; y no me refiero al calabozo. La profundidad del agujero se entiende recordando lo que le dibujaba Doc a Marty McFly en “Regreso al futuro”. El tiempo es una línea en la pizarra. Algunos sucesos pueden provocar bifurcaciones, y entonces convivirían en paralelo dos versiones de McFly. La conexión entre ellas no es evidente. Salvo para Benzema, que la semana pasada volvió a caer en la zanja paralela por la que circula ese yo suyo al que el fútbol no sacó de la barriada de Bron Terraillon. El cruce de estos dos Benzema bajo cerrojo judicial debió de ser desconcertante.

Las precauciones del Madrid son comprensibles. Del aeropuerto lo enviaron directamente a Valdebebas, donde lo recibieron los fisios. Lo raro fue no ver las escafandras de cuando el ébola. Se oyeron quejas por el silencio del club, pero una vez en casa sus pasos fueron impecables. Enseguida distribuyeron unas imágenes en las que correteaba en un cercado, como si hubieran recuperado una jirafa albina de un naufragio. El vídeo se acompañaba de un párrafo que describía con precisión cortante lo que había hecho: ejercicios con y sin balón, carrera, “continúa con su proceso de recuperación”.

La readaptación se hace con el tiento del regreso de una inmersión a pulmón libre (no fue a Sevilla). Para el primer selfie se escogió exponer a Arbeloa, el más arrojado del grupo. Y se localizó en la sala de pesas, lugar intermedio entre la cárcel y la élite. Tras las comprobaciones médicas, lo visitó también Florentino, aunque sin cámaras. De ahí salió un texto cerrado con un párrafo clave: «El club valora y reconoce su compromiso profesional, su demostrado compañerismo y su intachable actitud en el seno de la plantilla del primer equipo». En ningún sitio mejor que en el seno blanco. El Madrid como centro de rehabilitacion.

Aunque esto nunca es definitivo. La puerta que comunica con el Benzema de Bron Terraillon sigue abierta. De ahí la prudencia del club, que ha encapsulado el asunto en el celofán con que las familias envuelven las incomodidades excluidas de las cenas de Navidad. Vibran latiendo bajo el parqué, pero se mira para otro lado. El sábado a Benítez sólo le faltó referirse a él como “ese jugador del que usted me habla” (Rajoy sobre Bárcenas).