Por mucho que los grandes focos se centren ahora en Tom Dumoulin por salir del Giro con la ‘maglia rosa’ puesta, lo cierto es que la ronda italiana ha visto la consagración de otra gran estrella. Alguien del que ya se sabía que tenía talento, pero que ha dejado de ser una simple promesa para convertirse en realidad: Fernando Gaviria. El sprinter colombiano ha asombrado en esta edición de la Corsa Rosa. Era su primera gran vuelta y se esperaba un buen rendimiento, pero no hasta el punto de irse con la friolera de cuatro etapas en el zurrón.

El ciclismo colombiano está ya en la cima mundial, de eso no hay duda. Pero precisamente Gaviria no responde al perfil de corredor que se da en este país: nada que ver con esos hombres delgados y finos a los que el viento en la cara les sienta como un tiro y que cuando la carretera se empina hacen temblar al resto. Gaviria es pura fuerza y potencia transmitidas a la bicicleta. De ahí que todavía sin haber cumplido los 23 años haya logrado enormes hitos: a día de hoy ya es el colombiano con más etapas en la ‘Corsa Rosa’ –Lucho Herrera y Nairo tienen tres cada uno-, y también el primer ciclista americano en llevarse la clasificación de los puntos. Lo ha hecho con 325 y una diferencia sideral con el segundo, Jasper Stuyven, que se ha quedado con 192.

Nació en el seno de una familia colombiana de clase media, una casa donde el deporte –y en concreto el ciclismo- eran el pan de cada día. Su padre es entrenador y tiene una escuela para formar jóvenes ciclistas. Su hermana mayor Juliana se dedica al ciclismo de pista y está casada con el también ‘pistard’ Fabián Puerta. Así que la bici está muy presente en el día a día desde bien pequeño. Sin embargo, su primer medio de transporte llevaba ruedas más pequeñas: unos patines.

“Yo no soy ningún misil”

“Fernando es de esas personas que piensan que están llamadas a hacer algo grande. Que va a ser el mejor”, dice una persona que lo vio crecer como ciclista antes de pasar a profesionales. La misma que luego remacha: “A muchos les pasa. Pero él ya lo ha demostrado”. Gaviria combina, pues, una personalidad amable con aires de gran ídolo: “No es una persona déspota ni desagradable. Cuando lo llaman para estar con chavales y jóvenes ciclistas, no se va a hasta que no atiende a todos, pero sí tiene un carácter especial”.

Precisamente esa personalidad especial ha dado lugar a episodios de diverso tipo. Por ejemplo, de todos es sabido que el periodismo deportivo es muy dado a los sobrenombres y las comparaciones. Sucede aquí, en España, pero muchísimo más si cabe en Latinoamérica. Raro es, por poner un ejemplo, el futbolista argentino que no tiene un apodo. Y tampoco una persona tan rompedora en lo deportivo como Fernando Gaviria se ha librado. Tanto es así que el conocido narrador colombiano Mario Sábato –el inventor del sobrenombre ‘Nairoman’, para referirse a Quintana- se ‘calentó’ más de la cuenta durante una de sus famosas alocuciones y rebautizó al jovencísimo y poderoso velocista: “No es un ciclista, ¡es un misil!”.

A partir de entonces, se empezó a asociar a Gaviria con estas armas. El símil no podía ser más claro: la velocidad que llevan ambos. Pero el corredor se enteró y no le gustó lo más mínimo: “Dijo que él no era ningún misil. Que los misiles son armas de guerra, y él es un deportista colombiano que trata de hacer las cosas lo mejor posible para llevar a su país a lo más alto. Y bastante le estaba costando a Colombia mejorar su imagen como para que lo comparasen a él con un misil, un arma que mata gente”, cuenta una periodista colombiana.

Gaviria celebra la victoria en la decimotercera etapa del Giro. Efe

Flandes y Roubaix

Su orgullo patrio está fuera de toda duda. De hecho, en su meteórica carrera también ha habido decepciones. La última de ellas fue en los Juegos Olímpicos de Río, cuando se quedó a las puertas de las medallas. Él entendió que había fallado incluso a su país y tomó una decisión radical: “He fallado yo. La culpa es mía porque yo soy el que corro y debo responder, y no he respondido. No estoy tranquilo, lo estaría si hubiera conseguido darle a Colombia una medalla, pero no lo he hecho. Este es mi retiro de la pista”, aseveró entonces. Con sólo 22 años y toda una trayectoria deportiva por delante decidió dejar los velódromos por una decepción. “Ese es Gaviria y ese es su carácter. Se enfada, pero también puede que en un tiempo lo piense de nuevo y vuelva”, repite quien lo vio forjarse como ciclista en suelo colombiano.

A su personalidad hay que sumar otro elemento clave que ayudará a entender su rápida explosión y también los pasos que pretende dar en el futuro: la ambición. Gaviria no se va a conformar con ser un gran sprinter que ha arrasado en un Giro. Joxean Fernández ‘Matxín’, uno de los grandes artífices de la llegada de Gaviria a Europa, lo tiene claro: “Fernando ya tiene en la cabeza ganar las clásicas de los adoquines. Quiere triunfar en Flandes y Roubaix y tiene la calidad para hacerlo”. Sería otro hito para el ciclismo colombiano, poco acostumbrado a destacar en esas latitudes y carreteras estrechas. Una de las pocas barreras que le queda ya por derribar a esta generación dorada. La otra es el Tour, pero ahí a Gaviria no le corresponde intentar ganarlo.

Fernando Gaviria está destinado a marcar una época y a protagonizar una ruptura. Dar visibilidad a un tipo de corredor que hasta ahora no tenía protagonismo alguno en Colombia. Si finalmente logra la victoria en alguna de las dos grandes pruebas del adoquín estará abriendo un tiempo nuevo para el ciclismo en su país. “Si lo tiene en la cabeza, lo conseguirá. Desarrollará la mentalidad positiva necesaria para lograrlo”, avisa ‘Matxin’. Sólo el tiempo nos marcará su techo, pero estamos ante un ciclista de los que puede marcar época.

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