Hace ya siete temporadas que el equipo Sky llegó al ciclismo profesional. Después de una década triunfando en la pista que le valió para convertirse en 'Sir' del imperio británico, Dave Brailsford puso en marcha su megaproyecto para la carretera apoyado por el poder mediático de Rupert Murdoch.

Tras dos temporadas iniciales de titubeo, Team Sky comenzó a rentabilizar su presupuesto multimillonario en 2012. Su figura: Bradley Wiggins, destacado especialista en pista que se transformó paulatinamente en un gran ciclista de carretera especialmente inclinado a las contrarrelojes y las rondas por etapas. En aquella temporada de cénit fue imbatible: ganó tres vueltas de primera división, se proclamó ganador del Tour de Francia y vivió su apoteosis con el oro olímpico en la contrarreloj individual de Londres 2012. Este éxito, combinado con su carisma innato, enganchó a la bicicleta a un país que ya antes era aficionado y desde entonces bebe los vientos por el ciclismo.

Para explicar su excelencia, Sky recurría a mil y un hechos articulados en torno a un concepto: “ganancias marginales”. Se trataba de llevar la tecnificación al extremo y cuidar todos los detalles: desde traer técnicos de la natación para desarrollar planes de entrenamiento revolucionarios dentro del ciclismo, hasta colocar dispensadores de alcohol en cada esquina del hotel de concentración para higienizarlo; desde descansar en una motorhome en lugar de en el hotel para mejorar la recuperación, hasta tener una lavadora para cada ciclista con objeto de evitar contagios.

Todo esta filosofía se contenía en la raya celeste que surca el traje de Sky: hay inscrito en ella una máxima, “Ride the line”, que incide en lo estrecha que es la línea que separa al éxito de fracaso y cómo hay que pedalear y cuidar cada detalle para rebasarla favorablemente. Las sospechas de que Bradley Wiggins abusó de las Autorizaciones de Uso Terapéutico (AUT) en su Tour victorioso provoca una nueva lectura de qué simboliza esa línea.

La sustancia

Hace ya dos semanas que los hackers rusos de Fancy Bears comenzaron a filtrar las AUT de varios deportistas de talla mundial. Las casuísticas son infinitas: desde quienes simplemente se trataron la picadura de una avispa hasta los pacientes de asma inducida por el ejercicio. En el caso de Bradley Wiggins, una palabra clave: triamcinolona. Se trata de un corticoide para tratar un tipo de asma conocida como “fiebre del heno”, célebre en el ciclismo porque Lance Armstrong ya registró esta sustancia en un control antidopaje en 1999. Es potentísimo y las autoridades sanitarias recomiendan que su uso médico sea el último recurso.

Bradley Wiggins y Team Sky solicitaron tres AUT para que el ciclista británico pudiera inyectarse triamcinolona antes de tres citas clave para él: el Tour de Francia 2011 y el Giro d’Italia 2013, que abandonó por caída, y el Tour de Francia 2012, que ganó.

Hecha la filtración, personajes con dopaje en su historial que ahora ejercen como locos de la linterna, tales como Michael Rasmussen o Jorg Jaksche, pusieron el grito en el cielo. “Reduce la inflamación, lo cual ayuda a la recuperación, y adelgaza bastante. Según mi experiencia, aumenta el rendimiento entre un 3% y un 5%”, dijo Jaksche en Cyclingtips.

Los corticoides, en general, son una de las grandes manzanas de la discordia dentro del antidopaje. Son convenientes e incluso necesarios para tratar determinadas afecciones; sin embargo, su uso terapéutico ha sido aprovechado históricamente como forma legal -aunque amoral- de aumentar el rendimiento.

Para luchar contra esto, la UCI tiene una política de “no jeringuillas” en la cual prohíbe a los equipos practicar inyecciones a sus corredores. También existe una asociación de equipos, el Movimiento Por un Ciclismo Creíble, en la cual milita la mayoría de escuadras de primera división, aunque no Sky. Sus miembros someten a sus corredores a controles de salud más exigentes que los recomendados para la AMA: si hay indicios de abuso de corticoides, los ciclistas son apartados de la competición. La máxima subyacente: si han necesitados tantos corticoides, significa que se encuentra en un estado de salud en el que correr no es recomendable. ¿Cómo estaba Wiggins para necesitar una sustancia tan potente como la triamcinolona?

Bradley Wiggins durante la entrevista con la BBC. Reuters Thomson Reuters

Las consecuencias

El nivel de escrutinio al que se han enfrentado los atletas afectados por las filtraciones de Fancy Bears ha sido muy dispar. De todos, probablemente Bradley Wiggins haya sido quien más ha sufrido el intenso calor de los focos mediáticos.

En este hecho juegan varios factores. El principal es el dominio que Team Sky ha ejercido dentro del ciclismo mundial en el último lustro, generando suspicacia, animadversión y envidia a partes iguales. Escocía, también, el hecho de que lo hicieran desde la proclamación de absoluta limpieza, enunciada como “tolerancia cero” hace unos años y ejecutada con despidos de técnicos a los que se encontraba una mancha de años ha en el historial. Los británicos elevaron mucho su listón moral, y eso provoca que el rasero con el cual los miden tanto en su área de influencia como en los medios especializados sea muy exigente.

En este sentido, ha sido llamativo ver a portales de referencia como Cyclingnews ser especialmente incisivos en el tratamiento de este caso, y a Team Sky rechazando en varias ocasiones los ofrecimientos de este y otros medios para exponer su versión de los hechos. En el caso de su cabeza visible, Dave Brailsford, hubo que esperar a este lunes para una 'tournée' mediática de entrevistas pactadas en medios británicos en las que dijo no arrepentirse de nada y haber actuado conforme a las normas.

Bradley Wiggins, por su parte, escogió explicarse en un espacio de entrevista de actualidad de la BBC el pasado domingo, diez días después de un escueto comunicado en el que decía que su asma “no era noticia”. Explicó que había solicitado “algo” para ayudarle a respirar mejor cuando los médicos de su equipo le habían preguntado si todo iba bien en su preparación para las grandes citas que tenía ante sí. Y fue entonces que pidieron la AUT a la UCI para la inyección. Anteriormente, Wiggins había tratado estos problemas respiratorios con sustancias más comunes como el salbutamol, principio activo del Ventolín.

La versión expuesta por Wiggins es disonante con sus declaraciones de aquella época, en las que decía encontrarse “en una posición ideal” para atacar el Tour de Francia. También con palabras escritas en una de sus autobiografías, My Time, en la cual aseveraba que nunca se había sometido a más inyecciones que las vacunas porque le provocaban problemas diversos, como “diarreas”. Eran palabras escritas justo después de un párrafo en el cual se quejaba de que la UCI no vigilaba el cumplimiento de su política de “no jeringuillas”, hecho sobre el cual se quejó públicamente… justo antes del Tour de Francia 2011, en vísperas del cual se inyectó triamcinolona.

Pese a los esfuerzos por dar una vuelta a la narrativa, lo cierto es que las tres inyecciones de triamcinolona han empañado de forma irremisible el historial de excelencia deportiva de Bradley Wiggins y Team Sky. Pese a que han actuado dentro de la legalidad, han sido cazados en varios renuncios que les han llevado a ser llamados “hipócritas” por personajes del calado del anterior presidente de la UCI, Pat McQuaid. Personajes todos ellos movidos por sus propios intereses, en muchas ocasiones espurios y en otros casos directamente innobles.

La última idea expresada por Dave Brailsford para salvar la reputación de su equipo llegó este lunes en Sky Sports, y consistía en revelar las AUT que solicitaban los miembros de su equipo. Él mismo reconoció que era una posibilidad que necesitaba estudiar con detenimiento porque podía vulnerar la privacidad de sus corredores; el miércoles, la AMA refrendó esto en un comunicado, deteniendo de facto la puesta en práctica de esta medida. Así, la cuestión de cómo recuperar la credibilidad de Team Sky sigue sin resolver.

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