Bauke Mollema rodeado de cámaras, abatido, la tez húmeda de lluvia y sudor, los ojos secos y muy abiertos. “Empecé a subir el puerto final con sólo 20” de retraso respecto a los favoritos y…”. Pausa dramática, reflejo del shock. “No pude recuperarlos”. El neerlandés de Trek, segundo de la general esta mañana después de un Tour de solidez insospechada, ha perdido el trabajo de ocho meses de preparación y tres semanas de competición en un solo día, como lo hicieron Steven Kruijswijk en el Giro y Tom Dumoulin en la Vuelta. Encima este último, favorito al oro olímpico contrarreloj en Rio, ha sufrido una caída durante la etapa y se ha fracturado el radio. Por alguna razón, Países Bajos está reñido con la gloria ciclista.

 

Después de una Grande Boucle insulsa, marcada en lo deportivo por el dominio de Sky y sentenciada con los audaces ataques de Chris Froome, este viernes tocaba un giro teatral. Primero porque el terreno era probablemente el más duro que había enfrentado el pelotón del Tour; segundo porque el clima iba a cambiar radicalmente, del benigno sol de las últimas etapas al frío y las precipitaciones [Así te hemos contado la 19ª etapa del Tour de Francia].

 

Aunque esperado para toda la jornada, el mal tiempo sólo sobrevino en la parte final de la etapa, justo cuando el grupo había coronado la subida más dura de la jornada y encaraba en sentido contrario parte del recorrido de la cronoescalada de este jueves. Hasta entonces sólo la voluntad de Astana, decidido a subir a Fabio Aru al podio aprovechando su arsenal de escaladores, había mantenido la carrera viva. Desde entonces, el más absoluto caos.

 

“Es difícil de explicar”, acierta a contestar Purito Rodríguez (Katusha) cuando le preguntan por los compases finales de la etapa. Ciertamente, lo que ocurrió en ese tramo de bajada entre Megève y Domancy es complejo de reconstruir. Se cortó el segundo de la general, Adam Yates (Orica-BikeExchange); también el sexto, Richie Porte (BMC). Ambos se reintegraron, pero su lapso de ausencia y la lluvia habían agitado los ánimos.

 

Mickael Chérel, esforzado gregario de Ag2r, comprendió que era la ocasión para el ataque de su líder Romain Bardet, un privilegiado en lo intelectual, lo físico y lo técnico que se encuentra igual de a gusto cursando un MBA, atacando a calzón quitado y bajando a tumba abierta. Cuando el dúo francés se lanzó cuesta abajo, Bauke Mollema (Trek) trató de seguir su rueda; terminó cayendo, cuestión de pericia, y perdiendo 4’26” en meta, cuestión de haberse desfondado física y psicológicamente. También quiso seguirles el maillot amarillo Chris Froome (Sky). “Y eso que le dije que se tranquilizara, que los dejara ir”, contó en Eurosport su adlátere Geraint Thomas. El anglokeniano pisó una línea blanca de la carretera, resbaladiza por el agua, y besó el suelo.

 

 

El percance no tuvo excesivas consecuencias para Froome: sólo tuvo que tomar la bicicleta de Thomas, cerrar filas con sus compañeros de Sky y pedalear de vuelta al grupo, desde cuyo seno controló la subida final hasta la cima de Saint-Gervais Mont Blanc. El gran contratiempo fue pasar de su habitual plato ovalado, poco ortodoxo pero muy eficiente para quienes se adaptan a él, al redondo de la bici de su coequipier galés. La diferencia en la mecánica de pedaleo, ostensible para unos ciclistas cuyos músculos son como los engranajes de un reloj por especializados y precisos, se notará el sábado por la mañana, cuando su cuerpo se despierte extraño, resentido por media hora larga de movimientos desacostumbrados.

 

El resto de contendientes por la general del Tour de Francia no volvieron a ver a Bardet hasta meta, donde el heraldo de la ‘nouvelle vague’ del ciclismo francés ya les saludó como segundo de la clasificación provisional [Así está la clasificación general].

 

 

Los demás, Aru y Porte con especial fruición, se empeñaron en descolgar a Yates mientras Froome les neutralizaba guiado por un Wout Poels al que, hecho un trabajo, pedía una marcha menos que permitía al joven británico reintegrarse al grupo. Así varias veces hasta que, dentro del último kilómetro, apareció Movistar con Alejandro Valverde lanzándose con denuedo y Nairo Quintana a rueda. Les secundó Purito, que esprintó en meta para luego darse cuenta de que la victoria no estaba en juego. “No sabía que iba Bardet por delante”, contó en COPE. “Menos mal que he mirado a la pantalla antes de levantar los brazos: si no, hubiera hecho el ridículo”.

 

Gracias al trabajo de Valverde, Nairo rebasó por 19” a Yates y se colocó en el tercer cajón del podio provisional. Contra todo pronóstico se descolgó declarando una afección indeterminada e insospechada hasta ayer. “Es un milagro de Dios poder estar hoy aquí. Estaba muy mal. Lo que pasa en mi cuerpo es difícil de explicar. Siento cansancio. No me responden las piernas. He pensado retirarme en algún momento de la etapa”. Enfermo y todo, fue quinto de la etapa.

 

Si la jornada de este viernes ha supuesto un giro teatral, la del sábado espera un último acto frenético. Serán 150 kilómetros con Aravis de salida, Colombière y Ramaz por el camino y todo un Joux Plane de colofón, seguido de la peligrosa bajada hasta Morzine para brindar diez minutos de espectáculo. En este escenario, el hoy achacoso Nairo Quintana se presentó en sociedad en una etapa de culto del Critérium du Dauphiné 2012 en el cual Sky empezó a ser Sky. Con el podio en juego y apenas dos minutos entre el segundo y el séptimo, es una incógnita qué depararán las piernas y las tácticas de los corredores. Y, por si faltaran interrogantes, se espera lluvia.

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