Tras el prólogo del verano austral, las primeras páginas de la temporada ciclista se están escribiendo estos días en la Challenge de Mallorca, tradicional debut de la campaña europea. Su formato de competición, con cuatro carreras independientes denominadas Trofeos, permite a los equipos acudir con media plantilla a la isla e ir rotando cada día para permitir a todos sus efectivos limpiar carbonilla de su motor.

La competición varía diametralmente de una jornada a la posterior: si el jueves todo se resolvió en una llegada masiva triunfal para uno de los mejores velocistas del mundo, André Greipel (Lotto-Soudal), el viernes tocó una jornada loca por terreno quebrado, río revuelto en el cual pescó un pequeño italiano, Gianluca Brambilla (Etixx-Quick Step).

Este sábado tocaba el capítulo de montaña, el Trofeo Deià que recorría la Sierra de Tramuntana, parte occidental de Mallorca, dibujando un ocho sobre el mapa que propiciaba un perfil con seis subidas puntuables de distinta entidad e insidia. La carrera fue dura: a los 30 kilómetros los más débiles ya habían entregado la cuchara y el dorsal a los jueces en señal de retirada.

La clave fue el jaque al pelotón urdido por una fuga numerosa, potente y descoordinada en la cual figuraban jóvenes como Adriá Moreno (Selección Española de Pista) o Mikel Bizkarra (Euskadi-Murias), favoritos como Dayer Quintana (Movistar) o Beñat Intxausti (Sky) y un tótem llamado Fabian Cancellara (Trek).

A Cancellara le llaman ‘Espartaco’ por las mil cualidades que comparte con los gladiadores romanos: garbo, elegancia, apostura, determinación, carisma, poderío. Todo eso le ha concedido una jerarquía que le convierte en uno de los pocos ciclistas capaces de parar al pelotón del Tour de Francia en plena carrera con sólo alzarse sobre el sillín y realizar unos aspavientos con sus brazos. También le ha aportado un palmarés homérico en el cual figuran tres París-Roubaix, tres Tours de Flandes, una Milán-San Remo, siete etapas del Tour de Francia y cuatro Mundiales contrarreloj.

La pasada campaña, ‘Espartaco’ no dominó en el albero, sino que mordió el polvo. Una caída frustró su campaña de clásicas y otra le eliminó del Tour de Francia mientras vestía el maillot amarillo de líder. Eso le condujo a una depresión deportiva que culminó en una decisión descorazonadora para los aficionados al ciclismo: 2016 será su última temporada como ciclista profesional.

La cara brillante de la moneda es que eso le ha liberado de presión y devuelto la sonrisa. “Este año quiero disfrutar de las carreras”, dijo este sábado en meta, “y lo estoy logrando”. A fe que lo hace. Anduvo toda la jornada escapado en un terreno, la montaña, que no es el suyo. Atacó en el descenso del penúltimo puerto y la manada del pelotón, que incluía lobos como Alejandro Valverde (Movistar) o Michal Kwiatkowski (Sky) no pudo frustrar la primera nota de su canto del cisne.

“Este es mi trabajo, mi afición, mi pasión… y quiero disfrutarlo mientras pueda”, concluyó su rueda de prensa antes de marchar raudo al aeropuerto de Palma, desde donde vuela al Golfo para disputar a partir del miércoles el árido Dubai Tour.

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