52 años pueden parecer una eternidad en el deporte profesional. Es el tiempo suficiente para que generaciones enteras de aficionados nazcan y crezcan sin ver a su equipo levantar un trofeo. Esa larga espera para los New York Knicks encontró una pausa la noche del martes en el T-Mobile Arena.
En una demostración de carácter y resistencia física, el conjunto neoyorquino se proclamó campeón de la Emirates NBA Cup 2025 al derrotar a los San Antonio Spurs con un marcador de 124-113, un triunfo que, aunque distinto al título de junio, tiene sabor a gloria para una franquicia hambrienta de éxito.
El encuentro no fue un paseo triunfal para los de la Gran Manzana. De hecho, durante gran parte de la velada, la narrativa parecía inclinarse hacia la juventud y el atletismo de Texas.
Los Spurs, impulsados por el fenómeno Victor Wembanyama y la sorprendente madurez del novato Dylan Harper, llegaron a construir una ventaja de once puntos en el tercer cuarto. San Antonio controlaba el ritmo y explotaba los espacios, amenazando con dejar a los Knicks nuevamente a las puertas de la historia.
Pero la identidad de este equipo, forjada bajo la disciplina defensiva de Tom Thibodeau, emergió cuando más se necesitaba. Nueva York respondió con una racha devastadora de 13-1 para cerrar el tercer periodo, arrebatando el control psicológico del partido.
Jalen Brunson, frente a Victor Wembanyama en la final de la NBA Cup 2025
El artífice silencioso de la ofensiva fue OG Anunoby, quien terminó como máximo anotador del encuentro con 28 puntos, ejecutando con precisión quirúrgica mientras la defensa de los Spurs colapsaba sobre otras amenazas.
Jalen Brunson, MVP
Jalen Brunson, galardonado posteriormente como el MVP del torneo, personificó la lucha del equipo. Pese a no tener su noche más eficiente en el tiro, el base apareció en los momentos calientes para sumar 25 puntos y gestionar los tiempos del partido con la frialdad de un veterano.
No obstante, la batalla se ganó verdaderamente en las trincheras: Mitchell Robinson fue un coloso bajo los aros, capturando 15 rebotes, de los cuales diez fueron ofensivos, regalando posesiones extra que resultaron letales para la moral de San Antonio.
El dramatismo de la final alcanzó su punto álgido con la situación de Karl-Anthony Towns. El pívot tuvo que retirarse al vestuario con molestias en la pantorrilla, encendiendo las alarmas en el banquillo neoyorquino.
Lejos de abandonar, Towns regresó a la pista para firmar un doble-doble de 16 puntos y 11 rebotes, un gesto de compromiso que galvanizó a sus compañeros en el último asalto.
Al final, mientras el confeti caía en Las Vegas, la victoria trascendió el incentivo económico de más de medio millón de dólares por jugador. Este título valida el ambicioso proyecto de la gerencia y envía un mensaje contundente al resto de la liga.
Los Knicks han dejado de ser una promesa para convertirse en una realidad tangible. Aunque la meta final sigue siendo el anillo de junio, la NBA Cup de 2025 servirá como el primer estandarte moderno que colgará del techo del Madison Square Garden, recordando que el baloncesto en Nueva York ha vuelto a despertar.
