Madrid

Cura de humildad. Es la mejor expresión para definir lo que supuso el primer partido de la final de la ACB entre el Real Madrid y el Baskonia. A algunos les parecía que los blancos ni siquiera iban a tener que sudar la camiseta para ganar la liga. Incluso se vaticinó un 3-0 a favor del campeón de Europa. Pues bien, ese resultado ya no será posible. El exceso de confianza puede ser un enemigo muy peligroso para los favoritos en estas ocasiones. Si lo fue o no para el Madrid, nunca lo sabremos a ciencia cierta. Lo que sí sabemos es que enfrente hay, y lo habrá durante toda la serie, un señor equipo de baloncesto. Al que muchos le perdieron el respeto, sin miramientos ni justicia, antes de tiempo [Narración y estadísticas: 90-94].

El Baskonia ya ha empezado a prepararse para obtener un billete para el que puede ser uno de los eventos más importantes de su historia: la Final Four de la Euroliga que se celebrará en Vitoria en 2019. Porque, por si alguien lo dudaba, los vascos no van a ser una mera comparsa en el duelo por el título. Tienen entrenador y jugadores de demasiada categoría como para que no se les valore en su justa medida. Ya que algunos quizá les minusvaloraron en exceso, los hombres de Pedro Martínez llegaron a Madrid con ganas de dar la campanada. Y lo consiguieron: ahora el factor cancha les pertenece en la eliminatoria.

Ya se sabe que a los vitorianos les sobra el carácter. Pero la de este miércoles fue una exhibición de raza digna, la verdad sea dicha, de un equipo campeón. Primero, porque los visitantes supieron sobreponerse a las adversidades de forma inmejorable. Por ejemplo, a los problemas de faltas de los dos bases más en forma de su equipo: Vildoza primero (qué momento de forma el suyo) y Marcelinho Huertas después. Casualidad, ambos estaban a pleno rendimiento cuando tuvieron que marcharse, sin remedio, al banquillo.

Otro caso práctico. ¿Que Tavares causaba auténtico pavor en su canasta y en la ajena en los primeros minutos? Daba igual, quedaba mucho partido por delante. Poco a poco, Poirier ganó ascendencia en la pintura. Shengelia también tuvo sus momentos, aunque su compañero francés acaparó más foco. La cosa fue de galos, sin duda: Beaubois, desaparecido muchos minutos, disputó un tercer cuarto espléndido.

Y qué sería de este Baskonia sin el perímetro, claro. Timma, Voigtmann y Janning también tuvieron mucho que decir a la hora de explicar por qué los azulgranas vivieron, por momentos con comodidad, en una renta cercana o igual a los seis puntos. Y que alcanzó una máxima de nueve puntos justo antes de entrar en el último cuarto y ya en este. La situación no era nada idílica para el Madrid.

Sí, los blancos habían recuperado a Doncic para la causa, aunque por momentos, en la segunda mitad. Pero faltaba algo. Aunque todo era demasiado igualado (qué delicia de apertura de final), el Baskonia parecía sentirse un punto superior. Por dentro, más allá de Tavares, costaba ver la luz. Que se lo digan a un Randolph que continúa sumido en la más absoluta de las penumbras. Por fuera, faltaba algo más de mordiente en el triple. Y, en general, se echaba en falta a esos secundarios que tanto lucieron en otras ocasiones.

Tan sólo apareció Carroll, el hombre de los cuartos pares. La explosión que provocó en el segundo cuarto fue aún mayor en los momentos decisivos, cuando el Baskonia ya se veía y sentía ganador. Era la hora de los valientes, y el norteamericano lo fue más que nadie. Claro que Campazzo, Llull y Rudy le echaron coraje al asunto. Pero quien se echó al Madrid a la espalda fue su bomba personificada.

Su espíritu parecía hacer posible que se diese la vuelta al panorama. Un robo de Rudy, un triple de Taylor, el Palacio lleno de júbilo y el marcador a favor para los locales. Olía tanto a épica que Carroll volvió a pista de inmediato. Y, aun así, todo seguía en un puño. Shengelia y Llull lucían palmito de jugadores franquicia, el silbato ganaba jerarquía (un protagonismo tan poco recomendable como el del segundo período) y los tiros libres acertados valían doble. Shengelia, anotándolos, selló el triunfo del Baskonia a 23 segundos de la conclusión. Ayón, fallándolos a 47 segundos de la conclusión, mandó a la lona al Madrid.

Algunos aficionados ni siquiera quisieron aguantar hasta el final. Se perdieron una canasta a la desesperada de Llull, un triple no menos rabioso de Carroll… y poco más. El viernes, segundo partido. Y las urgencias tocan a la puerta de Laso y los suyos: visitar el Buesa Arena con un 0-2 en contra no parece recomendable. Pero sí, visto el nivel del Baskonia, posible.

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