Madrid

Con 8-18 en contra, Pablo Laso decidió que era hora de un cambio. ¿Dónde quedaban la motivación y el buen rollo del calentamiento? El Obradoiro, a base de defensa, acierto exterior y dominio bajo el aro, sonrojaba al Real Madrid en el primer cuarto. Y hacía falta una buena 'lasina' para despertar al líder de la ACB: una victoria aseguraba los playoffs, así que tocaba espabilar. El tirón de orejas procedente del banquillo, evidente desde la lejanía, surtió efecto. Los locales aparcaron la desconcentración, se pusieron serios atrás y, con un 11-0 de parcial, empezaron a ganarse el billete para la postemporada doméstica que lograron al bocinazo [Narración y estadísticas: 78-65].

Esos minutos sin anotar de los visitantes, entre el tramo final del primer cuarto y el inicial del segundo, lo dijeron todo. En cuanto el Madrid controló mejor el rebote y dejó sin situaciones cómodas ofensivas al rival, todo cambió. El ataque estaba engrasado, con Carroll como principal artillero. Lo que hacía falta era construir un buen muro por dentro. Y a ello se pusieron especialistas como Tavares (principal objetivo de la furia de Laso en el tiempo muerto que lo cambió todo). Hacía falta trabajo sucio del bueno en la zona: más tarde, Ayón y Reyes se apuntaron al desafío.

El mayor reparto de minutos fue aprovechado especialmente por Santi Yusta y Chasson Randle. Que el chaval devuelva la confianza de su técnico cuando juega ya no es novedad. Sorprende algo más, por lo que venía siendo el curso, el buen momento del norteamericano (y la vuelta de Llull está al caer). Dar descanso a Luka Doncic es una tarea de todo menos fácil. Como hacer olvidar a Campazzo, todavía de baja. Pero Randle, por fin, no desentona: está en su mejor momento desde que llegó al Madrid. Aunque eso no le sirva para eclipsar al niño maravilla del baloncesto europeo.

Tampoco hizo falta que Doncic se pusiese en modo arrollador. Produce tan fácil que su simple presencia en cancha, aun con números menos llamativos que en otras fechas, ya es un soplo de aire fresco casi mortal. Que se lo pregunten a Randolph, reactivado para la causa en la segunda parte. ¿Con quién coincidió en pista? Con su 'compatriota'. Poco a poco, la decena de puntos de renta que el Madrid ya había cosechado en el segundo periodo subió de forma imparable hasta convertirse en más de una veintena tras el descanso.

A Bendzius, Pustovyi y compañía no les quedó otra que rendirse. El olor a capitulación ya echaba para atrás en cuanto Laso metió en vereda a sus hombres, pero quedó confirmado de manera definitiva con un tapón de Tavares. En pleno tercer cuarto y para empequeñecerlos a todos. El gigante caboverdiano domina a placer en España, sin piedad con absolutamente nadie. Aunque asegurar el pase a las eliminatorias por el título no fue cosa de uno, sino de todos. Fue el colectivo (todos encestaron y sólo Randle se quedó sin rebotear, por ejemplo) el que imperó. Otro día más en la oficina, como se suele decir.

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