Las caras largas de Lawal, Doellman, Navarro, Claver, Ribas y el recién llegado Holmes eran todo un poema durante el calentamiento de sus compañeros del Barça antes del inicio del Clásico. Los seis causaban baja en las filas azulgranas, y cinco de ellos por lesión. Era el principal motivo por el que muchos daban como favorito al Real Madrid este domingo. Pero, como ya dijo Pablo Laso, en un encuentro de tal magnitud no hay favoritismos que valgan. Y el lobo que parecía vestir piel de cordero acabó volviendo a su ser para consumar una sorpresa relativa en forma de triunfo (Narración y estadísticas: 85-75). Ante las adversidades, una superioridad manifiesta durante los 40 minutos gracias a la mejor versión de Ante Tomic en mucho tiempo.

Ese bigotillo a lo Gustavo Ayón que luce el pívot croata no ha podido traerle vibraciones más positivas. Llevaba unas jornadas un tanto erráticas, pero volvió a aparecer en el mejor momento posible para los suyos. Su dominio de la situación fue impecable: anotó (19), reboteó (7) y pasó “como ningún otro hombre alto puede hacerlo” (5), según la predicción de Othello Hunter. Poco pudo hacer el jugador del Real Madrid para detener a su par en la zona. Sin duda, la actuación de Tomic bien puede ser considerada como una de las mejores con su exequipo delante. O, directamente, la mejor.

Los otros dos grandes protagonistas locales sorprendieron más bien poco. Perperoglou, que ya venía avisando de su mejoría en las últimas fechas, retomó su versión más aniquiladora ante el Madrid. Frente a un equipo contra el que se suele gustar, su concurso fue prácticamente intachable en el tiro después de una noche europea aciaga en ese sentido contra el Maccabi. El que apenas suele tener noches para olvidar es su compañero Tyrese Rice, tan arrebatador como acostumbra. Necesitó vestirse de líder menos que otros días, pero lo hizo en los momentos justos y suficientes como para minar la moral visitante.

Una que casi nunca estuvo a la altura de las circunstancias. El partido se rompió en los 20 primeros minutos, y no fue posible entrar en dinámica en los 20 últimos. ¿Que se intentó? Sí, pero pesó mucho la falta de intensidad inicial: los numerosos tiros fallados por Randolph, los pases a la grada, los ataques sin cabeza… Tuvo que ser Nocioni quien diese más la cara en el Madrid y quien recriminase la falta de unas ganas que se habían quedado por el camino en el puente aéreo. “No estamos haciendo nada”, seguía Laso en idéntica línea.

En un día poco lúcido de los protagonistas blancos (como Rudy, Llull y Ayón), fueron secundarios como Carroll, Hunter (más atinado en ataque) y un certero Draper quienes más remaron en la segunda parte. Intentaron enfriar el buen ambiente del Palau Blaugrana en los últimos minutos, pero la cuesta descendida anteriormente era demasiado larga y empinada como para subirla ipso facto. Vezenkov y Koponen salieron a la palestra y, para variar, Rice puso la guinda final a un encuentro donde sólo Eriksson presentó un más/menos negativo entre los azulgranas. La evidencia es que el Madrid es humano y el Barça, por muchos problemas que tenga, tiene su caché intacto. Noviembre del 73, y sus 60 puntos de claro margen blanco, queda muy lejos, por si alguien lo dudaba.

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