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José Manuel Calderón acumula un patrimonio que la mayoría de deportistas gastaría de forma inmediata. Durante su carrera en la NBA, el exjugador español ingresó 116 millones de dólares en contratos.

Sin embargo, su aproximación al dinero dista mucho de ser la típica del atleta multimillonario que invierte en coches deportivos y mansiones.

"Ni se me pasó por la cabeza comprarme un descapotable. Para mí el dinero nunca ha sido algo para gastar", aseguraba Calderón este año en una entrevista con El País. Su mentalidad defensiva tiene raíces profundas: "No sabía si iba a jugar un año o 25. Una lesión y se te acaba. ¿Y entonces qué haces?".

Esta inquietud le llevó a pensar en un activo fundamental: "Pensé en un piso, en invertirlo". La diferencia con otros atletas es radical. Mientras algunos se entregan al consumo conspicuo, Calderón optó por la austeridad voluntaria: "Tengo el mismo KIA de siempre. No tengo caprichos".

Ese dinero no invertido en lujos se ha canalizado hacia un portafolio empresarial complejo. Calderón es cofundador de OCLO, una plataforma tecnológica de datos deportivos que hoy opera en tres continentes con casi 50 empleados.

José Manuel Calderón, durante una entrevista con El Español Laura Mateo - EL ESPAÑOL

La empresa trabaja con clientes de primer nivel como la NBA, la Liga ACB y la Junior NBA. En hostelería, participa en Mercado Little Spain junto al chef José Andrés en Nueva York, y es propietario de Mandukar, un restaurante en Villanueva de la Serena, y Sushi UP en Murcia.

Sus inversiones van más allá. Desde este verano, sus proyectos en Málaga comenzaron a materializarse. El Oasis, un centro deportivo inclusivo de 20.000 metros cuadrados en Churriana cofundado con Berni Rodríguez, inició formalmente su construcción con una inversión superior a los 10 millones de euros financiada por Fundación Unicaja, MAPFRE, Endesa y la NBA Players Association.

The Embassy, su centro de entrenamiento profesional FIBA en Fuengirola, continúa operativo.

En septiembre, Calderón se incorporó como socio estratégico de Podoks, una startup que ha experimentado un crecimiento espectacular. La compañía cerró el año con una facturación de 740.000 euros, duplicando sus ingresos respecto al año anterior y registrando un crecimiento del 115%.

Ha vendido más de 40.000 pares de calcetines biomecánicos y mantiene abierta una ronda de inversión de 600.000 euros con valoración pre-money de 4,5 millones. Su incorporación ha reforzado la visibilidad internacional de la marca en entornos profesionales.

Lo que distingue a Calderón de otros inversores deportistas es su filosofía sobre el rol que debe jugar el dinero. En el podcast de MAPFRE La Bolsa de Deporte, explicó que "esas conexiones te hacen ver de que no es solo el hecho de 'queremos que vengas y que inviertas económicamente' sino qué otras cosas puedes aportar al proyecto".

Su contribución trasciende lo financiero: aporta experiencia, contactos y credibilidad.

Calderón también subraya el rigor: "Cuanto más preguntemos, mejor". En una era donde los deportistas son sinónimo de ostentación, Calderón representa una anomalía: alguien que ganó cifras astronómicas y decidió que "el dinero nunca ha sido algo para gastar", sino para construir.