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Jalen Williams ha sufrido un duro revés y no en lo deportivo, a pesar de encadenar 18 partidos sin jugar debido a la lesión que sufrió en su muñeca y que le ha obligado a pasar por quirófano. El golpe se lo ha llevado el jugador de los Oklahoma City Thunder en términos económicos.

Desde la implementación del nuevo convenio colectivo, la NBA exige que los jugadores disputen al menos 65 partidos de temporada regular para ser elegibles a los grandes premios, como el MVP, el Jugador Defensivo del año o los quintetos All-NBA.

Esa norma, diseñada para combatir el "load management" (la estrategia de regular el esfuerzo de los jugadores para prevenir el sobreentrenamiento y las lesiones) y asegurar que las estrellas estén presentes la mayor parte del año, se ha convertido ahora en el gran obstáculo del alero.

Al haberse perdido 18 encuentros, Jalen Williams ya no tiene margen para alcanzar ese umbral, lo que automáticamente lo deja fuera de la carrera por esos reconocimientos.

El contrato de Williams, como el de muchas figuras jóvenes de la liga, incluye primas escalonadas ligadas a logros individuales: presencia en los equipos All-NBA, premios de la temporada y otros hitos estadísticos que disparan su salario a través de cláusulas conocidas como "escalonadas".

Al quedar inhabilitado para competir por esos galardones, el alero ve cómo se esfuman aproximadamente 47 millones de dólares que podría haber asegurado a medio y largo plazo, una cifra que cambia por completo la proyección de lo que iba a ser su primer gran contrato como estrella consolidada de la NBA.

Las dos caras de la moneda

Para Oklahoma City, la situación supone un dilema agridulce. Por un lado, la ausencia de Williams durante 18 partidos ha obligado al entrenador a reconfigurar rotaciones, sistemas ofensivos y responsabilidades defensivas, restando continuidad a un proyecto que se ha construido alrededor de un núcleo joven y muy ambicioso.

Por otro, la caída de esos incentivos hace que el coste futuro del jugador sea más manejable para la franquicia, que gana flexibilidad salarial de cara a reforzar el equipo en los próximos años.

Jalen Williams, en un partido con los Oklahoma City Thunder. NBA

El resto de la liga preferiría, sin duda, que el trío Shai-Williams-Chet resultara lo más costoso posible, obligando a Sam Presti a tomar decisiones complicadas sobre el resto de la plantilla. Así es como suelen desmoronarse las dinastías: el límite salarial aprieta y los equipos terminan moviendo piezas que, con el tiempo, resultan más importantes de lo previsto.

Una vez más, la suerte sonríe a los Thunder. La gestión de Sam Presti (vicepresidente ejecutivo y gerente general de los Oklahoma City Thunder) es impecable y las recompensas aún continúan acumulándose: si Clippers, Jazz y Sixers quedan fuera de los playoffs, Oklahoma tendrá tres selecciones dentro de la lotería del draft de 2026.

Tres picks entre los primeros 14 para un equipo que ya sabe lo que es ganar (y que tiene todo para volver a hacerlo), lo que lo colocaría en una posición inmejorable para construir una auténtica dinastía.