Los clásicos de los últimos años eran demasiado monótonos para tratarse de la mayor rivalidad del deporte europeo. Por más que se esforzó el Barça, sus sucesivos proyectos fueron vapuleados por el Madrid de Laso, anclado en la solidez. Las tornas han cambiado, pues las bajas han minado a los blancos en la dirección y cerca de los tableros, aunque ayer también mostraron la falta de concentración que, de vez en cuando, derrota a este equipo.

Por el contrario, el Barcelona de Jasikevicius es un equipo con mordiente y sin despistes, que apareció decidido a conseguir la victoria y permaneció sin altibajos en su voluntad. Laso siguió su manual de siempre, que quizás debiera revisar en los partidos clave ante las nuevas circunstancias. Garuba pareció una mala elección para defender a Mirotic, al que sólo te puedes enfrentar con el conocimiento y la picardía que el prometedor pívot madridista todavía desconoce.

De esta forma, Garuba suspendió algún capítulo que le aclarará su futuro -cómo sortear los bloqueos indirectos, por ejemplo-, pero el Barcelona tomó la confianza precisa de la mano del talentoso pívot que vistiera de blanco. Aún así, el Madrid se mantuvo con firmeza en el encuentro, gracias a la dirección de Laprovittola, el único momento en el que el equipo tuvo una dirección competente que diera claridad y orden a su juego.

Sarunas Jasikevicius y Pablo Laso durante El Clásico ACB Photo

Al cuarto y medio de partido, los azulgranas comenzaron a dar testimonio de su peligrosidad. Ya no era sólo el baluarte montenegrino, también Higgins y Kuric habían despertado, y, con ellos, el resto, en labores defensivas y anotaciones oportunas. El Madrid igualó el primer empellón de su rival con los aciertos de Llull, brillante en la anotación, sólo discreto en la dirección.

El ritmo ofensivo y la calma mostraron su importancia conforme el encuentro avanzó, ya que las defensas eran duras y había que trabajar el resquicio propicio para la canasta. Los blancos los perdieron poco a poco, de forma paulatina, y con su ausencia, fueron a remolque en los tres últimos cuartos, con lagunas de concentración impropias del duelo.

Algo no carburaba bien, y jugadores como Thompkins y Rudy Fernández, esenciales en este tipo de encuentros, tuvieron una noche sin fortuna. Quizás este último porque estuvo mucho tiempo sentado, y ésta fue una circunstancia que pudo tener su influjo en el partido: las rotaciones de Laso fueron muy largas, y los jugadores entraban de nuevo fríos y tras demasiados minutos en el banquillo.

Por estas razones, los jugadores del Madrid trabajaron incómodos y a contrapié. En especial en el último cuarto, que tuvo un comienzo fatídico: tres tiros libres fallados, más dos mates de Tavares propiciaron el despegue definitivo barcelonista. La reacción final se quedó corta. Pudo llegar más lejos, pero Laprovittola debe dejar a un lado sus vicios de jugador de equipo pequeño y Mirotic se lo recordó con un tapón propiciado por la lentitud en la ejecución del lance.

El Barcelona fue mejor, pero al Madrid puede quedarse con una idea. Aún con un partido mediocre, no estuvo lejos de la victoria. Pero tiene que afinar más, pues ni su rival clásico ni ellos mismos son los que fueron.