El día tenía que ser grande. Desde luego que sí. No en todos los partidos se despide de la selección uno de los mejores jugadores de la historia del baloncesto español. Había que colgarse un bronce, sí o sí, para que Juan Carlos Navarro se despidiese de su '7' a lo grande. Por ese partido, también por el tercer puesto, del Eurobasket de 2001. Por la final del Mundial de 2006 o las de Pekín 2008 y Londres 2012. Por la semana fantástica en el torneo continental de 2011. Y por tantas y tantas cosas dentro y fuera de la cancha. Ya no será el que fue, pero el capitán cerró un ciclo como en sus mejores días con España: ganando, aun con sufrimiento final [Narración y estadísticas: 93-85].

Pau Gasol no iba a permitir que su mejor amigo se marchase de vacío de su último torneo con el equipo nacional. De ninguna manera. Desde el principio, puso todo su empeño en asegurar el enésimo podio europeo de este equipo. A última hora, cuando más temblaron las muñecas, él se mantuvo impasible. Era evidente que #LaFamilia, como se les denomina en el universo tuitero, estaba mentalizada al cien por cien para acabar el campeonato con una sonrisa. El hambre de unos jugadores que casi son hermanos antes que compañeros desbordó a Rusia en primera y última instancia.

Quizá el mejor ejemplo de sacrificio en pos del grupo fue el de Marc Gasol. Después de un golpe muy feo en el tobillo durante la primera parte, fue capaz de volver tras el descanso, como si nada. Hasta machacó el aro y metió un triple, aunque el dolor, posiblemente, le amargaba por dentro. Juanqui, uno de sus inseparables, se merecía ese desempeño. Quizá en los Memphis Grizzlies se estén tirando de los pelos, pero a veces hay que anteponer los valores de uno, y más si rebosan profesionalidad, a cualquier otra cosa.

Rusia no fue Eslovenia. Aunque siempre vuelve. Después de complicarle tanto la vida a Serbia en semifinales, España ni se inmutó ante ellos... hasta que, a última hora, se pusieron el cuchillo entre los dientes a golpe de triple. Shved fue protagonista, como era de esperar. También Mozgov y Vorontsevich. Aun así, quedó la sensación de que los rusos no afrontaron el partido con el ímpetu de llevarse una medalla a casa. Lo hicieron con la desgana de quien quería llegar a la final y, al no conseguirlo, desprecia el premio de consolación. Al menos, hasta los últimos minutos.

Cuando quisieron ponerse a remontar el partido, ya bien entrada la segunda mitad, los hombres de Scariolo se habían dado un baño de confianza suficiente como para no perder la calma del todo. Se pasó de un +18 a un +2. Se sufrió, claro, con expulsión de Ricky Rubio incluida. Pero nunca se perdió de vista el objetivo final. Tampoco lo hizo Sergio Rodríguez. El canario tenía que acabar por todo lo alto el Europeo, y más delante de la Rusia que le va a acoger en breve. Si quería mandar un mensaje del buen momento por el que pasa, lo ha conseguido.

Vendrán tiempos difíciles. La élite estará mucho más cara por motivos propios y ajenos. Habrá que saborear más los éxitos y asumir con mayor entereza las decepciones. La época de los júnior de oro llega a su final y se acerca la hora de que la savia presente (Chacho, Rudy, Marc, Ricky) lidere a la nueva (los Hernangómez, Oriola, Sastre). Por eso, toca empezar a disfrutar también de los bronces.

Esto no es ningún fracaso. Esto no es ningún castigo. Es, simplemente, ley de vida, porque la gloria no dura toda una eternidad. También cuesta subirse al último cajón de un podio, no se crean. Estos chicos lo saben y, por eso, celebrarán su enésima medalla, la decimotercera de esta edad dorada, como corresponde: a la altura del éxito que supone. Uno más para que Navarro, por si no tenía ya motivos suficientes, se vaya tranquilo.

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