El Madrid siempre será un campeón con asterisco. Venció a un gran Valencia y la semifinal contra el Baskonia fue extraordinaria, pero el partido de cuartos siempre ensombrecerá un título por el que nunca debió luchar. Hace un par de semanas vimos como las decisiones arbitrales perjudicaron de forma decisiva al Atlético de Madrid en el Camp Nou. Ahora el beneficiado ha sido el equipo blanco. No sé a qué esperamos para que la justicia del videoarbitraje se integre en el fútbol y en el baloncesto. Como en tantos otros deportes.



Esa frase que se suele decir en estos casos -“Lo que hoy te quitan los árbitros otro día te lo darán”-, es solo una ocurrencia que no se corresponde con la realidad; un intento de disimular las grietas del sistema. Mucho me temo que los árbitros nunca podrán devolver al Morabanc Andorra una victoria sobre el Real Madrid en unos cuartos de final de la Copa. Dos errores descomunales en el último minuto que hubieran cambiado el destino de este torneo y que inspiraron un cántico que resonó durante el resto del fin de semana: “Era campo atrás.” Hasta una página web comercializa una camiseta con el mismo lema y unas gafas en cuyos cristales se refleja el pie de Llull traspasando la línea de medio campo.



El atropello no habría llegado a serlo con el vídeo que algunos tanto reclamamos, cada día más necesario. Es un hecho probado que a los jueces les domina el instinto de supervivencia de no pitar contra el Madrid, el Barça o los equipos afines a los círculos del poder deportivo o mediático. Si lo que le sucedió al Andorra le hubiera sucedido al Madrid nos hubieran inundado ríos de tinta y tsunamis de ondas de radio. Cómo no, el asunto ha quedado para las chirigotas y el capítulo de las anécdotas, un rincón en el que ocultar la trascendencia de lo ocurrido. Para mi decepción, ni siquiera ha generado un debate interno en el baloncesto. Gana el marketing, pierde la Copa.



No creo pues que el Madrid sea el justo campeón, aunque sí haya sido el mejor equipo de este largo fin de semana. Un equipo curioso, desde luego, que consiguió el título caminando en el alambre de su superioridad condescendiente. Este Madrid rezuma un potencial enorme que no termina de exprimir. Alterna aires de suficiencia o de desconcierto con fases de inspiración. Pero es innegable que al llegar los momentos cruciales se viste de guerrero y no rehúye ni la refriega ni la responsabilidad.



Los devaneos del Madrid tienen que ver con los altibajos de Llull, cada día más imprescindible. El menorquín es el hombre que marca la fortuna del equipo y si se muestra errático, el blanco se diluye. Por contra, cuando el partido entra en su tramo decisivo, su brújula casi nunca falla y marca el rumbo con mano firme y ejecutora. Por desgracia para el Valencia, Llull ha jugado muchas finales y entró en el partido dispuesto a ofrecer su versión increíble.



Un tanto huérfano tras la marcha del Chacho, Llull ya ha encontrado un lugarteniente que no deja de sorprendernos. Doncic está plenamente integrado en la guardia pretoriana a la que Laso confía la suerte de los partidos. Razones no le sobran: asume los momentos críticos con tranquilidad y cordura y es capaz de hacer cosas que nadie puede, como la de capturar rebotes de ataque decisivos cuando solo es un escolta.



La tercera columna sobre la que el Madrid ha cimentado la victoria ha sido Randolph, el fichaje del año en Europa. Un jugador atlético, versátil y muy rápido para su estatura. Por si fuera poco, ha demostrado no rehuir el contacto ni las situaciones comprometidas. Sin duda, un hallazgo que se confirma según avanza la temporada.



Por su parte, el Valencia confirmó su gran momento y cerró su actuación con un partido acorde con la ocasión. Dio muestras de una gran solidez, la que adquieren los equipos de Pedro Martínez con el tiempo; y de oficio, con un juego vistoso que reta constantemente a las defensas con circulación rápida de balón y tiros de tres. Por dentro, Thomas, Dubljevic y Oriola -la revelación de la Copa-, completaron un grupo aguerrido para aguantar las embestidas del Madrid, que quizá no esperaba tanta resistencia.



Por encima de todo, el Valencia se reivindica y demuestra ser un proyecto digno de participar en la Euroliga con asiduidad, algo que le niega desde hace tiempo una normativa absurda concebida en la cabeza de su mandamás -Jordi Bertomeu- y que el resto de los clubs respalda de forma cobarde por puro egoísmo.