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Kevin-Prince Boateng nunca fue un jugador convencional, ni dentro ni fuera del campo y tampoco lo ha sido en su vida después del fútbol.

A sus 37 años, retirado ya de los terrenos de juego, el ghanés de origen alemán ha ofrecido una de sus entrevistas más personales y reveladoras en el canal de YouTube UNSCRIPTED by Josh Mansour, donde repasa con crudeza sus luces y sombras como futbolista, así como su proceso de redención espiritual.

Boateng fue, durante años, el epítome del jugador talentoso, rebelde e indomable. Pasó por grandes clubes como el AC Milan o el FC Barcelona, vivió experiencias traumáticas como el racismo en Italia, y compartió vestuario con leyendas como Lionel Messi y Cristiano Ronaldo.

Pero en el Tottenham Hotspur, donde aterrizó con apenas 20 años, comenzó una espiral que resume con una frase demoledora: "Fue una mala decisión. No sabía ni quién jugaba allí. Firmé solo por el dinero".

Tras destacar en el Hertha de Berlín, Boateng decidió dar el salto a la Premier League sin pensarlo demasiado. Reconoce ahora que no hubo reflexión ni análisis deportivo: "Vi los números y pensé: ¡Wow! Gano más de un millón, vamos".

El contrato con el Tottenham le garantizaba 1,2 millones de libras esterlinas netas por temporada, una cifra que, teniendo en cuenta el valor de la libra entonces, equivalía a unos 2,4 millones de euros en Alemania. El problema era que no sabía ni dónde se metía.

"Yo era del Arsenal. Fui al Tottenham y ni siquiera conocía la plantilla", cuenta entre risas amargas. "Fue una decisión equivocada", admite sin rodeos.

Aquel cambio, impulsado únicamente por razones económicas, es uno de los tres grandes errores de su carrera, según confiesa.

3 coches en un día

Boateng no tardó en evidenciar que el dinero no llenaba sus vacíos emocionales. "Pensaba que si ganaba más, sería más feliz", explica. Pero no fue así. "Un día me compré tres coches. Un Lamborghini Gallardo Spider, un Hummer H2 y un Cadillac del 70. Todo el mismo día. Porque necesitaba felicidad".

El capricho multimillonario fue tan breve como frustrante. "Conduje cada coche solo cuatro o cinco veces. Y luego me sentí vacío otra vez. Tenía otro agujero en el corazón". La felicidad, reconoce ahora, no estaba en el garaje.

Esa anécdota, que años atrás podría parecer excéntrica o incluso divertida, hoy es para Boateng una metáfora del vacío que arrastró durante buena parte de su carrera.

"Puedes tener 50 casas y sentirte igual de solo. El dinero no te llena. Yo era infeliz. Estaba perdido", reflexiona.

Boateng durante un partido con la selección de Alemania Reuters

Messi, Cristiano y la lucha interna

Durante la entrevista, Boateng también se detiene en sus etapas en el Milan y el Barça. Habla de Messi como "el más talentoso que he visto" y de Cristiano Ronaldo como "el que más trabajó para llegar donde está".

Reconoce que se sintió abrumado compartiendo vestuario con ellos y que no siempre estuvo a la altura.

También recuerda el amistoso en Italia en el que abandonó el campo por insultos racistas y su tensa relación con la selección alemana, marcada por su distanciamiento con su hermano Jerome.

Pero más allá del fútbol, lo que más impacta es su relato sobre la adicción, la depresión y la soledad. En la actualidad, Boateng vive en Australia, donde ha fundado una academia de fútbol y ha encontrado lo que durante años se le escapaba: paz.

"Me convertí a Jesucristo. Esa fue mi salvación. Me ayudó a dejar atrás la adicción, a perdonar a mi padre y a vivir con propósito".

Su mensaje es ahora profundamente espiritual. No niega su pasado, pero tampoco lo glorifica. Usa su historia como advertencia: "Tuve todo lo que un joven soñaría: fama, dinero, coches… y aún así no era feliz. Hasta que encontré a Dios".