Yuri Kawauchi no acepta patrocinadores, acude sólo a las pruebas que él quiere –o a aquellas que le invitan (le pagan viaje e inscripción)–, trabaja de conserje en un instituto de Saitama y corre por diversión. No lo hace para ganar fama ni dinero. Eso le da igual. Su objetivo es disfrutar. Nada más. Por eso se ha convertido en el ‘runner’ con mayúsculas, en la inspiración de cualquier corredor popular. Y, desde hoy, en una deidad. ¿La razón? El atleta japonés amateur se impuso a todos los favoritos para hacerse con la victoria en la Maratón de Boston. “Nunca sabes qué va a pasar. Sinceramente, no creo que hubiera una sola persona que pensara que yo iba a entrar en la meta el primero”, reconocía, entre risas, pero también fatigado, al terminar la carrera.



Su historia podría ser la de cualquier corredor popular. Yuri Kawauchi (Setagaya, Tokio, 1987), el mayor de tres hermanos (Yoshiki y Kori, también maratonianos), intentó ser profesional. Tenía maneras, la fuerza mental necesaria y la voluntad. Sin embargo, la muerte de su padre y algunas lesiones lo apartaron del camino. Pero lo retomó poco tiempo después. A los 21 años, ganó una plaza de conserje en un instituto de Saitama (norte de Tokio) y volvió a comprarse unas zapatillas para salir a ‘rodar’. Hizo 5, 10, 22 y 42 kilómetros; lo que fuera. Se preparó a conciencia y regresó. Se apuntó a una maratón. Y a otra. Y a otra. Y a otra. Y a otra más. Sumó recorridos, marcas y se ha convertido en una de las atracciones de las carreras populares.

Yuri Kawauchi gana el Maratón de Bostón. Reuters



Lo suyo no es común. Mientras los profesionales recomiendan hacer dos o tres maratones al año –es lo que dicen también los médicos–, él ha completado ya 81. Hace doce o trece por temporada, y de ellas ha corrido 78 por debajo de los 2:20. Una barbaridad. En Boston, en su última prueba, completando el recorrido en 2:15:58 debido a las condiciones meteorológicas –el tiempo más lento desde 1973–, dejando en la cuneta a todos los favoritos: Rupp, Desisa, Geoffrey Kirui, Lemu… Y llegando a la meta el primero, levantando las manos y consagrándose como el héroe del corredor popular.



“Esto lo hago por diversión, por la libertad que me da, por eso sigo y sigo hasta que no puedo más”, ha reconocido en más de una ocasión. Y lo cierto es que lo hace muy bien. Ha sido sexto en Nueva York, noveno en Londres, décimotercero en Berlín (la maratón más rápida del mundo), tercero en Tokio, vencedor en Oita… Su mejor marca (2:08.14) la consiguió en Seúl 2013. ¡Y hasta ha participado en tres Mundiales: Daegu, Moscú y Londres!



Esta es la historia de Kawauchi, un tipo cualquiera, que se levanta por la mañana, se ata las zapatillas y sale a correr antes de acudir al instituto. Allí, apunta los kilómetros que acumula al mes (unos 600) y cuenta sus viajes (o aventuras) a los alumnos. Se ha convertido en una deidad, en el conserje Willy Fog que da vueltas al mundo corriendo. Es un ídolo. “Soy feliz porque los corredores me consideran un compañero que no corre por dinero”. Y así pasa sus días, sin más ambición que la de despertar cada mañana, entrenar, comprar billetes, seguir disfrutando y descansar. Sí, también le da tiempo a eso. Es humano, aunque no lo parezca... 

Kawauchi pasa el primero la meta del Maratón de Boston. Reuters

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