El programa de actos era tan extenso, que el Madrid esperó media hora para empezar a jugar como si la pelota también fuera para ellos. Antes estaban programados: el vídeo, el mosaico, el minuto de silencio, el estadio aplaudiendo en pie en el minuto 14 sin que sucediera nada en la hierba, las esteladas del minuto 17. Desde el punto de vista emocional, el partido era tan exigente que cuando Ramos tiró a Messi en algún lugar alrededor de la frontal del área, la grada no encontró los pañuelos y volvió a agitar los pedazos del mosaico.

Con tal frenesí al borde de la lágrima, cuando un poco antes le llegó la pelota a Suárez, y se encontró solo delante de Navas, la dejó pasar. Seguramente aún quedaba algo por lo que estremecerse. No encajaba en el protocolo obligar a celebrar un gol tan pronto.

Marcelo celebra el segundo gol del Madrid. Albert Gea Reuters

Después de media hora de emociones, en la que sólo se echó en falta un chelo en el centro del campo, el Madrid decidió jugar un poco. Entonces se entendió que cuando permanecían siempre por detrás de la línea de medio campo, no era por temor, o por no estropear el tiro de cámara de los homenajes, sino para hacer sitio. Cuando del programa de actos sólo quedaba el entierro del Madrid (a 10 puntos, desnortado), soltaron a Bale a cabalgar por la mitad del campo que habían dejado libre.

Fue sólo un fogonazo. Antes de terminar la fiesta faltaba que Piqué marcara aquel quinto gol que se le resistió en el Bernabéu cuando el 0-4 de la primera vuelta. Una vez cumplido el trámite, deshecho el último nudo en los estómagos barcelonistas, aún le quedaba un rato al Madrid para, sin faltar al respeto, ir a lo suyo.

A Cruyff le habría gustado ver a Marcelo, un lateral izquierdo, agitando la coctelera de la remontada. También la chilena de Benzema. Y la situación límite de la que luego escapó el Madrid, con el extraño gol anulado a Bale y la expulsión de Ramos que lo dejó con uno menos. Entonces sacaron los fuegos artificiales para terminar de iluminar la noche resucitando al acabado Cristiano.

No fue como el 8-0 que el Bayern le metió a Cruyff en su partido homenaje, pero el Madrid estuvo a la altura.