Dice Luz Casal que hoy es “la de ayer mejorada”: y será verdad, porque ese es el estado que alcanzan los que hacen siempre lo que les da la gana, sin dejarse guiar por las guerras de las modas, por los imperativos de los tiempos, por las miradas misóginas de condescendencia. Casal sabe qué quiere y a qué viene: fueron muchas ya las canciones, muchas las guerras. Eso sí, no le gusta denominarse “artista”. Asume que es una persona “con cierto éxito y suerte en la vida”, y que, por tanto, se siente con la “responsabilidad y la obligación autoimpuesta de ayudar” al que tiene menos suerte que ella. El próximo sábado actuará en el festival de música solidario Ciudad de la Raqueta. A este respecto, cuenta que le preocupan “muchas más causas de las que soy capaz de apoyar, pero al final te centras en aquellas de las que, de alguna manera, tienes una información más amplia”. 

“Más que arreglar el universo”, dice, “me parece que es más interesante arreglar lo que tienes cerca de ti”. En su caso, las situaciones de injusticia relacionadas con la mujer y la infancia le apelan más profundamente. “Me conmueven”, relata. “Ahora vamos a hacer un festival en el lugar donde nací yo, en Boimorto, con una asociación que cuida, que ayuda y que acompaña a adolescentes con problemas mentales. Esto ya no es una cuestión de género, sino una cuestión de sensibilidad hacia los problemas tapados. Hay que darle visibilidad a los que no la tienen”.

Feminismo contra las mentes obtusas

Cuenta Luz que en la música aún hay estereotipos machistas que “cuesta modificar”, pero se reconoce como “una persona paciente”: “Tengo las de ganar”, guiña. “A mí me han dicho de todo. Desde la típica frase de ‘vete a fregar, en casa estabas mejor’ a cuestionar cómo voy vestida. Si llevo falda corta… También por llevar pantalones", ríe. "Yo me visto para acompañar mis canciones y me gusta ponerme encima del escenario de la mejor manera posible. Por ponerte un ejemplo simplista: es como quien va a una ceremonia con su mejor traje y se gasta el dinero en él porque no quiere ir con la ropa con la que va a currar… pues sí, para mí el escenario es un lugar casi sagrado al que acudo de la manera más brillante de la que soy capaz”. Chasquea: “Pero de ahí a que mi proyección y mi desarrollo durante el tiempo que estoy ahí se simplifique en lo que llevo puesto… me parece bastante humillante”. 

¿Cómo se defiende Luz Casal de estos ataques? ¿La respuesta dura es algo que se aprende a dar con los años? “No te creas, eh, yo desde el principio he tenido bastante soltura para pararle los pies a quienes han hecho estas apreciaciones… o estas opiniones de mentes que no tienen nada que ver conmigo”.

El nuevo rock

Ella, que fue una de las primeras rockeras de nuestro país allá en los idealizados ochenta, tiene claro que “el rock no tiene nada que ver con coger la televisión de un hotel y tirarla por la ventana, no me parece que eso tenga que ser la norma”. Pero, ¿siente que se ha perdido punk, se ha perdido raza, se ha perdido rebeldía? ¿O la transgresión ni nace ni muere, sólo se transforma? 

Para mí la música urbana es el nuevo rock. Al final no deja de ser una actitud de la gente más joven, aunque puede durarte toda la vida”, reflexiona. “Es una actitud contra lo establecido, contra la idea de que hay sólo una manera de hacer las cosas. Es una actitud arrogante que nunca me ha parecido mal. Esa arrogancia traducida a la música y al sonido es de un aplomo desafiante, en el mejor de los sentidos, y libre”.

Cree que hoy hay una estética diferente a la de hace 15 años, pero que “el mensaje no es tan diferente”. “Un observador imparcial diría que es exactamente lo mismo, o que provoca lo mismo. Es esa sensación de querer mejorar el mundo, de ampliar lo que uno conoce, de querer cambiar la sociedad en la que habían vivido tus padres porque no te gusta. Y consiste en tener la fuerza y el tiempo suficiente para hacerlo”. 

Casal no cree que la modernidad se canjee en una pérdida de hondura. “Pienso en Kendrick Lamar. Tiene una forma muy contundente de decir las cosas. Yo nunca he caído en la tentación de considerar estúpidos a los que vienen detrás de mí. No creo que sean más tontos que yo. Sí que tengo más experiencia que ellos y que se supone que los años del caos nos ayudan a mejorar como personas, intelectual y emocionalmente. Pero ya está”, sostiene, rompiendo con la tónica romántica de su generación, que a veces tiende a minusvalorar las nuevas apuestas. 

Una mujer libre

La llamada “corrección política” le preocupa poco. Cree que uno de sus mayores éxitos a lo largo de todos estos años ha sido, llanamente, hacer lo que le ha dado la gana, “incluso a riesgo de ser considerada traicionera, por ejemplo, porque hay quien dice que hoy soy menos rockera… tres cuartos de esto y tres cuartos de lo otro”. Tampoco le da importancia a polémicas como la de censurar “mariconez” de Quédate en Madrid de Mecano. “Uno tiene que expresarse como puede y no se puede analizar desde la perspectiva actual de nuestro presente algo que ocurrió hace veintitantos años”, suspira. “Si yo no digo ‘vete a tomar por culo’ en una canción no es porque me esté censurando, sino porque es una expresión que no uso. Dicho esto, si lo tuviera que decir, lo diría”. 

Explica Luz Casal que, en su caso, hay canciones que ha superado con otras. “Y hay algunas que, verdaderamente, no tienen un significado para mí, por lo tanto, no lo han de tener para la gente. No puedo cantar algo que no sea algo vivido. Pero, por ejemplo, Rufino sí la canto, porque me devuelve a determinada época… mediados de los ochenta. Puedo recordarme perfectamente, así como era, cuando canto la canción”. Oiga, ¿y se atrevería a hacer un himno de España, como su compañera de cartel Marta Sánchez? Ríe con estupor. “No. No. No… yo hago canciones”

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