En una España noventera en la que los adolescentes lúbricos ahorraban con sus amigos para comprarse una Playboy o alquilarse una película x entre todos, El Chivi -José Córdoba- estudiaba Derecho y componía canciones satíricas para hacer reír al personal. Eran los tiempos de la imaginación, del deseo y la torpeza; era la generación anterior al despiporre de los pornonativos, que ya nacen con el vídeo explícito -y todos sus excesos- debajo del brazo.  

Ahí aún se podía romper con la palabra, sorprender con la parafilia, proponer la imagen rocambolesca. Ser sórdido, o tierno, o cáustico, según se diera. El Chivi fue el primer personaje viral de nuestra era porque tocó la tecla de la molestia, que, curiosamente, estaba muy cerca de la de la poesía: entendió que el público aún tiene hambre de esperpento y de humor desprejuiciado, y que eso no era incompatible con los himnitos de amor que también le salían del pecho.

"Cómo explicar que no sé respirar si no es contigo, que me suena fatal esto de amigos: los amigos no se aman como te amo y tú me amas", entonaba en Pido cama, en contraste con He vuelto: "He vuelto con ladillas y erecto, gonorreico y contento por volver a cantar". Y al final de todo sorprendía con una bofetada sin mano al sistema, con una coplilla-denuncia, como en Mi princesa: "No tiene avaricia. Mi princesa, señores, jamás presentó las noticias. Y le entra la gripe de pensar que acabemos igual que Letizia y Felipe". En su último disco, Polos opuestos, se pone su verdadera piel: la de José Córdoba. 

¿El Chivi vive, la lucha sigue?

El Chivi es un personaje que creé hace un montón de años. Surgió por casualidad estando con mi grupo de amigos de la Facultad. Cantaba yo canciones muy bizarras, canciones que nunca pensé que trascenderían más allá de mi grupo de colegas. Lo típico: estábamos en casa de alguno, yo con la guitarra, hacíamos botellón… nos reíamos. Yo estaba estudiando Derecho y no tenía ninguna intención de dedicarme a esto. Como un amigo mío estudiaba Informática en esa época, me dijo “hagamos una página web y colgamos las canciones ahí”. Internet todavía no estaba ni en las casas. Había muy poquita gente que colgase sus canciones y eso me benefició. El Chivi sigue existiendo cuando me subo a un escenario e interpreto esas canciones.

¿Con quién eres más libre, con El Chivi o con José Córdoba?

Me siento más libre siendo José Córdoba. Con El Chivi sobre todo me lo paso muy bien en el proceso creativo de las canciones. Es un humor muy transgresor, es divertido. Sé que el público se va a reír con esto, con esta frase, con algo que voy a decir… pero en general me siento a gusto escribiendo como José Córdoba. 

¿Cuánto de amor hay en las canciones de sexo? A veces pasa un poco con Extremoduro, que Hoy te la meto hasta las orejas es una gran canción de amor. En tu caso, Pido cama o Juegos de dos.

Claro, yo en el fondo soy un romántico. Me gusta mucho la música melódica, los cantautores… yo empecé haciendo canciones de amor y canciones protesta con 14 o 15 años. Después intenté seguir haciéndolas siempre, no quedarme sólo en el “caca, culo, pedo, pis”. Y que el público dijera “bueno, además de las burradas que dice, también sabe hacer canciones de cantautor normal”. Puedo hacer otras cosas.

Eran los noventa. ¿Qué reclamos sexuales tenía España en ese momento?

Bueno, yo creo que a la gente siempre le han gustado las canciones de humor y las canciones bizarras. Las ha habido en todas las épocas. Antes de El Chivi estaban los Mojinos Escozíos o se cantaba la Ramona pechugona. Las canciones del verano de los sesenta y setenta eran de humor. Cuando yo llegué, la gente estaba descubriendo internet y dijo “qué cachondeo, se lo paso por mail a algún amigo”. Fue gracias al boca a boca. 

¿Cómo se tomaron tus profesores y tus padres tus primeras canciones de sexo? ¿Pensaban que andabas depravado?

En la Complutense los profesores pasaban un poco de nosotros. No había trato tan cercano como en el colegio, éramos 300 personas en clase y yo para ellos era un número. Pero en casa, al principio, sí costó un poco. Como llevaba haciendo canciones desde los 14 años, le expliqué a mi madre: “Mamá, esto es un personaje, tal, sabes que yo no soy así”. Y mi madre va a mis conciertos y le gustan mis canciones. Las más divertidas, eso sí, no las más burras. 

Leí que tu madre era conservadora. Más de valorar aún. 

Sí, tiene 70 años. Yo he vivido con ella hasta hace poco y sigo yendo a verla un par de veces en semana. Es una persona conservadora pero ha tenido la suerte de dar con un hijo como yo para sacudir un poco ese conservadurismo que tiene mucha gente de su edad. 

¿Y tus novias? ¿Han depositado expectativas extrañas sobre ti?

(Risas). Llevo con mi novia 12 años y ella me dice muchas veces “pero si tú en el fondo eres un triste, si no me río nada contigo, yo pensaba que eras más cachondo”… Y es verdad que fuera del escenario soy una persona más bien seria y más formal. No tengo nada que ver con el personaje, pero eso se descubre pronto. Yo creo que mi novia no iba con expectativas porque no el gustaba por ser Chivi, al revés, no le gustan mis canciones de Chivi. 

¿Qué edad tenías cuando compusiste Coños?

Pues unos 20 años… o incluso antes, a lo mejor la maqueta la compuse con 19. 

¿Y a esa edad qué sabías sobre el tema? 

Pues es que era un chaval… con 19 años no sabía nada sobre coños, no más de lo que veía en películas o revistas, pero muy poco. Las primeras canciones las hacía porque alguien me las pedía. Un amigo mío lo mismo llegaba y me decía “haz una canción que hable sobre los coños”. Preguntaba si les gustaba y se reían, pero claro, yo nunca pensé que eso pudiese escucharlo nadie más. También entendí que había una evolución en cada disco, que podía hacer humor surrealista con alguna pincelada de guarrería, y, sobre todo, echaba de menos hacer crítica social, enfocándolo con el sexo pero dando caña. Ahora con perspectiva digo “vaya canciones más burras tenía”. 

Yo soy de una generación en la que cada uno ponía un fondo y comprábamos un Playboy de la época. Esa generación de películas ‘x’ del videoclub, de ir y ponerlas en alguna fiesta que hacíamos. Ahora mismo es mucho más fácil con el acceso a internet… todo ese universo del porno que hay ahora. Otra cosa que siempre digo cuando la gente se asusta es “eh, que hablo de cosas que existen, para bien o para mal”. Pero yo nunca haría canciones que hablasen sobre pederastia, por ejemplo, porque es una cosa que detesto y creo que no cabe, a no ser que sea para criticarlo con mucha dureza. Pero hay cosas que existen: existen tíos que se lo montan con un muerto. O la coprofagia, que la practica gente que se excita comiendo mierda, y que a mí me parece una aberración, pero no se meten con nadie. Mientras estén dentro de la legalidad, cada uno puede hacer lo que quiera de las puertas de su casa para adentro. Se trata de no hacer daño a nadie y de que haya siempre consentimiento por la otra parte. 

¿Qué echaste de menos en tu educación sexual? 

Fíjate: yo estudié en un colegio de curas. En los Escolapios no me hablaban de nada, como comprenderás. No me hablaron de sexo en todo el período desde párvulos hasta COU. Ninguna información. También era un colegio sólo de chicos hasta octavo de EGB, ya en BUP entró alguna chica… era un mundo totalmente de tíos. Una cosa horrible, pero horrible, quizá por eso he sido siempre tan tímido con las chicas. Mi relación con el mundo femenino era muy limitada. Los amigos del colegio eran todos chicos. Luego ya si nos íbamos a pasar un fin de semana a la sierra o echábamos un verano por ahí… iba viniendo alguna chica. Por eso te digo: por mis canciones alguien dirá “hombre, este es un experto en todo”, pero qué va, qué va, es todo fachada. 

Uno de tus temas más célebres es Pija ella, pijo él. Ahí describes una escena de sexo entre niños bien. ¿Cómo se acuestan los pijos?

Pues no he estado nunca con ninguna pija. La canción de los pijos surgió una vez que fui al Corte Inglés y ponía en la planta de ropa joven “joven ella, joven él”, y dije “uy, pija ella, pijo él”. Yo contra los pijos no tengo nada, es más bien contra una actitud y una forma de expresarse que me parece de ser un poco gilipollas. Entonces conté eso: cómo se conocen dos pijos y cómo pasan una noche. La crítica es contra esa superficialidad y esa tontería.

“Cuánto pijo que hay suelto, es como una epidemia en Madrid”. 

Exacto. Pero a la vez hay mucha gente conservadora a la que le gustan mis canciones, especialmente la de los pijos, ¿eh? Mis primeros conciertos estaban llenos de gente del ICADE. Mi público es muy conservador, muy de niños buenos, muy de derechas, y les encantan las canciones sobre coños. Algún heavy habrá también, pero son los menos. 

Igual así se liberaban. 

Hombre, saben que no vienen a escuchar a Pablo Alborán.

El abuelo es gay. Pero tu abuelo, además, era militar.

Sí, uno de mis abuelos fue legionario y trabajó en ABC, en la parte de las máquinas. Pero la canción de El abuelo es gay, como la de coños, no fue idea original mía, sino de un amigo. La firmo con otra persona. Él tuvo la idea esta de llegar a casa y encontrarse al abuelo con un efebo… 

Más allá de lo esperpéntico de la escena que propones, seguro que era más habitual de lo que parece que muchos abuelos de esa época fueran gays en secreto. 

Si te soy sincero, a mi abuelo casi no le llegué a conocer. Uno murió cuando yo tenía un año y con el otro nunca tuve relación porque mis padres se divorciaron cuando yo era un niño. Pero claro, claro que existirán casos de abuelos gays, si en esa época no había ninguna libertad… pues se tenían que casar con otra persona, tenían hijos, llevaban doble vida… yo creo que seguirá pasando incluso ahora, con toda la libertad que tenemos. 

¿El sexo es escatológico? Tú cantabas: “Sorber tu támpax, oler tus bragas, lamer tu axila recién sudada...”. 

Sí, claro, me gusta la guarrería para el chiste. Mi novia me dice “eres un guarro, te gusta mucho el humor escatológico”. En el sexo existen cosas escatológicas como la lluvia dorada, que yo no practicaría, no es una cosa que me excite.

También te llegó la preocupación por el metrosexual. Cantabas eso de ser el “Beckam de Carabanchel”. ¿Cómo ha cambiado el modelo de hombre, está muriendo el macho ibérico?

Era una crítica a los metrosexuales, claro. Yo soy como soy y al que no le guste, que no mire. Me quedé calvo cuando tenía pocos años y no me voy a poner peluca ni hostias. La metrosexualidad para mí es la excesiva preocupación por el físico y por el exterior, cuando deberíamos estar preocupados por lo de dentro, ¿no? Hay muchas chicas con anorexia o bulimia, es bastante triste. Cada uno es como es. Una de las mejores cosas que te puede pasar es aceptarte a ti mismo y reírte de ti mismo y de tus defectos. La gente que no se acepta está amargada y cabreada. 

En Mi princesa criticas a Letizia y Felipe. 

Sí, la escribí en la época de la boda real. Madrid era una ciudad caótica, todo era horrible, estaba todo cortado, no te podías mover por ningún sitio… y yo, que además soy republicano, decidí hacer esa canción protesta por la boda real y por la monarquía. Al final salió una canción de amor bastante bonita. “Mi princesa” es una persona normal que tiene un curro basura y a la que le gusta Malasaña y no es el prototipo de princesa que tenemos en mente.

Es alguien que no se deja llevar por los protocolos. 

Exacto, eso lo rechazo tanto… yo siempre he sido una persona muy libre. 

¿Te arrepientes de algo que hayas cantado?

De algunas cosas sí, y ya no las canto. Como en Visite nuestro hotel, donde decía cosas como “un faquir de verdad violando sobre pinchos a una menor de edad”. Es horrible, eran canciones que yo hacía sin filtro. Visto con perspectiva, sé que sobrepasé algún límite. Hoy seguro que tendría alguna denuncia.

¿Somos hoy más mojigatos?

Yo creo que estamos en una generación, sobre todo la millenial, que es muy mojigata. Son reaccionarios con temas de libertad. Esta semana celebrábamos los 40 años de la Constitución, yo tengo 41. Soy de la generación de la Transición, y he podido hacer lo que he querido, ajustándome a la ley, claro, siempre digo lo mismo porque he estudiado Derecho y por defecto hablo así. Hoy hay mucho miedo a decir cualquier cosa, todo se tiene que pensar dos veces. “No voy a decir esto porque me insulta la gente”… creo que está pasando algo y hay que solucionarlo. Los millenials están todo el día “no digas esto, no digas lo otro”. Parece que lo único correcto es lo que dicen ellos, piensan ellos y hacen ellos. 

¿Cuál es el mayor tabú sexual en la España de 2018?

El gran tabú sexual yo creo que hoy es contar que te gusta que te defequen encima. Lo mismo a tu vecino de enfrente le gusta, ¿sabes?, pero nunca lo va a decir en público. Hay gente a la que les excita que les vistan de bebé y les pongan un pañal, hay cosas muy raras pero existen. Yo he escrito sobre todas las parafilias.